jueves, 15 de diciembre de 2011

Se cayó la Supercorte

Ha salido la noticia en El Tiempo que en la conciliación de los proyectos que salieron de Senado y Cámara de la reforma de la justicia se ha caído la Supercorte que se disponía crear esta reforma. Aunque esto puede calificarse como positivo, para SINEMBARGO no queda claro que esta acción pueda ser entendida como un cambio en la tendencia de los políticos nacionales a buscar soluciones a los problemas con la automática ampliación del Estado. 

En próximas entradas SINEMBARGO continuará profundizando el crítico asunto de la reforma de la justicia colombiana, la cual no se limitaba en lo absoluto a la creación de la mencionada institución. 

Como podrá observarse, el objetivo de esta serie de escritos consiste en comprender que el fortalecimiento sustancial del aparato de justicia sólo podrá ser logrado si la sociedad y el Estado entienden que a la justicia debe dársele un trato similar al que durante los últimos diez años se le ha dado a la seguridad y a la defensa nacional. Debe comprenderse que esta es estratégica y por lo tanto necesita recursos (similares en calidad y cantidad a los del Plan Colombia y el impuesto al patrimonio, entre otros), necesita políticas públicas especializadas (como lo fue la Política de Seguridad Democrática) y demanda dedicación prioritaria y liderazgo creativo y efectivo por parte de la dirigencia del país. 

Preocupantes tendencias

La reforma de la justicia que se viene tramitando en el Congreso de la República, después de su cuarto debate superado, de ocho en total que debe cumplir, empieza a entregar elementos que corroboran la incansable tendencia de los políticos colombianos en crear instituciones antes que buscar el fortalecimiento de las previamente existentes. 


Este es el caso de la denominada "supercorte" que se encargará del juzgamiento de todos los funcionarios aforados con las únicas excepciones del presidente y el vicepresidente de la República. Como bien lo ha denominado la Fiscal General, Viviane Morales, esta nueva estructura de la rama judicial debe considerarse como un "Frankenstein". SINEMBARGO no conoce exactamente las razones por las cuales la alta funcionaria entrega ese apelativo a la posible nueva institución de juzgamiento y control, pero éste si se atreve a decir que resulta desafortunada su sola existencia porque está impulsada en la creencia de que para solucionar los problemas, simplemente, el Estado tiene que crecer. 


Escribía Alejandro Tagliavini sobre la recién nacida CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y la criticaba utilizando una frase que aplica perfectamente para resumir el embrollo alrededor de esta supercorte y para muchos otros temas, en Colombia y en el resto de la región: "¡burocracia para solucionar los problemas de la burocracia!". Con signos de exclamación y todo que dejan entrever el sarcasmo que produce este proceder de la clase política colombiana, latinoamericana y caribeña. 


Del accionar de la Corte Suprema de Justicia se puede criticar mucho, pero se le encuentra parte de razón a los señalamientos hechos por su presidente, el magistrado Camilo Tarquino, quien en entrevista con el diario El Espectador ha señalado de manera enfática que a la Carta Magna colombiana no le cabe una supercorte más y que buena parte de los graves problemas de congestión judicial que sufre el país pueden superarse con mayores recursos que serían utilizados en la contratación y preparación de personal y la adquisición de tecnología y conocimientos de investigación judicial.


Ese es el almendrón del asunto, tal como ya se ha expuesto desde este espacio (ver Mapiripán y la construcción de Estado).


Lo otro, la simple instauración de más instituciones y burocracias, resulta preocupante porque consolida la fe de los actores políticos en este remedio. Cuando llegamos a la Asamblea Constituyente de 1991, el poder judicial contaba con la Corte Suprema y el Consejo de Estado y se decidió agregarle tres actores de gran calado adicionales: la Corte Constitucional, un Consejo Superior de la Judicatura y una Fiscalía General de la Nación. Ahora, 20 años después se está tramitando la creación de una nueva corte. 


¿Qué se puede esperar que suceda dentro de las próximas dos décadas? Que los problemas de congestión y de insatisfacción de la población con la justicia se mantendrán y entonces los líderes políticos propondrán como remedio revolucionario la creación de una nueva supercorte para la descongestión y eficiencia judiciales. Causa risa. Pero nerviosa.   

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sobre propuestas y debates “incorrectos”

Mientras el nuevo alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, se empeña en proponer la creación de una super entidad que maneje los servicios públicos domiciliarios de energía, agua y alcantarillado y telecomunicaciones, controlada por el Distrito Capital, que seguiría el modelo de las Empresas Públicas de Medellín, en Honduras, uno de los países más pobres, corruptos y violentos de Centroamérica, surge una exótica iniciativa que busca des-estatalizar funciones como la creación de la riqueza, mantener impolutas las diversas actividades económicas y sociales y también proveer los distintos servicios públicos, incluidos, por supuesto, los domiciliarios.


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Debates no álgidos

Ha causado revuelo la publicación de una carta de renuncia de un profesor de la Universidad Javeriana de Bogotá, Camilo Jiménez, debido a la incapacidad de los alumnos de sus últimos semestres para escribir un resumen claro y sin errores sobre un libro para la clase de edición de textos de no ficción.

Los alumnos han respondido, formadores de opinión se han pronunciado, han mediado también otros profesores y el resultado ha sido una especie de debate, no muy álgido por cierto, pero que es raro que tome tanta atención de los medios más influyentes de Colombia.

Sin ser experto, pero contando con algo de experiencia como profesor, SINEMBARGO puedo afirmar que antes que indilgar la razón del nefasto resultado señalado por Jiménez a una indiferencia pura y llana de unos estudiantes hacia la vida real debido a su empecinamiento en el uso de las nuevas tecnologías, considero que en buena parte, la explicación radica en la falta de dedicación de estos a resolver cualquiera que sea la prueba asignada. Es decir, es un problema de concentración o si se quiere, y aunque suene retrógrado, de disciplina.

Esta es una hipótesis, pero creo que hoy como hace una década o un siglo, los estudiantes, jóvenes que están en la mayoría de los casos pendientes de explorar las fascinantes oportunidades que les puede llegar a deparar la vida, necesitan para obtener buenos resultados en sus estudios, y hago referencia a que aprendan, a que exploten la curiosidad, no a las notas en sí, concentrar buena parte de su tiempo a ello. Leí hace muy poco en algún lado un nuevo aforismo, hijo de otro más antiguo y que decía algo así como que "para escribir bien, muy bien, se necesita un 3% de talento y un 97% de evitar dejarse distraer por internet".

¿Cómo, entonces, lograr que esa mayoría de alumnos se apliquen? Creo que todos sabemos hacia donde apunta la respuesta: hay que apretar las tuercas. Nuevamente, puede sonar retrógrado y anti-liberal, pero los alumnos como cualquier otro ciudadano o ser humano responde a estímulos. Para escribir bien, de manera aceptable, se necesita tiempo. Releer. Reescribir. Volver a releer y volver a reescribir. Pero normalmente, y eso no tiene nada de malo, uno como estudiante "necesita" dedicarse a otras cosas "mucho más" importantes.

SINEMBARGO lo ha visto. Múltiples veces. Un primer trabajo pésimo redactado, mal estructurado, ortografía para llorar y hasta horriblemente presentado. Sin sustancia y por supuesto sin forma. Nota: pésima. Y después de esto se presenta un segundo trabajo en el que la mejoría es ostensible. La clave, en las más de las veces radica en que se le dedicó mayor tiempo.

Esta solución quizás parezca demasiado simple pero una evidencia de que el análisis no está desviado, yace en la realidad que estamos presenciando hoy día en países como China, India y Corea del Sur. Los estudiantes y sus familias no sólo quieren mejor educación sino que quieren más. Encontramos como hechos normales jornadas estudiantiles extenuantes de más de 10 horas las cuales son prolongadas con cursos extracurriculares de tres o cinco horas más.

La dedicación de estos alumnos y de sus padres y abuelos, ya que no toda esa educación la provee de manera gratuita el Estado sino que las familias deben invertir en ella, se debe en gran parte a la alta disciplina. ¿Es un factor cultural? Sin duda. ¿Cómo se construyó dicha cultura? Si nos referimos a los trabajos de Michael Gladwell la respuesta para un país como Colombia es poco alentadora debido a que esa disciplina de dichas sociedades en buena parte fue construida durante el cultivo milenario del arroz, especialmente. Si, milenario. Entonces, ¿qué se puede hacer en Colombia y por ahí derecho en el resto de Latinoamérica? Siendo positivos y soñadores, podemos aspirar a que nuestros Estados y nuestras sociedades adquieran conciencia del enorme reto que significa para la región, el hecho que en Asia se está consolidando un enorme ejército disciplinado de trabajadores, altamente capacitados y se preguntará, ¿cómo verdaderamente se podrá competir con ellos?

Siendo algo negativos y tal vez realistas, podemos esperar que poco habrá de cambiar. Por ahora las prioridades se encuentran en proveer una educación gratuita, esencialmente porque esta es considerada como un derecho sagrado y que adicionalmente entrega significativos réditos políticos y por sobretodo electorales. Pero atreverse a abordar preguntas estratégicas como ¿qué tipo de trabajador calificado debemos preparar en nuestros países?, y ¿qué intereses deben ser lastimados en esa decisión?, son posibilidades que deben descartarse de antemano.

Por esta razón es que el debate no es álgido. Pareciera que se queda en la existencia de las redes sociales y en general de la internet. Como bien lo señalan algunos, esa observación pareciera dejar a un lado el hecho cierto de que cada generación tuvo sus grandes distracciones, que la anterior no dudo en anunciar, con su respectivo Camilo Jiménez, como causas para el fin de la Humanidad (¡ah! ¡Todo tiempo pasado fue mejor!) Hace 30 años, podría apostar y ganar, alguien debió haber renunciado en Colombia a su cátedra por razones muy similares. Alumnos poco comprometidos y nada curiosos, incapaces de redactar cualquier cosa. Pero la vida continuó y acá estamos.

Esa es la cuestión: acá estamos. Pero en Asia sí ha pasado algo y por acá, la mayoría, ni siquiera paramos bolas ni nos preguntamos cómo lo están haciendo allá. Así las cosas, en otros 30 años aparecerá otro profesor Jiménez haciendo la misma crítica con los mismos resultados.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Petro y la EEB: fallos en su liderazgo

Sin duda uno de los objetivos que el alcalde electo de Bogotá, Gustavo Petro, se ha planteado como derrotero dentro de su administración, será llegar a pisar múltiples callos. Especialmente los de los poderosos. No cabe duda que esa era su motivación al anunciar, no ya en su programa de gobierno, sino ante una de las tribunas más leídas en Colombia: la entrevista de Yamid Amat en el diario El Tiempo de los domingos, su intención de fusionar en una sola entidad al Acueducto, la Energía y las Telecomunicaciones de la ciudad en una sola gran entidad liderada indiscutiblemente por el Distrito Capital.

Después de hechas estas declaraciones, la Bolsa de Valores de Colombia vivió una tormenta bursátil de dimensiones realmente atemorizantes. La Energía, EEB, perdió más del 15% de su valor en dos días y en el tercero tuvo que ser detenida su transacción en bolsa. Telecomunicaciones, ETB, cayó también, pronunciando a la baja su ya depresivo precio. Los representantes del mercado de valores y los detractores del futuro alcalde, lo acusaron de ser el responsable de un supuesto detrimento patrimonial y de crear pánico financiero. Petro ha salido a defenderse, y a atacar, anunciando que han sido los especuladores financieros los responsables de la caída en el precio de la acción y señalando que el interés en los bonos de la EEB, el caso más sonado, ha caído levemente, casi a la par que la bien ponderada EPM, que es el modelo al que en buena forma apunta el alcalde de Progresistas con su propuesta de fusión.

Ayer jueves se cumplieron 70 años del ataque japonés a Pearl Harbor, acción militar que conllevó al total involucramiento de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El presidente de la época de ese país era Franklin Delano Roosevelt quien es recordado especialmente por su New Deal y su formidable liderazgo durante la conflagración mundial. No obstante, cabría recordar el rol que jugó FDR durante los largos años de preguerra y durante los dos primeros años de la confrontación.

Hitler y Roosevelt llegaron al poder con una diferencia de poco más de 60 días y para el presidente estadounidense el Führer era una amenaza mortal para la propia Alemania, para Europa, para los Estados Unidos y en general para la totalidad de la civilización occidental. El pueblo que lideraba FDR se encontraba preocupado por la grave crisis económica y social que sufría desde 1929 y lo que pasara a más de 5 mil kilómetros de distancia poco o nada le importaba. Roosevelt ha sido el único ciudadano estadounidense en obtener una tercera y cuarta elección como mandatario. Su fijación con Hitler era profunda desde el principio de su mandato, pero Roosevelt comprendía a la perfección el espíritu de su pueblo y por lo tanto nunca presentó la idea del peligro que representaba Hitler como una amenaza directa para los Estados Unidos. De haberlo hecho con insistencia, de haber azuzado a los norteamericanos para involucrarse en la SGM desde su inicio como el lo consideraba necesario, lo más seguro es que no hubiera obtenido esa tercera y cuarta elección ni tampoco la segunda.

FDR fue prudente y estratégico. Entendió a la perfección que debía liderar a su país hacia un destino de amplias responsabilidades pero no lo lanzó "a la guerra" de manera inmediata. Se podría decir que sedujo a sus conciudadanos con una maestría tal que llegado el momento, el acto casi que quedó presentado como si fuera la opinión pública en general la que clamaba por el involucramiento de su país en la guerra. Ocho largos años, !ocho¡, se mantuvo FDR en el poder sin manifestar abiertamente sus claras preferencias antinazis. La prudencia y el pensamiento estratégico fueron la marca de su estilo de gobierno.

SIN EMBARGO no hila delgado al traer a colación esta reflexión. Aunque las situaciones son radicalmente distintas, el espíritu de los estadistas y líderes exitosos resulta escalofriantemente similar. Acá no se trata de señalar si la mejor opción para Bogotá es contar con sus empresas de servicios públicos como las propone el alcalde electo, o si como están hoy están muy bien o si simplemente existe una tercera opción que resulta ser la adecuada y acertada. Lo que se desea resaltar es que el alcalde debe ser mucho más estratégico, serio y por lo tanto efectivo, a la hora de presentar sus propuestas y programas.

Resultaría ingenuo de su parte esperar que los agentes de los mercados bursátiles se hayan leído su programa de gobierno y es más ingenuo esperar que esos mismo agentes no reaccionarían de la manera que lo hicieron después de semejantes declaraciones. No había que ser un insider para saber que los mercados no veían con buenos ojos la llegada de Petro a la alcaldía. ¿Era necesario confirmar dichas "sospechas"?

Este episodio le ha dejado a Petro, así no lo quiera dejar ver de esa manera, no más que un gigantesco e innecesario dolor de cabeza. La prudencia parece no ser una virtud de Petro y esta es fundamental para hacer los grandes cambios que éste se proponga. Ahora, si su objetivo es ser el mandatario más transparente en la historia del Palacio de Liévano, ¡allá él! Pero no cabe la menor de las dudas que le hará el trabajo más fácil a sus detractores, más difícil a su propio gobierno y en medio de este embeleco los ciudadanos: ¡ahí bien, gracias!

jueves, 1 de diciembre de 2011

Sobre un análisis

En el día de hoy el diario El Tiempo ha publicado el análisis titulado ¿Cómo sentar a las Farc a negociar? escrito por el señor Pedro Miguel Vargas, subeditor del diario económico Portafolio. El artículo es una muestra fehaciente más, de las muchas y continuas que aparecen en los análisis y opiniones alrededor del Conflicto Armado Interno, CAI, colombiano, de lo que SIN EMBARGO considera una grave y preocupante incomprensión de lo que realmente significan hoy las Farc para Colombia.

Veamos, en el artículo en mención, dónde se evidencia dicha incomprensión:

En primer lugar, aunque esto resulta secundario, el título del artículo no se compadece con lo que termina ofreciendo. Antes que intentar resolver el "cómo sentar a negociar a la organización insurgente", el señor Vargas nos ofrece una recopilación de la teoría de negociación de conflictos que ha expuesto con mucho éxito comercial el profesor de Harvard, Roger Fisher y sus colaboradores en el proyecto de negociación de esa prestigiosa universidad estadounidense. El problema acá es que los tips que nos recuerda Vargas resultan ser claves útiles para el momento de la negociación misma. Así, el título del escrito debería ser algo parecido a "Una vez estén sentadas en la mesa, ¿cómo negociar con las Farc?".

Es decir, para que vayamos entrando en materia seria, estos consejos poseen un carácter limitado a lo metodológico. Negociar es un arte y quien posee la experiencia y la habilidad para llevar a puerto seguro una negociación resulta fundamental para el éxito de cualquier empresa. Pero los aspectos estratégicos, es decir de fondo, que condicionan verdaderamente el inicio, desarrollo y desenlace de unas negociaciones, pasan marginalmente por la metodología. Por encima existen unas realidades incuestionables y testarudas que son verdaderamente las que determinan, por ejemplo, si en el caso de las Farc, se sientan o no a negociar.

En segundo termino, durante la sección de su artículo titulada Un proceso bien llevado, Vargas señala que es una insensatez, casi una necedad, solicitar como precondición a cualquier negociación con las Farc, que éstas unilateralmente detengan todas su acciones armadas, el conocido cese al fuego, porque esta acción, cuando ha sido implantada al inicio de las negociaciones, ha terminado siendo contraproducente en otras experiencias. Recomienda entonces que sea al final del "proceso, cuando ya está casi todo acordado para una desmovilización final". Esta observación deja por fuera la franca realidad actual del CAI colombiano. Después del fracaso de El Cagüan, las Farc fueron derrotadas en la arena política. ¡De-rro-ta-das! Al interior del país, su ya de por sí mancillada popularidad, nunca llegaría a superar el margen de error en las encuestas de favorabilidad. Y con los continuos golpes militares al grupo insurgente especialmente durante la segunda mitad de la década pasada, entre los que se destacan las bajas de Reyes, Jojoy y Cano, la Operación Jaque y la muerte natural de su máximo líder, Tirofijo, la superioridad militar del Estado frente al grupo guerrillero ha quedado clara.

Militarmente las Farc no han sido derrotadas y debido a factores como el narcotráfico dicho objetivo resulta casi imposible de obtener. Pero que no queden dudas. Políticamente su sitio no es otro que el hades. En su afán por justificar la necesidad sine qua non de la negociación, Vargas pierde de vista la realidad y de alguna forma asume que las relaciones actuales de poder entre Estado y Farc son similares o incluso idénticas. Por ello no puede vislumbrar una forma, no perfecta pero aceptable, de llevar a cabo un cese al fuego que se adapte a nuestras condiciones presentes y es la de las zonas de concentración, en donde quienes se van a desmovilizar se reúnen en un lugar específico concertado con el gobierno y éste se encontraría bajo el tutelaje de la Fuerza Pública. Por supuesto, y es el problema inicialmente señalado del documento de Vargas, esto hace parte de la mecánica. La pregunta de fondo, como lo indica el título de su artículo, radica en cómo hacer que se sienten a negociar y esto es lo que no resuelve y ni siquiera trata el autor.

Un paréntesis. Esta pobreza analítica se desprende en buena medida de un vicio recurrente de los analistas colombianos e internacionales y es el apego enfermizo y limitativo a las declaraciones y discursos de los protagonistas del acontecer mundial. En uno de los pasajes de su pieza, Vargas nos recuerda las palabras del presidente Juan Manuel Santos sobre la búsqueda de "una paz digna, duradera y real", para indicarnos de manera contundente que la obtención de ésta "sólo (será posible) si hay una salida a través del diálogo" y dicho diálogo, obviamente, será aquel desarrollado bajo las formas y condiciones que él plantea. Si estos comentaristas abordasen el estudio de la estrategia, la historia y la política, sus reflexiones irían más allá de observaciones a las entelequias de los discursos de los protagonistas que tienen por objetivo, en la mayoría de las veces y totalmente comprensible, congraciarse con la opinión pública.

Finalmente, entrando en el terreno de la especulación, debe señalarse que lo más preocupante y peligroso de este análisis es que propone como premisa que en el Conflicto Armado Interno colombiano no hay "buenos" ni "malos". No se trata de enarbolar posiciones maniqueas, simplistas y radicales, sino reconocer la existencia de una superioridad moral de uno de los bandos y, por decir lo menos, la franca decadencia del otro. Equiparlos no tiene razón de ser.

Esta visión alejada de la realidad, por supuesto no es exclusiva del señor Vargas. Solamente en el día de ayer, en las páginas editoriales del mismo diario, el exprocurador, exfiscal y exprecandidato presidencial Alfonso Gómez Méndez, publicó en su columna de esta semana titulada, Hay que parar la barbarie, planteamientos que reflejan las mismas dolencias analíticas que la pieza del subeditor de Portafolio. Es decir, un divorcio entre las apreciaciones realizadas y la realidad tozuda.

Lo que causa desasosiego profundo es que este tipo de planteamientos, como puede observarse, pululan al interior de la actual clase dirigente colombiana. Gómez Méndez ha ocupado las dignidades de control más importantes del país y Vargas influye en el contenido y dirección de una de las publicaciones económicas líderes en el mismo. Y esto es sólo un botón de muestra.

¿Cómo sentar a las Farc a negociar? El camino es el de la última década. Permanente presión militar permitiendo posibles espacios de negociación pero entendiendo que estos, de existir, lo harían bajo las premisas del Estado y la sociedad colombiana. Asimismo resulta neurálgico asimilar que la desaparición de las Farc no resuelve los gigantescos retos que tiene pendiente Colombia para construir y consolidar un país moderno. Las Farc hoy por hoy no representan ningún desafío estratégico a la nación colombiana.