jueves, 4 de noviembre de 2010

Política exterior y defensa nacional

Por estos días se rememoran y ocurren varios sucesos que llaman a una profunda y seria reflexión. Hace 107 años, el 3 de noviembre de 1903, Panamá declaró su independencia de la República de Colombia. Hace 25 años, el 5 de noviembre de 1985, se realizó la toma del Palacio de Justicia en Bogotá por parte del grupo insurgente M – 19 con desenlace trágico. Ayer miércoles, la presidente de Costa Rica, la señora Laura Chinchilla denuncia ante la comunidad internacional la toma ilegal por parte de las Fuerzas Armadas nicaragüenses de parte de su territorio, la isla Calero.

Estos eventos nos recuerdan que las relaciones internacionales y domésticas son dinámicas, inestables y están marcadas por una animosa competencia entre los distintos actores que participan en estos escenarios.

La existencia de un Estado capaz de proveer bienes y servicios y satisfacer la amplia gama de demandas de los habitantes que ocupan su territorio, está signada por la existencia de verdaderas y serias políticas públicas de exteriores y defensa nacional. Sin éstas, la seguridad al interior de las fronteras es más difícil de suplir. Sin ellas la proyección de la influencia del poder nacional a nivel regional y mucho menos global, no es posible.

Hace 107 años la descoordinación y el desconocimiento presentes en las elites nacionales provocó un desmembramiento más del territorio nacional colombiano. Hace 25 años la inexistencia de unas condiciones básicas requeridas para contar con el monopolio de la violencia por parte de la institucionalidad, provocó un holocausto más en un país henchido de holocaustos. Hoy vemos al Estado nicaragüense, que cuestiona la soberanía colombiana sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia en el Mar Caribe, usando la fuerza para resolver una disputa similar con un país vecino, Costa Rica.

A todos estos acontecimientos podemos dar un enfoque legalista. Afirmar que el derecho internacional condena intervenciones como la norteamericana en Panamá y Nicaragua en la isla Calero, y también, especialmente por el desconocimiento a los mínimos aceptables en el desarrollo de los conflictos armados, se podría condenar jurídicamente el accionar del M – 19 y, valga decir, también de la fuerza pública colombiana por la forma en que se realizó la retoma del Palacio.

Desafortunadamente el enfoque legalista no tiene dientes. El enfoque legalista se estrella contra la fuerza, no sólo de las armas y de la violencia, sino de la tozuda realidad.

En pleno siglo XXI, el de los avances tecnológicos y científicos, el de las libertades y garantías, muchos suponen que el derecho es la herramienta que nos protege de amenazas y nos sirve de muletilla con nuestras debilidades. La realidad es otra. Es la fuerza o la amenaza creíble del uso de ésta, la que nos defiende de amenazas y corrige nuestras debilidades.

Apoyados sí, en el derecho internacional y en las herramientas e instrumentos legales que pululan en nuestra época, los colombianos como sociedad, nación y Estado debemos encaminarnos seriamente hacia la construcción de unas políticas públicas de exteriores y defensa nacional que nos lleven a defender la soberanía nacional, proteger a los habitantes e instituciones públicas y privadas y proyectar regional y globalmente nuestro poder nacional de potencia media que somos.

Un debate que colabore en este sentido es la meta de POLÍTICA EXTERIOR Y DEFENSA NACIONAL.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

La carrera por la Casa Blanca arrancó ya

Tal como lo habían indicado la mayoría de las encuestas, los republicanos tomaron el control de la Cámara de Representantes que habían perdido cuatro años atrás, mientras que los demócratas mantienen la mayoría, aunque ya no posee las dimensiones de una super mayoría (60 escaños o más) como la obtenida en 2008.

Estos resultados, además de los arrojados por las carreras gubernatoriales y los senados estatales, marcan el inicio de la campaña por la Casa Blanca que se dará en noviembre de 2012.

Aunque hay ciertas voces dentro de las líneas demócratas que piden que el lugar del presidente Obama en el tiquete de su partido sea desafiado, estos no son más que llamados desesperados y rabiosos pero poco pragmáticos. El descontento por las actuaciones del presidente es real, especialmente desde las alas más liberales del partido del burro, pero su propuesta de cambio en el tiquete es irreal porque no hay una figura con el suficiente peso para retar efectivamente al ocupante de la Oficina Oval.

Por su parte, los republicanos, ganadores de la noche (aunque como lo ha dicho de manera algo conmovedora el casi seguro futuro Speaker de la cámara baja, el representante John Boehner, no hay mucho que celebrar en un ambiente negativo para los Estados Unidos signado por la crisis económica y social), cuentan con grandes retos a vencer, especialmente a su interior para retornar a la Casa Blanca dentro de dos años.

El primero y más importante de esos desafíos consiste en evitar que el choque al interior del partido entre los pragmáticos (centristas) y el movimiento del Tea Party, se alargue en el tiempo y deje seriamente dañada la imagen y la agenda del Gran Old Party (nombre con el que se conoce al partido republicano en EUA). Una vez superado ese choque, está la cuestión de definir cuál va a ser la estrategia en el congreso de los republicanos frente a la administración Obama. ¿Van a bloquear cada una de las iniciativas que promueva el ejecutivo? ¿O van a buscar llegar a algunos acuerdos, en temas en los que el presidente podría tener una posición afín, incluso con el Tea Party, como es el tema de la influencia de los grandes intereses corporativos en Washington y la manera de sacar adelante el proceso legislativo en el que las sinecuras cuentan con un rol central?

Para las presidenciales de 1948 y de 1996, los presidentes demócratas Truman y Clinton se enfrentaron a congresos de mayoría republicana que habían adoptado estrategias de parálisis legislativa, teniendo como resultado sendos triunfos demócratas en la Casa Blanca. No obstante, la estrategia “decir no a todo” del partido republicano puede llegar a ser provechosa electoralmente si el desempleo y otros indicadores centrales de la economía norteamericana no repuntan en los próximos 24 meses.

Buena parte de los analistas apuntan a que la carrera electoral para el 2012 va a girar alrededor de la defensa del presidente Obama de sus reformas centrales (salud, financiera y estímulos económicos, quedando pendiente eso sí inmigración), mientras que los republicanos, bajo la égida del “no” van a luchar en contra del Gran Gobierno, el cual nace, supuestamente, de iniciativas como las impulsadas por el ex senador de Illinois. Empero, el lugar en donde Obama podría recuperar la iniciativa política estaría en la agenda exterior. Cuando Reagan tuvo este mismo retroceso político en el 82 (había sido elegido en 1980) apuntó sus esfuerzos hacia una vibrante política exterior en Europa y en el mundo en general. Esto podría significar hasta cierto punto un posible aventurerismo norteamericano. La tentación (opción) está para el presidente y sus asesores.

Aunque no necesariamente esa iniciativa internacional debe estar marcada por la profundización o iniciación de un conflicto armado, es una posibilidad que no se puede descartar. Corea del Norte ha probado ser un Estado agresivo e inestable. Irán busca constituirse en una amenaza directa a la preeminencia norteamericana y de sus aliados en una región estratégica del planeta.

El caso de Richard Nixon puede ser un ejemplo interesante a tener en cuenta por parte de Obama. Durante su primera presidencia (1969 – 1973), Nixon se encontraba empantanado en Vietnam, una situación similar a la del actual presidente con respecto a los conflictos en Irak y Afganistán. A mediados de 1972, faltando meses para disputar su permanencia en el cargo, el presidente republicano sorprendió al mundo, no sin alzar críticas por parte de muchos, incluso al interior de su propio partido, al llevar a cabo lo que vendría a conocerse como la apertura de la China comunista.

Arriba se señalaba a Corea del Norte y a Irán como posibles blancos bélicos. Estos dos mismos regímenes podrían ser también el blanco de interesantes y no exentas de riesgos iniciativas de política exterior que buscaran un acomodamiento con estos, para así reducir la inestabilidad en cada una de sus regiones, algo que no va en contravía de los intereses estadounidenses. Nixon ganó en 1972 con el 60% del voto popular y en el colegio electoral Massachussets y el Distrito de Columbia fueron los únicos que no le entregaron sus votos al presidente republicano. Una victoria total. ¡Ah¡ y la economía estaba endeble, había una fuerte crisis social y la guerra de Vietnam continuaba.

Arranca la carrera por la Casa Blanca. Va a estar que hierve y como para coger balcón. ¡Bienvenidos!

miércoles, 27 de octubre de 2010

Proposición 19: ¿doble moral estadounidense o algo más?

En una entrada anterior de Gnothi Seauton sobre la polémica Proposición 19 que va a las urnas en California este próximo martes y que busca la legalización de la producción, comercialización y consumo para cualquier uso de la marihuana, se afirmaba que ésta era una oportunidad para Colombia, que manejada de manera inteligente, podría usarse a favor de la satisfacción del interés nacional colombiano en la guerra global contra las drogas. O bien conseguimos un apoyo cada vez más irrestricto que vaya más allá del apoyo moral, o bien se hace una transformación dramática de la política pública cambiando su énfasis de problema de seguridad nacional a uno de salubridad pública.

Para obtener ese manejo inteligente, es menester comprender, dentro de lo que permite este breve espacio, porqué se da este debate precisamente en el estado de California y si esto es un reflejo de la muy condenada doble moral norteamericana o si hay algo más complejo detrás de esta querella electoral que se ha puesto sobre la mesa.

Lo anterior no es cuestión de poca monta. Es esencial para poder articular una sensata estrategia de debate que debe darse a la luz de esta proposición y en otros escenarios nacionales e internacionales.

¿Por qué en California? La cultura de las drogas psicotrópicas es usualmente aceptada en ambientes liberales o progresistas. Este estado califica dentro de dicha descripción no sólo por este aspecto, claramente reflejado en la actual Proposición 19, sino en otros aspectos como, que allí se encuentra la meca de la industria del entretenimiento y la diversión - Hollywood; la lucha de la comunidad homosexual ha tenido gran sonoridad; desde hace más de dos décadas se vota indiscutiblemente por el partido demócrata para las elecciones presidenciales; el senado estatal ha sido dominado por ese mismo partido; y el actual gobernador, Arnold Schwarzenegger, perteneciente al partido republicano, es de avanzada en temas sociales.

Estos son sólo unos poquísimos elementos, pero no cabe duda que sean poderosísimos a la hora de llevarnos a concluir que la sociedad californiana es una que se siente cómoda, por supuesto con vibrantes excepciones, con la agenda liberal y progresista. Esta característica es importante para resolver el segundo cuestionamiento: ¿es esta proposición una muestra más de la odiosa doble moral estadounidense?

Gnothi Seauton siempre ha tendido ha descartar en las discusiones de temas complejos, conclusiones que describen las motivaciones y los desenlaces de los hechos bajo observación, como unas de carácter conspirativo y atadas a las pasiones. Por lo tanto, considerar que el comportamiento de la sociedad y/o del gobierno norteamericano como una derivación de la existencia de una propensión a poseer una reprochable dualidad moral, resulta ser una respuesta insatisfactoria.

Los Estados Unidos están conformados por 50 estados. Cada uno cuenta con características geográficas, antecedentes históricos y perfiles demográficos distintos, que han moldeado de una forma impar la identidad, las necesidades y los intereses de cada una de esas 50 unidades. Sumado a esta diversidad, el diseño político concebido en la Constitución de 1787 premia la estabilidad institucional al entregar en la cámara alta del Congreso de la Unión, dos espacios a todos y cada uno de los estados, sin importar su extensión territorial o su dimensión poblacional.

Así, dentro de la identidad, las necesidades y los intereses de un estado promedio del medio oeste norteamericano o del profundo sur, estados típicamente conservadores (fuertemente religiosos y desconfiados de otras culturas y maneras) no se encuentra plausible la legalización de sustancias como la marihuana. Conseguir las mayorías necesarias para pasar este tipo de iniciativas resulta una tarea quimérica.

Se concluye, entonces, que las posiciones divergentes entre una parte de la sociedad californiana y el gobierno federal, en donde se encuentra enmarcado el Congreso con su Senado, no surge de una conspiración artera e hipócrita, sino que está enmarcada en la existencia de múltiples actores con múltiples intereses por satisfacer y proteger.

Provocar cambios en estos temas en los Estados Unidos es una tarea costosa y tortuosa. Si estamos al tanto de esto, podemos plantear la búsqueda del interés colombiano inteligentemente. Entenderemos que buscar como enemigo a la “doble moral” estadounidense, es un ejercicio fútil y necio. Se debe aprovechar el escenario de la Proposición 19, no para apalear a la sociedad y al gobierno norteamericano, sino para provocar una discusión de alto nivel intelectual, que no sea anecdótica, sino que se busque con ella la modificación del accionar norteamericano a favor de Colombia.

lunes, 25 de octubre de 2010

Proposición 19

Una oportunidad de oro para Colombia

El próximo martes dos de noviembre, irá a las urnas en el estado de California, la proposición 19 que busca legalizar la producción, tráfico y consumo de la marihuana en este estado de la unión americana.

El presidente Juan Manuel Santos ha salido a los medios a decir que de ser aprobada esta medida por parte de los votantes californianos, la guerra contra las drogas que ha librado Colombia durante más de tres décadas, impulsada (¿empujada?) y acompañada por los Estados Unidos, deberá ser seriamente replanteada a nivel mundial. Santos afirma que él no tendría cara frente a un campesino colombiano para mandarlo a la cárcel por sembrar marihuana, mientras que en California alguien pueda ejercer esa actividad sin el más mínimo reparo por parte de las autoridades.

Aunque las encuestas indican un empate técnico y las autoridades federales norteamericanas han presentado un bloque unificado y sin espacio a interpretaciones distinta a su total oposición a la Proposición 19, diciendo que si es aprobada en las urnas, se presentará, entre otras medidas, una norma federal que prohíba dicho comportamiento, se considera desde esta tribuna de opinión, que lo más conveniente para el Estado colombiano y para el mismo gobierno de Juan Manuel Santos y su política exterior, es que dicha medida obtenga la victoria electoral.

La guerra contra las drogas debe ser una política que sufra una fuerte transformación. La filosofía que ha impulsado a dicha política es una que no es liberal y es trasgresora de los fueros más básicos y elementales de la persona humana. Adicional a lo anterior, como si fuera poco, esta política ha probado ser ineficiente en términos económicos y de gestión pública. Ha provocado corrupción en las sociedades y los gobiernos que deben tratar con este flagelo. Ha causado incontables muertes y en el caso particular, aunque no exclusivo, de Colombia, ha servido como combustible esencial para el adelantamiento de una conflagración que no puede ser ganada por la institucionalidad ni por la sociedad.

Este escenario que entrega la proposición 19 debe ser usado de manera inteligente por el gobierno nacional para mostrar al mundo y en particular a los estadounidenses, acerca de lo irracional y poco pragmática que ha sido esta guerra. Debe exponerse el caso de tal forma que se pongan en evidencia las graves contradicciones e ineficiencias que esta política lleva desde su interior. Y de esta manera deben obtenerse serios y concretos réditos favorables al interés nacional colombiano.

O bien lo norteamericanos continúan con un dedicado esfuerzo como ha sido la iniciativa Plan Colombia, de la cual se desprenda la financiación de armamentos, el combustible, las comunicaciones, los transportes y la inteligencia, dejando a un lado el discurso que al parecer cada vez toma más fuerza en Washington, que "ese esfuerzo lo van a tener que tomar los colombianos porque esta ayuda no es para siempre", o bien se comienza a trabajar en una nueva política que enfoque el tema de las drogas bajo el prisma de la salubridad pública y no como uno de seguridad nacional.

La proposición 19 es, pues, el escenario perfecto para acelerar esta discusión y para proteger los intereses colombianos. Hagamos fuerza para que pase, porque aunque Washington seguramente logrará derribarla con normatividad federal en un tiempo relativamente corto, entre más tenga vida esa iniciativa, más se podrá circular el tema en las sociedades del globo y en los estados que las representan. Y esto, bien manejado, será bueno para Colombia. Una carta más de negociación.

viernes, 22 de octubre de 2010

La corrupción: ¿verdadero cáncer?

Con motivo de la presentación del informe sobre la contratación pública en el Distrito Capital por parte de prestigiosos miembros del Polo Democrático Alternativo, Gustavo Petro y Carlos Vicente de Roux principalmente, se ha agitado nuevamente el tema de la corrupción como una de las razones más fuertes que explican el atraso que sufre Colombia en los campos económico, social y político.

Sin duda alguna, las encuestas de opinión, elaboradas de manera científica o no, muestran constantemente una gran preocupación por este cáncer que carcome al país. Los formadores de opinión cada vez más se convierten en defensores del interés de la sociedad por proteger los recursos del erario público que pertenecen a todos los colombianos.

La cordura y la razón no hacen parte de ésta discusión. Es más bien una batalla entre corruptos e impolutos. Entre avispados putrefactos y ungidos serafines. Malos y buenos. El maniqueísmo a ultranza.

Así, no hay espacio para estudiar y elevar preguntas serias sobre este fenómeno complejo, interesante y ubicuo. Nos detenemos exclusivamente para buscar los detalles morbosos alrededor de estos casos (las grabaciones, los apodos, los montos, las fotos, las ruedas de prensas, los intercambios de acusaciones radiales y demás) y no llegamos a preguntarnos las razones por las cuáles se presentan estos sucesos.

¿Es una “simple” pugna política de cara a las elecciones locales de octubre de 2011? ¿Se explica por un pésimo diseño institucional en lo que refiere a las leyes y normas de contratación estatal? O, ¿es un tema exclusivo de la “colombianidad”?

Y más significativo (como casi siempre lo urgente matando lo importante), cabría preguntarse seriamente si de verdad ese denominado cáncer de la corrupción es el responsable que explica el atraso económico, social y político que vive el país.

China, con un Estado fuerte y con gran éxito económico y social, cuenta con considerables tasas de corrupción. India, con un Estado débil y con gran éxito económico y social, cuenta con considerables tasas de corrupción. Las multinacionales europeas, provenientes de Estados fuertes como Francia y Alemania, hasta hace poco tiempo no más, empezaron a comportarse bajo duros catequismos anticorrupción. Y una ciudad como Nueva York, durante buena parte de los siglos XIX y XX, vio regidos sus destinos por una de las maquinarias de corrupción más refinadas y perdurables de la historia como lo fue el Tammany Hall.

Cabe entonces la pregunta (y reflexión) políticamente incorrecta: ¿qué tan desastrosa es realmente la corrupción?

El fin de la era Lula

¿Comienzo de una nueva era latinoamericana?

Las elecciones presidenciales brasileras llevadas a cabo el pasado domingo 3 de octubre y que tendrán su epílogo con la segunda vuelta el próximo 31 cuando se enfrenten los dos candidatos punteros, Dilma Rousseff y José Serra, marca el fin oficial de una importantísima era en la historia del Brasil. Pero tal vez, y más importante, podrán significar el comienzo de una nueva para toda Latinoamérica.

José Inacio Lula da Silva tiene serias probabilidades de pasar a la Historia como uno de los líderes transformadores más importantes en el contexto latinoamericano, por no decir mundial. Y acá no hacemos referencia a su casi estrambótica popularidad entre sus compatriotas que se mueve en niveles superiores al 70 o 75%, ni por su amplio programa de subsidios condicionados denominado Bolsa Familia.

La talla de estadista de Lula está dada por la novedosa, para nuestra región, aproximación al manejo de las relaciones internacionales de su país. Aunque el obrero metalúrgico del noreste brasilero fue un líder obrero con un pensamiento radical hacia la lucha por los derechos civiles y el restablecimiento de la democracia en su país, como mandatario nos hemos encontrado con un Lula pragmático a morir.

Ese pragmatismo ha sido fuente de durísimas críticas, no sólo de parte de algunos sus antiguos camaradas y compañeros de luchas civiles, en algunos casos, sino del mismísimo establecimiento académico, económico y político internacional. Tenemos el caso puntual del ex canciller mexicano, Jorge Castañeda, quien ha sido punzante al criticar los tratos impulsados por la administración Lula con países como Irán, Cuba, Venezuela y Turquía, en distintas materias (que incluyen incluso el enriquecimiento de materiales sensibles para la producción de energía atómica), que ve dichas relaciones como una solidaridad inmoral de tercer mundo y un claro alejamiento de los principios democráticos y libertarios, e incluso, hasta violatorios de las leyes y acuerdos internacionales existentes.

Lo que personalidades como el señor Castañeda ignoran, o evitan mencionar, es que la política de Lula busca, antes que cumplir máximas universales liberales y democráticas, satisfacer los intereses nacionales del Brasil, que resulta ser la república para la cual el fue elegido presidente.

Quizás alguien podría afirmar que la anterior afirmación es una perogrullada de dimensiones hercúleas. Tal vez eso sea cierto, pero la verdad sea dicha, una de las razones que explican el retraso económico y social de nuestra región y su irrelevancia geopolítica, consiste en que sus dirigentes han adoptado, casi sin chistar, los roles y reglas de juego asignados por las grandes potencias.

Lo anterior no debe llevar al lector a pensar que éste articulista es partidario de teorías como la de la dependencia que reza, de manera vehemente e histriónica, que los imperios extranjeros y sus multinacionales se han robado nuestros preciosos recursos naturales y dejado nada más que miseria y desolación en estas tierras.

Lo que debe comprenderse es que Lula, sin haber dejado a un lado el discurso de defensa y lucha por los Derechos Humanos y la democracia, e ideas como la unidad latinoamericana, ha fortalecido el aparato militar brasilero por medio de la adquisición y repotenciación de equipos, la firma de convenios con Francia para adquirir y desarrollar tecnología nuclear militar en submarinos y portaviones y el envío de misiones militares alrededor del globo bajo el tutelaje de las Naciones Unidas.

Adicional a lo anterior, Lula nunca adoptó durante su mandato, políticas económicas heterodoxas. Siempre estuvo atento por no atemorizar a la inversión extranjera y al empresariado brasilero e impulsó una profunda revolución productiva agraria centrada en el cerrado, así como en el impulso y la protección a las actividades mineras, industriales, e incluso, a aquellas fundamentadas en la investigación y el desarrollo.

Todos estos aspectos, militares y económicos, fueron construidos buscando satisfacer en la mayor medida posible los intereses brasileros, que no son otros distintos, en definitiva, a convertir a esta gran nación en una potencia, no sólo regional, sino global. Y para ello es necesario, no en las más de las veces, sino en todas, reducir los niveles de irreprochabilidad frente a temas universales y algo intangibles, como lo son los derechos universales del hombre y la democracia alrededor del planeta.

Juan Domingo Perón en la década de los 1940 y 1950, cuando ocupó por primera vez la primera magistratura argentina, se encargó de desperdiciar la gran oportunidad con que contaba su país para convertirse en una nación industrializada y del primer mundo, con las políticas de su movimiento político el Justicialismo. Este fue el primero de muchos “ismos” que vendrían a plagar el espectro político latinoamericano con una pléyade de promesas populistas e irreales que dejaron resultados desastrosos para las economías y sociedades latinoamericanas.

Hoy América Latina está de moda. Presenta un crecimiento económico dinámico, una clase media creciente y unas instituciones políticas aceptablemente preparadas para atender las demandas de sus sociedades. Lula da Silva ha dado la pauta. El discurso puede ser universalista, pero las políticas de Estado deben tener como meta la defensa y consecución del interés nacional. Ojala que la dirigencia latinoamericana de principios del siglo XXI imite de manera esmerada y continua a Lula tal como numerosos líderes de la región hicieron tristemente lo propio con el nefasto Perón de mediados del siglo XX.

miércoles, 2 de junio de 2010

La mayoría silenciosa

En las elecciones de 1972 en los Estados Unidos, los candidatos que se enfrentaron fueron Richard Nixon, presidente republicano en ejercicio y George McGovern, senador demócrata. El segundo era el candidato de los movimientos liberales progresistas. Abogaba por la salida inmediata de los Estados Unidos de sus compromisos internacionales adquiridos como potencia, especialmente Vietnam. Buscaba la consolidación de un Gran Gobierno al estilo europeo que satisficiera al máximo las necesidades sociales de los estadounidenses más desafortunados vía, especialmente, impuestos y otras cargas a los más pudientes. También, buscaba erradicar la corrupción y las malas prácticas políticas que se habían enquistado en Washington, supuestamente, desde la llegada de Nixon a la Casa Blanca, cuatro años atrás.

El resultado fue abrumador. Nixon obtuvo más del 60% del voto popular y en el Colegio Electoral, el resultado importante, ganó en 49 de cincuenta estados. Le faltó Massachussets y el Distrito de Columbia. Una barrida total. Los medios de comunicación, editoriales y cubrimiento noticioso, habían sido derrotados en las urnas por la “infame” mayoría silenciosa. Una mayoría silenciosa que, según los vencidos, no le importaba la decadencia moral que estaba sufriendo su país. Que no se preocupaba ni por los vietnamitas ni tampoco por sus pobres conciudadanos que vivían en condiciones precarias. Eran unos insensibles, irresponsables y desalmados.

La realidad era otra. Esa mayoría silenciosa, que no marchaba, que no se revelaba, que no tenía tiempo para manifestarse en las calles, no hacía eso porque fuera esas cosas de las que era acusada. No protestaba porque estaba preocupada en dedicar su tiempo en horas de trabajo para poder pagar hipotecas, seguros, la universidad de los hijos y de pronto divertirse en medio de tantas responsabilidades. Esa mayoría silenciosa no era desalmada. Era simplemente sensata y madura.

En Colombia, el pasado domingo 30 de mayo de 2010, casi la mitad de los que salieron a ejercer su derecho al voto, salieron a hacerlo por Juan Manuel Santos. El candidato odiado y acusado por la mayoría de los columnistas. El candidato señalado como violador de Derechos Humanos, de ser un hipócrita sin principios. De defender la permanencia de las malas costumbres políticas. Para los derrotados, la explicación de ese comportamiento electoral es que la mitad de los que salieron a votar son unos desalmados, irresponsables e insensatos. Incluso no falta quien hable, sin sonrojarse, de fraudes y robos electorales generalizados. Rugen: ¿cómo es posible que si en las redes sociales y en el mundo virtual la ola verde era mayoritaria y que las manifestaciones de jóvenes y no tan jóvenes en las calles eran favorables al candidato verde, esto no se haya manifestado en un resultado más holgado?

Como en 1972 en Estados Unidos, en Colombia en 2010, y valga decir en 2006 también, la mayoría silenciosa ha hablado. La sensatez y el trabajo duro se imponen a proyectos idealistas, irresponsables, irrealizables, llenos de lugares comunes e inmaduros. Muchas personas los apoyan sin duda. Hace cuatro años los mismos que hoy votaron por Mockus votaron por Carlos Gaviria.

Pero hace cuatro años, como hoy en 2010, votó también la mayoría silenciosa de manera abrumadora por un proyecto que no es perfecto, ninguno lo es, pero si es aterrizado. Los destinos de una nación, incluso Colombia, muy a pesar de muchos, no están para que sean objeto de experimentos caprichosos en donde priman dogmas defendidos por unas minorías que se niegan a aceptar las exasperantes complejidades del arte de gobernar. Esos idealismos han terminado en gravísimos costos para las sociedades que los han abrazado. En Colombia, la mayoría silenciosa, nos resguarda sabiamente lejos de esos peligrosos excesos.

martes, 4 de mayo de 2010

Hablemos de las presidenciables (Parte II)

Mockus es el candidato que tiene la bandera de la lucha contra la corrupción. Dice León Valencia en su columna de este próximo miércoles en El Tiempo, que el candidato de la Ola Verde “ha dedicado sus últimos seis años a caminar pueblos y ciudades haciendo talleres y seminarios con la obsesión de sacar al país de la cultura del atajo y de la consigna de que todo se vale…”. Este se ha convertido sin duda en la marca registrada, en el slogan y el mensaje central de su campaña.

Loable objetivo. Pero a mi parecer realmente mal enfocado. Lo que entre líneas está sugiriendo el candidato Mockus es que los colombianos tienen tendencias a saltarse la legalidad porque así les place. Lo que entre líneas dice es que a través del ejemplo y otras señales de carácter pedagógico se erradicará esa infame tendencia de los colombianos a considerar que todo vale.

Loable objetivo e interesante forma. Pero gobernar en una democracia, cualquiera que sea esta, hasta en una imperfecta como la colombiana, consiste en el arte de lo posible. El pragmatismo es una cualidad necesaria y eficiente que muchas veces es criticada y confundida como ausencia de principios.

¿Se habrá preguntado el candidato Mockus si los altos niveles de corrupción existentes en este país, se deben en buena parte a un andamiaje institucional que entrega incentivos a los ciudadanos de a pié, a los funcionarios públicos y a los empresarios del país, para que se comporten de manera podrida?

¿Y se habrá preguntado el candidato Mockus si de verdad será suficiente para reducir las prácticas corruptas, con los ejercicios pedagógicos, que sin duda alguna serían estimulantes y creativos, pero ciertamente limitados en sus alcances?

La política y el gobierno consisten en el arte de lo posible. En esta democracia, mal que bien, sabemos que es a través del Congreso de la República que tendrán que pasar las verdaderas transformaciones (aquello del andamiaje institucional).

¿Se habrán preguntado Antanas Mockus y su ola verde, cómo van a pasar ese “pequeño” escollo que es el Congreso?

Que no tenga mayorías es irrelevante. ¿Se acuerdan de un tal Álvaro Uribe Vélez por allá en mayo de 2002 cuando salió Presidente de la República y no tenía partido y lo que es más importante, no tenía mayorías, ni siquiera incipientes, en el Congreso? Las armó y todos sabemos cómo, porque la política es el arte de lo posible.

¿Se imaginan a Mockus negociando con el Congreso de Colombia, al que no puede saltarse fácilmente tal como se saltaba al Concejo Distrital?

¿Se lo imaginan?

sábado, 17 de abril de 2010

Hablemos de las presidenciales.

El 3o de mayo los colombianos estamos convocados para asistir a las urnas y elegir al presidente que reemplazará a Álvaro Uribe Vélez. Las últimas encuestas muestran que del pelotón de candidatos se han desprendido de manera contundente dos figuras. Juan Manuel Santos de la U y Antanas Mockus del Partido Verde. Nohemí Sanín, del Partido Conservador, está entre los dos fugados y el pelotón, pero si las tendencias se confirman y consolidan, ella se unirá a los últimos y se convertirá en un alfil más del ajedrez político nacional, tal como ya lo son figuras del tamaño de Gustavo Petro (PDA), Germán Vargas Lleras (CR) y Rafael Pardo (Liberal).

Esta introducción nos limita el análisis a los candidatos punteros. Así, quiero permitirme hablar sobre un tema que es álgido hoy día, pero que puede tomar mucha más temperatura. Ese tema es Venezuela.

Quienes favorecen a Juan Manuel Santos advierten como uno de los grandes puntos a su favor, la mano firme que tendría para manejar las relaciones con el problemático vecino que vive en el Palacio de Miraflores. Afirman que Santos cuando estaba fuera del gobierno Uribe y cuando estaba adentro como líder de la U y como Ministro de la Defensa, se mostró como un gallo fino de pelea al cual el teniente coronel no podía venir a ponerle los puntos en las íes sin más ni más. Del otro lado, los miembros de la formidable y todavía sorprendente Ola Verde, le endilgan a Mockus una capacidad de entendimiento con Chávez, no porque este comulgue con el ideario del presidente venezolano, ni más faltaba, sino porque su forma de comprender la vida y la administración pública es una que se caracteriza por buscar formas de entendimiento y acercamiento, siempre dentro de la legalidad y el respeto a los valores más sagrados, como el de la vida por ejemplo, y en el caso de las relaciones internacionales, el respeto y cumplimiento a la Ley internacional.

Debería agregar que esta misma argumentación es acomodada por los contrarios a cada uno de los candidatos para señalar que las caracterizaciones arriba indicadas, son precisamente graves falencias de estos. Es decir: Juan Manuel Santos es un maquiavélico y recalcitrante practicante de la realpolitk que con su forma de gobierno pendenciera va a mantener las tensiones con Venezuela que podrían desembocar, en el colmo de la locura y la irresponsabilidad, en una enfrentamiento armado, y Antanas Mockus es un hippie porta-girasoles con veleidades histriónicas que va a entregar el país a los desvaríos del chafarote de al lado con las terribles consecuencias que esto tendría para la seguridad de Colombia (léase Farc).

A mi parecer es necesario matizar los puntos de vista utilizados por cada uno de los bandos. Creo que un gobierno de Antanas Mockus, debido a su rectitud y a su inquebrantable respeto de la legalidad, al contrario de lo que piensan sus áulicos, llevaría a una gran tensión de las relaciones entre Colombia y Venezuela. ¿Podría Mockus, un político que se ha mostrado reacio a llegar a acuerdos cuando las vías de hecho y por supuesto la explícita violación de la Ley se presenta, llevar unas relaciones fluidas, cordiales y colaborativas con un jefe de Estado como lo es Hugo Chávez a quien no le atemoriza entablar lazos con organizaciones al margen de la Ley ni poner en marcha políticas descaradamente anti-colombianas?

Mientras que en el caso de Santos las cosas podrían tender hacia la distensión pragmática de las relaciones entre Bogotá y Caracas. ¿Cómo? Pues precisamente al ser Santos un “maquiavélico y recalcitrante practicante de la realpolitk”, le permitiría llegar a un acuerdo con Chávez. Cabría decir que seguramente éste sería lejano a ser perfecto y posiblemente no permanente. Sus antecedentes y las críticas de sus adversarios, así lo confirmarían. Ha estado en varios gobiernos de distintas tendencias políticas, ha sido promotor y crítico del despeje, adversario y defensor del mismo presidente Uribe (no tiene principios). Esos antecedentes y esas críticas, en el caso particular de Venezuela, pueden convertirse en herramientas muy útiles a la hora de administrar las relaciones con el país vecino.

Entonces es aquí cuando cabría preguntarse qué es lo que le conviene más a Colombia. ¿Un muro incorruptible, es decir unas relaciones tensas, o una veleta cambiante, es decir unas relaciones fluidas?

Los principios ó lo práctico. ¿Que entre el diablo y escoja?

miércoles, 10 de marzo de 2010

LO URGENTE POR SOBRE LO IMPORTANTE

O sobre las opciones de los estadistas

“El padre de familia que da mal ejemplo, esparce la autoridad sobre sus hijos en un desierto estéril. Para controlar a los violentos, el Estado tiene que dar ejemplo, derrotar la politiquería y la corrupción”.

Álvaro Uribe Vélez,
Punto 24 de su Manifiesto Democrático (2002).

La Historia Nacional terminará alabando numerosos logros de las dos presidencias de Álvaro Uribe Vélez. El mejoramiento en los índices de seguridad, su lucha frontal contra los grupos armados ilegales, entre otros más, serán considerados puntos positivos en su libreta de calificaciones. Pero el tema del manejo de la Política Exterior tendrá mucho material para satisfacer las críticas negativas.

Hoy día, sus adversarios políticos hacen alusión a que la ambición del presidente, materializada en su búsqueda de una primera (satisfecha) y segunda (insatisfecha) reelección llevó a que su administración dejara a un lado lo que pontificaba con tanta devoción en el punto 24 de su popular Manifiesto Democrático que habría de llevarlo al solio de Bolívar en mayo de 2002 sin necesidad de acudir a una segunda vuelta.

Ese abandono de una lucha frontal contra la politiquería lo llevaría a feriar, entre otros, el servicio exterior colombiano. Sin duda fue llamativo para los medios de comunicación y para una parte de la opinión pública y el electorado que en medio de la discusión de la primera reelección, por allá en marzo de 2005, se diera la salida intempestiva de una de sus colaboradoras que lo había acompañado desde las ya lejanas y míticas épocas en que el exgobernador antioqueño contaba con tan sólo el 2% en las encuestas.

La persona en mención era ni más ni menos que una de las expertas en política exterior más respetadas y experimentadas del país: María Ángela Holguín. Su salida del gobierno se daba por su inconformismo con el alto grado de politiquería existente en la Cancillería a la hora de nombrar a los que debían ser sus asesores en la misión colombiana en las Naciones Unidas.

El asunto mojó prensa y no sería el único en hacerlo (v.g. affaire Samper – Pastrana julio 2006). Ya era suficientemente claro para propios y extraños que aunque Uribe andaba activo en sus consejos comunales denunciando la politiquería y la corrupción en los escenarios regionales, en los internacionales, es decir en lo que refiere a su servicio exterior, no parecía incomodarlo de amucho.

Los académicos colombianos, esos abnegados estudiosos de los temas nacionales importantes pero no urgentes, tales como el servicio exterior colombiano y en general toda la política exterior del país, estaban denunciando de igual manera la forma cortoplacista, poco hábil y parroquialista, con que se estaban tomando las decisiones que afectarían el futuro del país en la escena internacional.

Peleas continuas con Venezuela (que no sería el único país en sufrir a Colombia) y su mandatario, el presidente Hugo Chávez Frías, han sido la regla de los ocho años del gobierno Uribe. Disputas y sus consiguientes reconciliaciones que a la luz de los expertos eran tan insensatas como los mismos rompimientos. Antes que el interés nacional de cada una de las naciones, que de hecho, a la luz de las realidades históricas y geográficas, se encuentran sumamente ligados, lo que parecía primar a la hora de tomar las decisiones que conllevaban al quebrantamiento o al nuevo acercamiento, era la ideología.

De allí, la observación de Socorro Ramírez, que en Colombia los asuntos internacionales se encontraban supeditados a “los sesgos propios de las opciones del” presidente Uribe, las que, según Marcela Rojas, apuntaban hacia orientar “la política exterior al servicio de la política de seguridad democrática”.

De esta manera se llegó a una “domésticación de la política exterior colombiana”, que aunque ha tenido logros destacables y valiosos, tales como la continuación de la colaboración militar y económica fluida para el Plan Colombia, el aseguramiento de recursos abundantes para la seguridad democrática y el apoyo con advertencias y observaciones al proceso de negociación con los grupos de autodefensas, todos provenientes de los Estados Unidos, también ha tenido serias consecuencias que han profundizado muchos de los yerros ya crónicos de la política en asuntos exteriores de Colombia. Así, el Proyecto Piensa Colombia, del Senado de la República, en su documento La inserción internacional en Colombia: Hacia la construcción de una Política Exterior para el Siglo XXI, señala que el país ha terminado por hacer demasiado énfasis en la securitización de las relaciones internacionales, con su consabida concentración en los temas de conflicto, drogas, Derechos Humanos, la dependencia del país en la asistencia internacional y la casi sofocante relación bilateral con los Estados Unidos.

Se concluye así, que no se pueden explotar las distintas potencialidades colombianas que se desprenden de su ubicación geográfica y de sus características como potencia mundial ambiental.

Ahora bien, para ser justos con el saliente presidente de los colombianos, debe afirmarse que estas últimas características señaladas, que dentro de los ámbitos académicos no son vistas con buenos ojos, no empezaron a aparecer en agosto de 2002. De hecho, como bien lo señalan Rodrigo Pardo y Leonardo Carvajal, expertos internacionalistas, aunque teniendo un enfoque diametralmente opuesto al de Uribe (resolución armada del conflicto colombiano), el Presidente Andrés Pastrana (1998 – 2002) fue el que securitizó la agenda internacional del país por medio de su Diplomacia por la Paz y la creación del Plan Colombia. Todo en el marco del proceso de negociaciones con las Farc, que sólo vino a terminarse en febrero de su último año en la Casa de Nariño.

¿Qué podemos concluir entonces sobre la pertinencia de las críticas académicas lanzadas desde el mundo académico y ciertamente apoyadas por los opositores al régimen actual? Desde la torre de marfil que es la academia, los investigadores pueden permitirse ciertos lujos que los políticos responsables y atribulados con la enormidad e inmediatez de los desafíos no pueden ni siquiera imaginar gozar.

Un estadista habilidoso y exitoso, además de contar con suerte, ¡quien lo creyera!, debe buscar crearse el mayor número de opciones posibles dentro del escenario en el cual debe desenvolverse. Esas opciones no están dadas por los manuales y las recomendaciones de los expertos y los burócratas sino sencillamente por el desarrollo de los acontecimientos actuales, las realidades geográficas, el bagaje histórico de sus pueblos y, en menor medida, la filosofía existente en sus propios pensamientos, así como en el de sus competidores y aliados.

De esta manera las críticas académicas, a juicio de este humilde columnista, son bienvenidas para aumentar el debate de las ideas (el cual es lento y lleno de tropiezos) durante el proceso de creación de las políticas públicas de cualquier tipo. Pero concluir que el carácter cortoplacista, incompetente, parroquialista, estrecho, garrafalmente bilateral, entre otras, ha sido producto de la presente administración, es precipitarse a caer en un error de groso tamaño, que atenta contra la misma rigurosidad de la discusión.

Por eso resulta tan importante que los documentos académicos, en las más de las veces, cuenten con un fuerte componente propositivo que tenga en cuenta dentro de su construcción analítica las limitaciones, arriba ya mencionadas, con que deben lidiar los políticos en su proceso de toma de decisiones.

Por supuesto que en las administraciones Pastrana y Uribe, mencionadas en este artículo, debieron tener en cuenta aspectos tan básicos, lógicos y necesarios para el buen funcionamiento de una democracia, como el tener un servicio exterior profesional, una política exterior amplia, temática y geográficamente hablando, y la búsqueda del aprovechamiento de la condición medioambiental privilegiada. Pero también es menester tener en cuenta que en cada uno de sus momentos políticos, la premisa fundamental sobre la cual giraba el proyecto nacional, consistía en solucionar o lidiar lo mejor posible, el ya crónico problema de la violencia y la deficiente seguridad humana y física. Cada uno de los dos presidentes, como está claro a todas luces, con enfoques diametralmente distintos, buscaron satisfacer de la mejor forma posible dicha premisa.

Mal que bien, hoy día Colombia ya no se encuentra señalada o ad portas de serlo como Estado fallido. Ese es un gran logro nacional. Un logro que debe potencializarse y materializarse en la solución (administración) de otros graves problemas que afectan al país y que no solo atañen la calidad del servicio exterior y la política internacional. Las prioridades, en una democracia imperfecta como la colombiana, deben ser decididas por medio de los escrutinios que arrojan a los vencedores de las campañas por los cargos de elección popular.

A continuación un paréntesis:

Los arriba señalados yerros, para fortuna del país, cada uno, en mayor o menor medida, cuentan con métodos y experiencias replicables para que sean solucionados. El tema medio ambiental puede convertirse con el paso de los años en uno que verdaderamente se apropie de las agendas internacionales de los países del mundo. Por lo tanto no sería propio de un mundo de ciencia ficción, elaborar escenarios en los que se contemple al tema medio ambiental como el eje central de la Estrategia Nacional de Colombia, de la cual se desprenderían las demás políticas, incluyendo por supuesto a la exterior. Seguramente a dicho escenario no se llegará por la epopeya realizada por un grupúsculo de pequeños y heroicos países (Colombia allí incluida) que lograron cambiar las prioridades del sistema internacional, sino que debido a acontecimientos desatados por las fuerzas de la naturaleza, dichas prioridades cada vez tendrán que ser formadas a partir de la tozudez de los acontecimientos (inundaciones, sequías, violentos inviernos, migraciones norte sur hacia el Ecuador, etc.)

Por su posición ecuatorial, su topografía quebrada, sus abundantes y ricas cuencas hidrográficas y su biodiversidad ambiental, el país podría, de estar adecuadamente preparado, tomar un lugar de verdadera preponderancia. Este es un proyecto de connotación nacional que sabrá realizarse gracias a un proceso de concientización y valoración, del cual deben ser parte los expertos académicos y por supuesto, los políticos y sus asesores.

Hay otros temas que este columnista se atrevería a llamar menos complejos, por supuesto que comparados exclusivamente con el anterior, pero que aún así pueden ir siendo mejorados para el bien de la política exterior colombiana. La securitización de los asuntos internacionales solo disminuirá con la resolución misma de los problemas relacionados con el conflicto y los índices de seguridad.

La fortísima relación con los Estados Unidos sólo desaparecerá, igualmente, cuando las prioridades dadas por las realidades así lo permitan y deben tenerse en cuenta los posibles réditos para el país de una profundización de las relaciones entre los dos países por medio de una posible colaboración colombiana en Afganistán, que podría traer mejoras en la posición militar y económica del país – membresía asociada OTAN, estatus nación aliada No OTAN de EUA, Temporal Protection Status y TLC.

En el debate político actual, no hay ningún candidato con serias posibilidades de llegar a la presidencia que afirme un cambio de 180 grados en cualquiera de los aspectos anteriores, cosa que es totalmente comprensible desde la perspectiva del pragmatismo electoral y también del realismo de la situación actual del país.

Se cierra el paréntesis.

Para concluir, así como ya se indicó que son las elecciones las encargadas de escoger las prioridades de la agenda nacional a través de la escogencia de vencedores, es también necesario señalar que dichos vencedores deben estar preparados para interpretar y entender los deseos de las masas, pero también para identificar los verdaderos y no pocas veces soterrados intereses nacionales de los pueblos que desean liderar.

Dicho esto, es fundamental que aquellos que son ungidos como los guías de las sociedades, deben buscar a como de lugar, crearse el mayor número de opciones posibles dentro de los limitantes que la Historia, la Geografía y las ideas les impongan. Es de esta forma que, en materia puntual de política exterior, debemos esperar y exigir que los dirigentes en un momento dado, a pesar de lo dificultoso que pueda ser, cumplan con sus promesas planteadas durante las campañas políticas y también vayan más allá de ellas cuando sea necesario para poder satisfacer el interés nacional.

Sólo así, podrá un país como Colombia, encontrarse preparado de la mejor forma posible, para un evento como lo sería el señalado en el paréntesis de arriba de la mediambientalización de la agenda internacional. No se trata de construir superestructuras futuristas que no vayan a ser utilizadas hasta dentro de 20 o 200 años o tal vez nunca. Se trata de aprovechar desde ya las ventajas que tenemos y crear marcos institucionales que estimulen y promueven industria, comercio, turismo y conocimiento, que nos lleven a estar preparados para los retos de hoy y del futuro. En eso consiste crear opciones.

sábado, 27 de febrero de 2010

Ganadores y perdedores

Muchas respuestas y por supuesto, muchas preguntas, se originaron el día de ayer en la tarde cuando salió a la luz pública que la Corte Constitucional falló de manera positiva la sentencia del magistrado Sierra Porto que señalaba cinco vicios insubsanables en la Ley 1354 de 2009 y por lo tanto la declaraba inconstitucional. Moría así el referendo reeleccionista.

Una de esas muchas preguntas que han de surgir con motivo del fallo de la Constitucional, es la que hace referencia a los ganadores y perdedores producidos por este.

Los ganadores.

La Corte Constitucional. Se escribirán libros (espero) sobre estas aciagas horas. Algunos, no pocos, afirman que este fallo es político. Gran debate pero no es el punto central de este momento. La Corte declaró inconstitucional la Ley de referendo porque en el trámite de su realización se presentaron yerros insubsanables. Los trámites y las formas están ahí para respetarse. Los tiempos están ahí para obedecerse. No son simples adornos y embelecos de abogados. Son ni más ni menos que las garantías del sistema y eso es lo que ha resaltado la Corte. Por ser lógica, por ver y resaltar lo que era obvio, la Corte es la gran ganadora del momento.

Juan Manuel Santos. Tiene asegurado el guiño de Uribe, digan lo que digan terceros y diga lo que diga el mismo Uribe. Ahora, tiene que jugar de manera excelsa sus cartas. Como afirma Mauricio Vargas, el que se resbala pierde y no tendrá tiempo de reponerse, pero Juan Manuel Santos queda con su candidatura despejada al tener guiño, maquinaria y buena parte de la opinión uribista.

Eduardo Posada Carbó. Desde hace mucho tiempo Posada Carbó viene haciendo un interesantísimo ejercicio en las páginas editoriales de El Tiempo que consiste en traernos argumentos de la mayor altura académica a los debates del día a día de la política y la sociedad colombianas. Y él, habiendo apoyado al presidente en un buen número de iniciativas, hizo hincapié, con bastante antelación, en argumentos tan despreciados por furibistas y otros, como que las democracias del siglo XXI se caracterizan por ser las democracias de los jueces y no de las mayorías. Y que en las democracias, por harto e injusto (impopular) que parezca, las formas pesan incluso más que el fondo, puesto que son las primeras las que nos protegen de los excesos que pueden ir fácilmente al interior de lo segundo.

Álvaro Uribe Vélez. ¡Sí! Uribe es uno de lo ganadores. Acabada la tortuosa posibilidad de la reelección, Uribe va a poder dedicarse a lo que sabe hacer mejor y que por andar en (¿la mitad de?) este relajo del referendo no pudo hacer bien. Mandar. Además con su aceptación del fallo queda como lo que siempre nos pareció a muchos que era: un gran estadista. ¡Adelante Presidente!

La figura de la reelección. Pues sí. Llegó para quedarse. La Constitución del 91 nos la quedó debiendo. El liderazgo del ejecutivo en nuestro sistema es fundamental y las políticas de gobierno, para que se conviertan en políticas de Estado necesitan de periodos mesuradamente largos. Ocho años es una medida aceptable para lograr esto. Y claro, las elecciones con presidente activo girarán alrededor de él y de lo que haga y no haga y tendrá muchas ventajas a su favor, pero eso es apenas lógico. Las campañas presidenciales en ese caso serán un Plebiscito sobre el desempeño presidencial y así se tendrán que enfocar las campañas políticas.

Colombia. Gana Colombia y gana mucho. Hay muchos problemas y las soluciones se encuentran lejanas, pero lo que acá sí hay es una separación de poderes para nada despreciable. A la hora de la hora las instituciones, todas, mostraron que están a la altura de enfrentar retos tan tenaces como el planteado por la Ley de referendo reeleccionista. Pero esa gallardía y ese tesón no son exclusivos de las cortes, el ejecutivo y el congreso. Los encontramos también en los medios de comunicación y en general en el tan vilipendiado y pordebajiado pueblo. Se comportó a la altura. No hubo asonadas ni nada por el estilo. Los antireeleccionistas celebraron y los reeleccionistas salieron para sus casas, enguayabados pero respetuosos del fallo. ¿Qué van a decir ahora las FARC y los otros violentos sobre Colombia como democracia? ¿Que no existe? ¿Que no hay espacio político para los que piensan distinto a las élites y más importante, a las mayorías? Interesante, ¿no?

Los perdedores:

Los promotores del referendo. Todo el mundo lo dice medio en broma, medio en serio. Lo más "tirado" que había para hacer en esta atribulada Colombia era hacer reelegir al presidente Uribe. Los señores del comité promotor y los que participaron en el proceso convirtieron lo fácil en imposible. Pregunta mal hecha, financiación violatoria, incumplimiento de requisitos. Lo peor es que ahora le deben múltiples explicaciones, no sólo a los uribistas reeleccionistas y al propio presidente, sino también a la mismísima justicia. ¡Están Llevados!

El procurador. Yo no llegaría a decir que es el Absolvedor Nacional como lo llaman muchos casi que a manera de insulto. Pero como en las democracias del siglo XXI las percepciones y la inmediatez de los mensajes y las imágenes (el efectismo) mandan la parada, su concepto favorable a la reelección se ira a convertir en su bautismo oficial como Absolvedor o como procurador de bolsillo. Quedó muy mal parqueado don Alejandro Ordóñez.

Los asesores furibistas con José Obdulio Gaviria a la cabeza. Porque mantuvieron la ilusión de la aprobación del referendo hasta casi el último minuto. Porque sometieron (¿convencieron?) al presidente a esta idea de cambiar las reglas de juego en la mitad del partido para buscar la permanencia en el poder, afectando muy seguramente la valoración histórica de su segundo mandato, por lo menos. Porque han tratado de inculcar la idea de que el único que puede gobernar este terruño llamado Colombia es Uribe Vélez. Y porque también trataron de inculcar la ideita de que las formas y los procedimientos en una democracia moderna están supeditadas a como de lugar a los deseos de las mayorías. No mis señores, ¡muy equivocados ustedes en lo que respecta al capítulo rereeleccionista!

Los furibistas. Por hacerles caso ciego a los asesores furibistas. Claro que hay mucho de este espécimen que pronto va a dejar de serlo apenas los contratos y la nómina pública no las maneje el doctor Uribe. Hay que estar pilas con estos para montársela aunque sea en estos blogs.

Ramiro Bejarano, María Jimena Dussan y en menor medida Coronell. Van a tener que reinventarse. Ya no van a tener a esa espléndida némesis que fue Álvaro Uribe Vélez como material de blanco de sus (muchas, muchas y algunas, respectivamente veces) aparatosas críticas. Considero conveniente para ellos que asuman en primer lugar una posición similar a la adoptada el mismo viernes en Hora20 por otra gran crítica de Uribe, Natalia Springer. Deben reconocer como un gran pro de Uribe la forma con que ha aceptado la decisión de la Corte. Eso es, a mi parecer, rigurosidad académica y objetividad.

Las FARC y la insurgencia armada así como cualquier otro que diga que toma las armas por causas políticas. Con problemas e imperfecta, pero aquí hay democracia y garantías. ¡Y para rato!