jueves, 15 de diciembre de 2011

Se cayó la Supercorte

Ha salido la noticia en El Tiempo que en la conciliación de los proyectos que salieron de Senado y Cámara de la reforma de la justicia se ha caído la Supercorte que se disponía crear esta reforma. Aunque esto puede calificarse como positivo, para SINEMBARGO no queda claro que esta acción pueda ser entendida como un cambio en la tendencia de los políticos nacionales a buscar soluciones a los problemas con la automática ampliación del Estado. 

En próximas entradas SINEMBARGO continuará profundizando el crítico asunto de la reforma de la justicia colombiana, la cual no se limitaba en lo absoluto a la creación de la mencionada institución. 

Como podrá observarse, el objetivo de esta serie de escritos consiste en comprender que el fortalecimiento sustancial del aparato de justicia sólo podrá ser logrado si la sociedad y el Estado entienden que a la justicia debe dársele un trato similar al que durante los últimos diez años se le ha dado a la seguridad y a la defensa nacional. Debe comprenderse que esta es estratégica y por lo tanto necesita recursos (similares en calidad y cantidad a los del Plan Colombia y el impuesto al patrimonio, entre otros), necesita políticas públicas especializadas (como lo fue la Política de Seguridad Democrática) y demanda dedicación prioritaria y liderazgo creativo y efectivo por parte de la dirigencia del país. 

Preocupantes tendencias

La reforma de la justicia que se viene tramitando en el Congreso de la República, después de su cuarto debate superado, de ocho en total que debe cumplir, empieza a entregar elementos que corroboran la incansable tendencia de los políticos colombianos en crear instituciones antes que buscar el fortalecimiento de las previamente existentes. 


Este es el caso de la denominada "supercorte" que se encargará del juzgamiento de todos los funcionarios aforados con las únicas excepciones del presidente y el vicepresidente de la República. Como bien lo ha denominado la Fiscal General, Viviane Morales, esta nueva estructura de la rama judicial debe considerarse como un "Frankenstein". SINEMBARGO no conoce exactamente las razones por las cuales la alta funcionaria entrega ese apelativo a la posible nueva institución de juzgamiento y control, pero éste si se atreve a decir que resulta desafortunada su sola existencia porque está impulsada en la creencia de que para solucionar los problemas, simplemente, el Estado tiene que crecer. 


Escribía Alejandro Tagliavini sobre la recién nacida CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, y la criticaba utilizando una frase que aplica perfectamente para resumir el embrollo alrededor de esta supercorte y para muchos otros temas, en Colombia y en el resto de la región: "¡burocracia para solucionar los problemas de la burocracia!". Con signos de exclamación y todo que dejan entrever el sarcasmo que produce este proceder de la clase política colombiana, latinoamericana y caribeña. 


Del accionar de la Corte Suprema de Justicia se puede criticar mucho, pero se le encuentra parte de razón a los señalamientos hechos por su presidente, el magistrado Camilo Tarquino, quien en entrevista con el diario El Espectador ha señalado de manera enfática que a la Carta Magna colombiana no le cabe una supercorte más y que buena parte de los graves problemas de congestión judicial que sufre el país pueden superarse con mayores recursos que serían utilizados en la contratación y preparación de personal y la adquisición de tecnología y conocimientos de investigación judicial.


Ese es el almendrón del asunto, tal como ya se ha expuesto desde este espacio (ver Mapiripán y la construcción de Estado).


Lo otro, la simple instauración de más instituciones y burocracias, resulta preocupante porque consolida la fe de los actores políticos en este remedio. Cuando llegamos a la Asamblea Constituyente de 1991, el poder judicial contaba con la Corte Suprema y el Consejo de Estado y se decidió agregarle tres actores de gran calado adicionales: la Corte Constitucional, un Consejo Superior de la Judicatura y una Fiscalía General de la Nación. Ahora, 20 años después se está tramitando la creación de una nueva corte. 


¿Qué se puede esperar que suceda dentro de las próximas dos décadas? Que los problemas de congestión y de insatisfacción de la población con la justicia se mantendrán y entonces los líderes políticos propondrán como remedio revolucionario la creación de una nueva supercorte para la descongestión y eficiencia judiciales. Causa risa. Pero nerviosa.   

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Sobre propuestas y debates “incorrectos”

Mientras el nuevo alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, se empeña en proponer la creación de una super entidad que maneje los servicios públicos domiciliarios de energía, agua y alcantarillado y telecomunicaciones, controlada por el Distrito Capital, que seguiría el modelo de las Empresas Públicas de Medellín, en Honduras, uno de los países más pobres, corruptos y violentos de Centroamérica, surge una exótica iniciativa que busca des-estatalizar funciones como la creación de la riqueza, mantener impolutas las diversas actividades económicas y sociales y también proveer los distintos servicios públicos, incluidos, por supuesto, los domiciliarios.


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Debates no álgidos

Ha causado revuelo la publicación de una carta de renuncia de un profesor de la Universidad Javeriana de Bogotá, Camilo Jiménez, debido a la incapacidad de los alumnos de sus últimos semestres para escribir un resumen claro y sin errores sobre un libro para la clase de edición de textos de no ficción.

Los alumnos han respondido, formadores de opinión se han pronunciado, han mediado también otros profesores y el resultado ha sido una especie de debate, no muy álgido por cierto, pero que es raro que tome tanta atención de los medios más influyentes de Colombia.

Sin ser experto, pero contando con algo de experiencia como profesor, SINEMBARGO puedo afirmar que antes que indilgar la razón del nefasto resultado señalado por Jiménez a una indiferencia pura y llana de unos estudiantes hacia la vida real debido a su empecinamiento en el uso de las nuevas tecnologías, considero que en buena parte, la explicación radica en la falta de dedicación de estos a resolver cualquiera que sea la prueba asignada. Es decir, es un problema de concentración o si se quiere, y aunque suene retrógrado, de disciplina.

Esta es una hipótesis, pero creo que hoy como hace una década o un siglo, los estudiantes, jóvenes que están en la mayoría de los casos pendientes de explorar las fascinantes oportunidades que les puede llegar a deparar la vida, necesitan para obtener buenos resultados en sus estudios, y hago referencia a que aprendan, a que exploten la curiosidad, no a las notas en sí, concentrar buena parte de su tiempo a ello. Leí hace muy poco en algún lado un nuevo aforismo, hijo de otro más antiguo y que decía algo así como que "para escribir bien, muy bien, se necesita un 3% de talento y un 97% de evitar dejarse distraer por internet".

¿Cómo, entonces, lograr que esa mayoría de alumnos se apliquen? Creo que todos sabemos hacia donde apunta la respuesta: hay que apretar las tuercas. Nuevamente, puede sonar retrógrado y anti-liberal, pero los alumnos como cualquier otro ciudadano o ser humano responde a estímulos. Para escribir bien, de manera aceptable, se necesita tiempo. Releer. Reescribir. Volver a releer y volver a reescribir. Pero normalmente, y eso no tiene nada de malo, uno como estudiante "necesita" dedicarse a otras cosas "mucho más" importantes.

SINEMBARGO lo ha visto. Múltiples veces. Un primer trabajo pésimo redactado, mal estructurado, ortografía para llorar y hasta horriblemente presentado. Sin sustancia y por supuesto sin forma. Nota: pésima. Y después de esto se presenta un segundo trabajo en el que la mejoría es ostensible. La clave, en las más de las veces radica en que se le dedicó mayor tiempo.

Esta solución quizás parezca demasiado simple pero una evidencia de que el análisis no está desviado, yace en la realidad que estamos presenciando hoy día en países como China, India y Corea del Sur. Los estudiantes y sus familias no sólo quieren mejor educación sino que quieren más. Encontramos como hechos normales jornadas estudiantiles extenuantes de más de 10 horas las cuales son prolongadas con cursos extracurriculares de tres o cinco horas más.

La dedicación de estos alumnos y de sus padres y abuelos, ya que no toda esa educación la provee de manera gratuita el Estado sino que las familias deben invertir en ella, se debe en gran parte a la alta disciplina. ¿Es un factor cultural? Sin duda. ¿Cómo se construyó dicha cultura? Si nos referimos a los trabajos de Michael Gladwell la respuesta para un país como Colombia es poco alentadora debido a que esa disciplina de dichas sociedades en buena parte fue construida durante el cultivo milenario del arroz, especialmente. Si, milenario. Entonces, ¿qué se puede hacer en Colombia y por ahí derecho en el resto de Latinoamérica? Siendo positivos y soñadores, podemos aspirar a que nuestros Estados y nuestras sociedades adquieran conciencia del enorme reto que significa para la región, el hecho que en Asia se está consolidando un enorme ejército disciplinado de trabajadores, altamente capacitados y se preguntará, ¿cómo verdaderamente se podrá competir con ellos?

Siendo algo negativos y tal vez realistas, podemos esperar que poco habrá de cambiar. Por ahora las prioridades se encuentran en proveer una educación gratuita, esencialmente porque esta es considerada como un derecho sagrado y que adicionalmente entrega significativos réditos políticos y por sobretodo electorales. Pero atreverse a abordar preguntas estratégicas como ¿qué tipo de trabajador calificado debemos preparar en nuestros países?, y ¿qué intereses deben ser lastimados en esa decisión?, son posibilidades que deben descartarse de antemano.

Por esta razón es que el debate no es álgido. Pareciera que se queda en la existencia de las redes sociales y en general de la internet. Como bien lo señalan algunos, esa observación pareciera dejar a un lado el hecho cierto de que cada generación tuvo sus grandes distracciones, que la anterior no dudo en anunciar, con su respectivo Camilo Jiménez, como causas para el fin de la Humanidad (¡ah! ¡Todo tiempo pasado fue mejor!) Hace 30 años, podría apostar y ganar, alguien debió haber renunciado en Colombia a su cátedra por razones muy similares. Alumnos poco comprometidos y nada curiosos, incapaces de redactar cualquier cosa. Pero la vida continuó y acá estamos.

Esa es la cuestión: acá estamos. Pero en Asia sí ha pasado algo y por acá, la mayoría, ni siquiera paramos bolas ni nos preguntamos cómo lo están haciendo allá. Así las cosas, en otros 30 años aparecerá otro profesor Jiménez haciendo la misma crítica con los mismos resultados.

jueves, 8 de diciembre de 2011

Petro y la EEB: fallos en su liderazgo

Sin duda uno de los objetivos que el alcalde electo de Bogotá, Gustavo Petro, se ha planteado como derrotero dentro de su administración, será llegar a pisar múltiples callos. Especialmente los de los poderosos. No cabe duda que esa era su motivación al anunciar, no ya en su programa de gobierno, sino ante una de las tribunas más leídas en Colombia: la entrevista de Yamid Amat en el diario El Tiempo de los domingos, su intención de fusionar en una sola entidad al Acueducto, la Energía y las Telecomunicaciones de la ciudad en una sola gran entidad liderada indiscutiblemente por el Distrito Capital.

Después de hechas estas declaraciones, la Bolsa de Valores de Colombia vivió una tormenta bursátil de dimensiones realmente atemorizantes. La Energía, EEB, perdió más del 15% de su valor en dos días y en el tercero tuvo que ser detenida su transacción en bolsa. Telecomunicaciones, ETB, cayó también, pronunciando a la baja su ya depresivo precio. Los representantes del mercado de valores y los detractores del futuro alcalde, lo acusaron de ser el responsable de un supuesto detrimento patrimonial y de crear pánico financiero. Petro ha salido a defenderse, y a atacar, anunciando que han sido los especuladores financieros los responsables de la caída en el precio de la acción y señalando que el interés en los bonos de la EEB, el caso más sonado, ha caído levemente, casi a la par que la bien ponderada EPM, que es el modelo al que en buena forma apunta el alcalde de Progresistas con su propuesta de fusión.

Ayer jueves se cumplieron 70 años del ataque japonés a Pearl Harbor, acción militar que conllevó al total involucramiento de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. El presidente de la época de ese país era Franklin Delano Roosevelt quien es recordado especialmente por su New Deal y su formidable liderazgo durante la conflagración mundial. No obstante, cabría recordar el rol que jugó FDR durante los largos años de preguerra y durante los dos primeros años de la confrontación.

Hitler y Roosevelt llegaron al poder con una diferencia de poco más de 60 días y para el presidente estadounidense el Führer era una amenaza mortal para la propia Alemania, para Europa, para los Estados Unidos y en general para la totalidad de la civilización occidental. El pueblo que lideraba FDR se encontraba preocupado por la grave crisis económica y social que sufría desde 1929 y lo que pasara a más de 5 mil kilómetros de distancia poco o nada le importaba. Roosevelt ha sido el único ciudadano estadounidense en obtener una tercera y cuarta elección como mandatario. Su fijación con Hitler era profunda desde el principio de su mandato, pero Roosevelt comprendía a la perfección el espíritu de su pueblo y por lo tanto nunca presentó la idea del peligro que representaba Hitler como una amenaza directa para los Estados Unidos. De haberlo hecho con insistencia, de haber azuzado a los norteamericanos para involucrarse en la SGM desde su inicio como el lo consideraba necesario, lo más seguro es que no hubiera obtenido esa tercera y cuarta elección ni tampoco la segunda.

FDR fue prudente y estratégico. Entendió a la perfección que debía liderar a su país hacia un destino de amplias responsabilidades pero no lo lanzó "a la guerra" de manera inmediata. Se podría decir que sedujo a sus conciudadanos con una maestría tal que llegado el momento, el acto casi que quedó presentado como si fuera la opinión pública en general la que clamaba por el involucramiento de su país en la guerra. Ocho largos años, !ocho¡, se mantuvo FDR en el poder sin manifestar abiertamente sus claras preferencias antinazis. La prudencia y el pensamiento estratégico fueron la marca de su estilo de gobierno.

SIN EMBARGO no hila delgado al traer a colación esta reflexión. Aunque las situaciones son radicalmente distintas, el espíritu de los estadistas y líderes exitosos resulta escalofriantemente similar. Acá no se trata de señalar si la mejor opción para Bogotá es contar con sus empresas de servicios públicos como las propone el alcalde electo, o si como están hoy están muy bien o si simplemente existe una tercera opción que resulta ser la adecuada y acertada. Lo que se desea resaltar es que el alcalde debe ser mucho más estratégico, serio y por lo tanto efectivo, a la hora de presentar sus propuestas y programas.

Resultaría ingenuo de su parte esperar que los agentes de los mercados bursátiles se hayan leído su programa de gobierno y es más ingenuo esperar que esos mismo agentes no reaccionarían de la manera que lo hicieron después de semejantes declaraciones. No había que ser un insider para saber que los mercados no veían con buenos ojos la llegada de Petro a la alcaldía. ¿Era necesario confirmar dichas "sospechas"?

Este episodio le ha dejado a Petro, así no lo quiera dejar ver de esa manera, no más que un gigantesco e innecesario dolor de cabeza. La prudencia parece no ser una virtud de Petro y esta es fundamental para hacer los grandes cambios que éste se proponga. Ahora, si su objetivo es ser el mandatario más transparente en la historia del Palacio de Liévano, ¡allá él! Pero no cabe la menor de las dudas que le hará el trabajo más fácil a sus detractores, más difícil a su propio gobierno y en medio de este embeleco los ciudadanos: ¡ahí bien, gracias!

jueves, 1 de diciembre de 2011

Sobre un análisis

En el día de hoy el diario El Tiempo ha publicado el análisis titulado ¿Cómo sentar a las Farc a negociar? escrito por el señor Pedro Miguel Vargas, subeditor del diario económico Portafolio. El artículo es una muestra fehaciente más, de las muchas y continuas que aparecen en los análisis y opiniones alrededor del Conflicto Armado Interno, CAI, colombiano, de lo que SIN EMBARGO considera una grave y preocupante incomprensión de lo que realmente significan hoy las Farc para Colombia.

Veamos, en el artículo en mención, dónde se evidencia dicha incomprensión:

En primer lugar, aunque esto resulta secundario, el título del artículo no se compadece con lo que termina ofreciendo. Antes que intentar resolver el "cómo sentar a negociar a la organización insurgente", el señor Vargas nos ofrece una recopilación de la teoría de negociación de conflictos que ha expuesto con mucho éxito comercial el profesor de Harvard, Roger Fisher y sus colaboradores en el proyecto de negociación de esa prestigiosa universidad estadounidense. El problema acá es que los tips que nos recuerda Vargas resultan ser claves útiles para el momento de la negociación misma. Así, el título del escrito debería ser algo parecido a "Una vez estén sentadas en la mesa, ¿cómo negociar con las Farc?".

Es decir, para que vayamos entrando en materia seria, estos consejos poseen un carácter limitado a lo metodológico. Negociar es un arte y quien posee la experiencia y la habilidad para llevar a puerto seguro una negociación resulta fundamental para el éxito de cualquier empresa. Pero los aspectos estratégicos, es decir de fondo, que condicionan verdaderamente el inicio, desarrollo y desenlace de unas negociaciones, pasan marginalmente por la metodología. Por encima existen unas realidades incuestionables y testarudas que son verdaderamente las que determinan, por ejemplo, si en el caso de las Farc, se sientan o no a negociar.

En segundo termino, durante la sección de su artículo titulada Un proceso bien llevado, Vargas señala que es una insensatez, casi una necedad, solicitar como precondición a cualquier negociación con las Farc, que éstas unilateralmente detengan todas su acciones armadas, el conocido cese al fuego, porque esta acción, cuando ha sido implantada al inicio de las negociaciones, ha terminado siendo contraproducente en otras experiencias. Recomienda entonces que sea al final del "proceso, cuando ya está casi todo acordado para una desmovilización final". Esta observación deja por fuera la franca realidad actual del CAI colombiano. Después del fracaso de El Cagüan, las Farc fueron derrotadas en la arena política. ¡De-rro-ta-das! Al interior del país, su ya de por sí mancillada popularidad, nunca llegaría a superar el margen de error en las encuestas de favorabilidad. Y con los continuos golpes militares al grupo insurgente especialmente durante la segunda mitad de la década pasada, entre los que se destacan las bajas de Reyes, Jojoy y Cano, la Operación Jaque y la muerte natural de su máximo líder, Tirofijo, la superioridad militar del Estado frente al grupo guerrillero ha quedado clara.

Militarmente las Farc no han sido derrotadas y debido a factores como el narcotráfico dicho objetivo resulta casi imposible de obtener. Pero que no queden dudas. Políticamente su sitio no es otro que el hades. En su afán por justificar la necesidad sine qua non de la negociación, Vargas pierde de vista la realidad y de alguna forma asume que las relaciones actuales de poder entre Estado y Farc son similares o incluso idénticas. Por ello no puede vislumbrar una forma, no perfecta pero aceptable, de llevar a cabo un cese al fuego que se adapte a nuestras condiciones presentes y es la de las zonas de concentración, en donde quienes se van a desmovilizar se reúnen en un lugar específico concertado con el gobierno y éste se encontraría bajo el tutelaje de la Fuerza Pública. Por supuesto, y es el problema inicialmente señalado del documento de Vargas, esto hace parte de la mecánica. La pregunta de fondo, como lo indica el título de su artículo, radica en cómo hacer que se sienten a negociar y esto es lo que no resuelve y ni siquiera trata el autor.

Un paréntesis. Esta pobreza analítica se desprende en buena medida de un vicio recurrente de los analistas colombianos e internacionales y es el apego enfermizo y limitativo a las declaraciones y discursos de los protagonistas del acontecer mundial. En uno de los pasajes de su pieza, Vargas nos recuerda las palabras del presidente Juan Manuel Santos sobre la búsqueda de "una paz digna, duradera y real", para indicarnos de manera contundente que la obtención de ésta "sólo (será posible) si hay una salida a través del diálogo" y dicho diálogo, obviamente, será aquel desarrollado bajo las formas y condiciones que él plantea. Si estos comentaristas abordasen el estudio de la estrategia, la historia y la política, sus reflexiones irían más allá de observaciones a las entelequias de los discursos de los protagonistas que tienen por objetivo, en la mayoría de las veces y totalmente comprensible, congraciarse con la opinión pública.

Finalmente, entrando en el terreno de la especulación, debe señalarse que lo más preocupante y peligroso de este análisis es que propone como premisa que en el Conflicto Armado Interno colombiano no hay "buenos" ni "malos". No se trata de enarbolar posiciones maniqueas, simplistas y radicales, sino reconocer la existencia de una superioridad moral de uno de los bandos y, por decir lo menos, la franca decadencia del otro. Equiparlos no tiene razón de ser.

Esta visión alejada de la realidad, por supuesto no es exclusiva del señor Vargas. Solamente en el día de ayer, en las páginas editoriales del mismo diario, el exprocurador, exfiscal y exprecandidato presidencial Alfonso Gómez Méndez, publicó en su columna de esta semana titulada, Hay que parar la barbarie, planteamientos que reflejan las mismas dolencias analíticas que la pieza del subeditor de Portafolio. Es decir, un divorcio entre las apreciaciones realizadas y la realidad tozuda.

Lo que causa desasosiego profundo es que este tipo de planteamientos, como puede observarse, pululan al interior de la actual clase dirigente colombiana. Gómez Méndez ha ocupado las dignidades de control más importantes del país y Vargas influye en el contenido y dirección de una de las publicaciones económicas líderes en el mismo. Y esto es sólo un botón de muestra.

¿Cómo sentar a las Farc a negociar? El camino es el de la última década. Permanente presión militar permitiendo posibles espacios de negociación pero entendiendo que estos, de existir, lo harían bajo las premisas del Estado y la sociedad colombiana. Asimismo resulta neurálgico asimilar que la desaparición de las Farc no resuelve los gigantescos retos que tiene pendiente Colombia para construir y consolidar un país moderno. Las Farc hoy por hoy no representan ningún desafío estratégico a la nación colombiana.

martes, 29 de noviembre de 2011

La crisis en EUA y los medios en Colombia

Frustrante y preocupante el cubrimiento que hace el diario El Tiempo en sus páginas editoriales a la campaña política estadounidense y a la situación en general que se vive allá, porque el equilibrio informativo y de opinión brilla por su ausencia. El columnista que tiene de cabecera, el periodista Sergio Muñoz Bata, no hace el más mínimo esfuerzo por esconder su clara preferencia por el partido demócrata y el presidente de esa misma afiliación, Barack Obama, y su desdén hacia los republicanos en general.

Por ejemplo, en su columna del día de hoy De frustraciones e ineptitudes, Muñoz Bata indica que "sólo el 9% de los ciudadanos aprueban la manera en la que el Congreso se conduce" sin dejar en claro dos factores críticos para entender adecuadamente la situación política actual en el país del norte.

El primero es que de las dos cámaras existentes en ese Congreso, los republicanos dominan una, la Cámara de Representantes, y los demócratas la otra, el Senado. Es decir que ese 9% de descontento de la opinión pública no va dirigido exclusivamente en contra de los republicanos. Los demócratas casi que en igual medida comparten el oprobio de los votantes tal como se evidencia en una medición de Gallup en la que se pregunta a los encuestados quién cree que tiene más culpabilidad en el fracaso del Supercommittee que debía obtener un acuerdo para mejorar la situación de la deuda estadounidense, a lo que el 55% respondió que ambos partidos compartían la responsabilidad en idéntica medida.

En segundo lugar debe tenerse en cuenta que la actual crisis norteamericana no ocurre porque exista un bando maligno e insensible, conformado entre otros, según las propias palabras de Muñoz Bata, por personajes como Grover Norquist, poderoso lobbista en Washington contrario al aumento de impuestos y el Wall Street Journal de Rupert Murdoch que sencillamente "abogan por más recortes a programas sociales y menos impuestos a los ricos". Estas aseveraciones además de contar con una poderosa carga ideológica son considerablemente argüibles.

Así como la posición de Norquist puede llegar a considerarse como propia de un radical creyente en poseer absolutamente la verdad, se puede alzar la misma crítica a quienes afirman que imponer más impuestos a los ricos, el famoso uno por ciento que combaten los ocupantes de Wall Street, es un deber moral y cívico. En la lucha por solucionar el grave problema de la deuda pública de los Estados Unidos caben opciones no tan radicales como las arriba plateadas con tanto fervor ciego. Como lo señala Charles Krauthammer en su editorial en el Washington Post The Grover Norquist tax mith, la solución yace en comprender que "aumentar el recaudo (del gobierno federal) por medio de una reforma (de la estructura) impositiva es mejor que simplemente aumentar las tasas, algo que los demócratas insisten con fervor casi religioso".

Reformar esa estructura comprende la eliminación de las famosas exenciones las cuales se caracterizan por ser impulsadas por los poderosos lobbies, que a su vez son contratados por las personas o empresas con mayor poder adquisitivo, y la reducción significativa de programas o derechos, los cuales en muchas oportunidades, también son asignados siguiendo los consejos de los lobbistas antes que las evaluaciones adecuadas de sostenibilidad financiera y apropiada necesidad. Como bien puede observarse esta solución resulta más desafiante para todos los actores del sistema y pareciera ser no percibida por una buena parte de la opinión pública. Una razón residiría en la misma complejidad del código impositivo norteamericano. Según Political Calculations, cuenta con 72.536 páginas, a julio último y para el 2012 contará con aproximadamente 75.000.

Muñoz Bata también señala a los republicanos como practicantes asiduos y perversos de los lobby y señala el caso de Jack Abramoff, lobbista registrado a ese partido y que fue el centro de un gran escándalo durante la administración de George W. Bush. Lo que no atina a mencionar el periodista mexicano residente en la costa oeste estadounidense, es que el sistema de lobby en Washington lo conforman tanto demócratas como republicanos gracias, en buena parte, a la existencia de una puerta giratoria entre el Congreso y las firmas de lobby. Así, quién pierde su escaño en las elecciones, renuncia o debe hacerlo, o es expulsado del Congreso, puede pasar al lado de las firmas de lobby sin ningún problema real. Esta es una situación que afecta por igual a demócratas y republicanos.

Después de las elecciones de mitaca de 2010, según los datos de Center for Responsive Politics, de los 120 senadores y representantes que abandonaron el Congreso, el 33,8% consiguió trabajo en firmas de lobby. Quizás para sorpresa de Muñoz Bata, 25 fueron demócratas y 7 republicanos. Por supuesto que en esas elecciones los perdedores fueron los demócratas, pero en la Casa Blanca se encuentra de inquilino un copartidario de estos y por lo tanto son más apreciados por las firmas los lobbistas con contactos cercanos a la Oficina Oval y al Senado.

Un estado de cosas similar, pero esta vez favorable a los republicanos, se encontró en 2005, en un informe de Public Citizen, que señalaba que entre 1998 y ese año, el 52% de los republicanos que abandonaron el Congreso se habían dirigido hacia el lobby, mientras que esto sólo lo hacía el 33% de los demócratas en la misma situación. Agregaba el informe lo no tan obvio. No era la maldad o la ambición desmedida la que creaba este escenario, sino que bajo una administración republicana, la de W. Bush, los lobbistas demócratas no eran muy apetecidos por sus no tan amplios contactos con los centros de poder del momento.

El problema no es tanto de azul o rojo. Sino de la forma como están funcionando las cosas en Washington desde hace varios años. La crisis actual de la deuda, que es una de las razones centrales por la cual los norteamericanos se encuentran tan enfadados con sus representantes se debe a que hay un serio corto circuito en el sistema con potenciales mayores consecuencias. En su entrevista con Lesley Stahl en 60 minutes, Abramoff urgió por una radical reforma que elimine de por vida la posibilidad de cruzar esa puerta giratoria, diciendo:
When you are done, go home. Washington is a dangerous place. Don't hang around.
SIN EMBARGO de ninguna manera objeta que los columnistas y analistas cuenten con sus opiniones y las muestren de manera transparente a los lectores, pero sí le preocupa que un diario que se precia de liberal y abierto no cuente en sus páginas con colaboradores que soporten otras tendencias, puesto que, como se puede observar del análisis arriba planteado, la situación actual que se encuentran viviendo los Estados Unidos es una caracterizada por la complejidad y resulta de poca seriedad equiparar discursos de campaña altamente ideologizados con estudios equilibrados e imbuidos en la mayor de las objetividades posibles.

Sólo quedaría resaltar que este no es un mal exclusivo de El Tiempo. De hecho es el único medio de comunicación de gran influencia en el país que cuenta en su nómina con un columnista que trata de manera permanente la coyuntura en Estados Unidos. Una muestra más de la gran desconexión que existe entre Colombia y la gran aldea global que es el resto del mundo.

lunes, 28 de noviembre de 2011

Más o menos ministerios

En el día de hoy el expresidente Álvaro Uribe aprovechó para lanzar una dura crítica contra una de las realizaciones del actual gobierno Santos más aplaudidas por una considerable parte de los analistas colombianos: la reconstitución del Ministerio de Justicia y del Derecho. "Es un sofisma que montaron para justificar esta expansión burocrática y dañina en Colombia, para decir que sin ministerio no puede haber diálogo con la justicia", sentenció Uribe Vélez.

La Ley 790 de 2002 por medio de la cual se fusionaron algunos ministerios durante los primeros meses de la administración del expresidente antioqueño, Comercio con Desarrollo, Trabajo con Salud e Interior con Justicia, buscaba afanosamente racionalizar recursos del Estado, en medio del contexto dado por la grave crisis económica y fiscal sufrida por el país durante la administración Pastrana. Adicionalmente existían como elementos justificadores de estas fusiones, que por lo menos en el caso de la cartera de Justicia se asemejaba más a una supresión de facto, la eliminación de duplicidad de funciones, la mejora en la productividad de la gestión estatal, el favorecimiento y garantía de una mayor participación ciudadana en el seguimiento y evaluación de la cosa pública, entre otras más, que puntualmente apuntaban hacia la modernización del poder ejecutivo.

Hasta la fecha, como lo deja entrever su comentario, el exmandatario continúa defendiendo las virtudes de su reforma. SIN EMBARGO destaca que el debate, el cual no ha sido suficientemente azuzado, gira en torno a la cuestión de si se necesitan más o menos ministerios. ¿Puede la experiencia internacional darnos algunas luces para esclarecer este debate? En los Estados Unidos el gabinete presidencial está conformado por 15 secretarios de departamentos. En el Brasil son 23 ministerios. En Venezuela 25 y en el Reino Unido el gabinete del Primer Ministro lo conforman 22 posiciones ministeriales y secretariales esencialmente.

Dada la magnitud de las problemáticas resulta válido preguntarse sino sería necesario que en Colombia existiera por ejemplo el ministerio de temas carcelarios. Esta es una problemática directamente ligada a la seguridad, e incluso, a la defensa nacional. En el proyecto de presupuesto para 2012 al INPEC se le asigna 1.19 millones de millones de pesos, una cifra superior levemente a las asignadas a la totalidad de los sectores cultura y comercio. Cabría también la misma pregunta, por ejemplo, para la creación de un ministerio para la mayoría de los antiguos territorios nacionales y otros departamentos como el Chocó y Caquetá, con el objetivo de dar un trato diferenciado a estas zonas del país debido a sus retrasos institucionales, que son los responsables en buena medida, de las crisis en materia de seguridad, economía y desarrollo social, presentes allí.

Rodrigo Lara en su columna Apuntes sobre la reforma del Estado señala el verdadero tema que debe dominar la discusión sobre la modernización del Estado. Más o menos ministerios no es el quid del asunto. Más bien éste gira en torno a cómo mejorar la coordinación entre las entidades existentes para formular, implementar y evaluar eficientemente las políticas públicas que se acometen, teniendo en cuenta que el tejido y la memoria institucional en Colombia es muy débil debido a la permanencia limitada en sus cargos de los altos funcionarios, e incluso más preocupante, de la existencia de una insipiente carrera administrativa profesionalizada.

Sobre el caso puntual del Ministerio de Justicia, SIN EMBARGO se aventuraría a afirmar que es poco lo que se puede esperar de esta renacida institución. Si bien es cierto que las relaciones entre el poder judicial y el ejecutivo durante la presidencia Uribe fueron, por decir lo menos, turbulentas, resulta ingenuo explicar esa inestabilidad en la ausencia de un ministro encargado exclusivamente de tratar los temas con los miembros de esta rama del poder público. Debido a la existencia de una Fiscalía General de la Nación y de un Consejo Superior de la Judicatura, entidades encargadas de las funciones ejecutivas dentro del poder judicial, acusar y gerenciar recursos respectivamente, sería posible concluir que un ministerio para coordinar las políticas y los temas del ramo resulta exagerado y que para esas funciones, una alta consejería presidencial resultaría ser suficiente.

Por supuesto, este tema puede ser facilmente considerado como asunto superado. El gobierno Santos ha sacado avante su reforma que posee en menor medida, en comparación de la impulsada por Uribe, un "criterio fiscalista" y se enfoca más en la búsqueda de "mayor eficiencia y eficacia" en el Estado, según las palabras de la alta consejera para el Buen Gobierno y la Eficiencia Administrativa, María Lorena Gutiérrez. Pero desde el punto de vista académico es una discusión permanente y de gran interés. ¿Se necesitan en definitiva más ministerios? ¿O qué tipo de estructuras administrativas demanda la administración del Estado del siglo XXI y la de la Colombia rural, violenta y pobre? Y por último, ¿cuáles son los mecanismos adecuados para maximizar la coordinación entre las entidades coresponsables de políticas públicas? y ¿cómo puede crearse una burocracia profesional y comprometida con el Estado y sus objetivos?

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Inglaterra y Turquía: sobre oportunidades y lecciones

Surgen dos comentarios puntuales sobre la reciente gira hecha por el Presidente Juan Manuel Santos y su canciller María Ángela Holguín, adicionales al señalamiento de los logros evidentes que ha dejado el viaje en los campos político, diplomático, comercial, de relaciones públicas, seguridad, et cétera.

Los estadistas exitosos se caracterizan en buena medida por maximizar las oportunidades que su momento histórico les depara. Los británicos han sido asiduos practicantes de la Realpolitk y se encuentran en una permanente búsqueda de la satisfacción de sus intereses nacionales. Bajo está óptica es que el el gobierno inglés se ha "nuevamente enamorado" de Latinoamérica, como lo resalta The Economist en su artículo Canning´s ghost, y desde ya hace algunos años viene realizando diferentes tareas que buscan, además de aumentar significativamente el casi estéril comercio existente entre la región y el Reino Unido, reconocer los movimientos geopolíticos que se vienen dando en el planeta, siendo uno de ellos, el alto dinamismo económico de países como el Brasil, Argentina, Chile y Colombia y su correspondiente nuevo peso específico en la arena internacional.

A SIN EMBARGO le parece que el presidente colombiano ha identificado la oportunidad. En sus declaraciones a los medios ha dejado entrever que los ingleses se encuentran muy interesados en Colombia y queda la sensación, para el ojo inexperto, que el fortalecimiento de las relaciones entre Bogotá y Londres es un fenómeno aislado, antes que una tendencia en la región, promovida por los propios británicos. Por supuesto esto no tiene absolutamente nada de ruin o infame. Obviamente el mandatario busca sumar puntos ante la opinión pública nacional, pero lo sinceramente notorio es la identificación de una ocasión y su aprovechamiento para los intereses nacionales, que como se ha observado durante la última semana, parece ser que Santos no los asemeja exclusivamente con asuntos comerciales y de inversión, sino con el impulso de agendas particulares y de mucho vuelo, como el ya tan sonado caso del cómo debe manejarse el tema de las drogas.

En segundo lugar, debe manifestarse que por medio de las relaciones internacionales y su estudio, se pueden recopilar experiencias provechosas y negativas para así sacar conclusiones y obtener consejos sobre qué camino tomar y cómo andarlo. La reciente inauguración de la embajada colombiana en Ankara puede ayudar también a Colombia en la recopilación de información vital sobre cómo proyectar poder e influencia nacional a nivel regional e incluso global.

Turquía hace parte con Colombia de lo que algunos expertos e inversionistas internacionales han denominado los CIVETS, economías emergentes y vibrantes, de notables dimensiones y con poblaciones jóvenes. El término hace referencia casi exclusiva a los asuntos relacionados con la economía de estas naciones, pero desde un punto de vista práctico, deben desprenderse también serias implicaciones geopolíticas.

El gobierno de Ankara, que es el lejano sucesor del otrora poderoso y basto Imperio Otomano se ha convertido en un jugador influyente en numerosos temas: las relaciones entre Europa y el Próximo Oriente, el conflicto árabe-israelí, el Irán nuclear, la presencia de los Estados Unidos en la zona, especialmente en Irak y más recientemente en los desarrollos de la denominada Primavera Árabe. Su rol ha sido muy significativo en la actual crisis siria, su vecino en el sureste. ¿Cómo construyó su decisiva influencia en los asuntos del gobierno de Damasco?

Simon Tisdall indica en The Guardian, en su artículo titulado Turkey has a key role in Syria - now and in the future, que:

Until the uprising tore apart old certainties, the Turkish prime minister, Recep Tayyip Erdogan, had invested considerable capital in improved ties with Syria, with which Turkey almost went to war in the 1990s. A turning point came with the 2004 free trade agreement. This interdependence now gives Turkey significant economic leverage. Ankara has already imposed unilateral sanctions and is considering additional measures including a cut in electricity supplies.
Turquía se encuentra en una verdadera posición de poder para mantener estas sanciones y hacer creíble cualquier futura acción, gracias a su respetable capacidad militar. Los turcos afrontan serias amenazas al interior de su territorio, representadas especialmente en el grupo armado PKK, Partido de los Trabajadores de Kurdistán en turco, pero el grueso de su poder armado está concebido y predispuesto para la acción regional e incluso extraregional. En la década de los 1980 se inició un profundo plan de modernización, todavía en proceso, que busca entre otros, producir los equipos que demande con tecnología propia y desde 1952 es miembro activo de la alianza militar más importante sobre la tierra: la Organización del Tratado del Atlántico Norte, OTAN.

Quizás afortunadamente, Colombia no se encuentra ubicada en una región tan inestable y peligrosa como Turquía, pero alrededor de ella han existido, y todavía persisten, potenciales amenazas que pueden hacer peligrar al Estado colombiano. Esta reflexión no es un llamado a la guerra ni a una desorganizada carrera armamentista, pero sí se busca resaltar que la proyección de poder se sustenta sobre los aparatos armados. En tiempos de paz y estabilidad éstos pueden parecer innecesarios, pero en tiempos de crisis es cuando más se los extraña. El comercio, el derecho internacional y la opinión pública global son herramientas que deben ser exprimidas por los líderes nacionales. Asimismo las fuerzas armadas deben existir y estar preparadas para afrontar los peores escenarios posibles.

Los gobernantes responsables deben estar al tanto de ello y Turquía es un buen ejemplo a estudiar.

Mapiripán y la construcción de Estado

La narrativa de la masacre de Mapiripán, desde que fue ejecutada en julio de 1997 hasta el escándalo que hoy la ha traído a colación, el fraude como víctima en un proceso judicial realizado por la señora Mariela Contreras, puede dar luces sobre los desafíos que cualquier país, incluida Colombia, debe seguir para la construcción de Estado.

Esta masacre dejó al desnudo la ausencia básica y completa del Estado y su imposibilidad de ejercer un efectivo control territorial sobre su geografía física. Gran parte de sus tierras eran, no territorio de nadie, sino de guerrillas, paramilitares y crimen organizado. Esta situación se ha venido revirtiendo, especialmente desde el año 2002. No obstante, los efectivos del Estado no han llegado a controlar en 100% la situación, asunto que se ve reflejado en las críticas situaciones de orden público en departamentos como el Arauca y Cauca, además de ciertos sectores de las más importantes aglomeraciones urbanas del país. De hecho, no es cierto y serio esperar una situación perfecta debido a nuestra geografía quebrada y selvática y al negocio del narcotráfico, pero si resulta posible obtener una situación caracterizada por la estabilidad suficiente que permita el desarrollo activo y vibrante de nuestra sociedad con su respectiva vida económica, política y cultural.

Más o menos superado el aspecto del control del territorio, el escándalo actual pone de manifiesto lo mucho que queda por hacer en lo referente a impartir justicia. A un Estado maduro en esta tarea esencial de su existir, no le habrían metido este gol, por lo menos no de una manera tan sencilla como la historia de la señora Contreras lo atestigua. Al día de hoy existen varias versiones sobre lo que pasó exactamente en Mapiripán. SIN EMBARGO no pone ni por un instante en duda la existencia de una bestial masacre. Sí se empeña en llamar la atención de la incapacidad del aparato nacional de justicia para contarle, no sólo a las víctimas o a la comunidad internacional, sino al país, cómo sucedieron los acontecimientos dados en el sur del Meta.

Mapiripán refleja la torpeza de la justicia colombiana como un todo. Si ésta no puede esclarecer y por lo tanto señalar, juzgar y condenar a los responsables de este tipo de atrocidades, no se puede esperar que haga lo mismo en casos que no son tan estridentes como los casos judiciales alrededor de la vida comercial, laboral, familiar, civil y demás. Por supuesto que el Estado ha llevado reformas, ha aumentado presupuestos, ha designado mayores recursos humanos, pero de estas iniciativas no se percibe un sentido y apropiación estratégica del tema, por parte de la Nación y de la sociedad.

Ya se ha mencionado. Los profesores y los médicos son fundamentales en la vida y consolidación del Estado, pero para que sean altamente efectivos en ello, antes otras instituciones y entidades deben afianzarse. Los militares y los policías deben proveer seguridad a través del control territorial y lo que se deriva de éste. Los jueces y los fiscales, es decir los investigadores, son cruciales para construir un Estado moderno con serias aspiraciones, tanto al interior como hacia el exterior, al ser los garantes de los contratos y la ley y los deberes y derechos que de estos se desprenden.

Mapiripán debe ser tomado como un estudio de caso de lo que no debe ser la justicia colombiana. Los fiscales si acaso fueron y no investigaron ni esclarecieron los hechos de punta a punta. Los jueces no sentenciaron a su debido tiempo y tampoco azuzaron a los fiscales para que hicieran la tarea. Mapiripán no es la excepción. Millones, no miles, de demandas se acumulan todos los años en los despachos judiciales. Como el tema de la educación, esto no es sólo cuestión de dinero. Se necesitan reglas acorde a la realidad y eficientes, funcionarios comprometidos, competentes y bajo la observación continua de la opinión pública y el mismo Estado y es necesaria también la tecnología.

Como bien se puede apreciar, se necesita para la justicia todo lo que representaron para la seguridad la Política de Seguridad Democrática, el Plan Colombia, los impuestos al patrimonio y, porqué no, marchas como las del 4 de febrero de 2008. Es, quizás, el auténtico desafío que debe abordar decididamente Colombia en la siguiente década.

Populismo y gasolina

Anuncia hoy El Espectador: Listo proyecto de ley que bajaría en $2.000 galón de gasolina. Sus proponentes, entre los que se encuentran el senador del Partido Liberal Luis Fernando Velasco y la senadora Alexandra Moreno Piraquive del Movimiento MIRA, indican que "la propuesta no afectará los recaudos territoriales ni las finanzas del Estado y en cambio, si permitirá un alivio en los altos costos que pagan los colombianos por sus combustibles". ¡Bonito así! ¡Almuerzo gratis para todo el mundo!

Lo alarmante de esta propuesta es que es sintomática de las lanzadas por los sistemas políticos para solucionar los diversos problemas que afronta (sino, acercarse al debate de la gratuidad en la educación planteado por las organizaciones de estudiantes recientemente, o en Estados Unidos observar el fracaso del Super Committee para atacar el apremiante déficit fiscal). Se propone reducir el precio de la gasolina aproximadamente en un 20% pero ese recorte no viene de los impuestos que el Estado le cobra al ciudadano, por ejemplo la sobretasa que es del 18.5%. Seguramente Velasco y compañía lo piensan descontar de las abominables ganancias del sector privado. Este grupo de políticos, en su fanático populismo barato no tienen en cuenta factores tan sencillos y obvios como el hecho de que en este país se produce petróleo de baja calidad, pesado y semipesado por lo que la operación de refinado debe hacerse con alta tecnología, elemento con el que no se cuenta en abundancia. Por lo tanto, la energía y otros productos y subproductos derivados del petróleo colombiano, deben ser importados.

Y las cerezas en el postre (gratis). Para darle viabilidad a su truculenta proposición legislativa, se garantizan todos los recursos que se obtienen con los preciso actuales para las regiones y programas estatales y se desdeñan las potenciales consecuencias ambientales que el abaratamiento de la gasolina puede provocar. Nimiedades. Problemas de las generaciones futuras. ¡Bobadas!

No es la maldad de los capitalistas la que ha condenado a Colombia a contar con precios relativamente altos en sus combustibles. Es la incapacidad del Estado, y más importante, su sociedad, de realizar las grandes obras e inversiones necesarias para no encontrarse rezagados en la era tecnológica.

Velasco y Piraquive destilan populismo y facilismo. Deben ser dejados en evidencia.

domingo, 20 de noviembre de 2011

Realidad, élites y prohibicionismo

Por estos días en Colombia, en medio del debate político entre uribistas y prácticamente todos los demás, los seguidores del expresidente han asumido el discurso de la desconexión de las élites bogotanas, incluyendo al propio presidente Santos que proviene de ellas, con la realidad en las regiones que, en definitiva, es la verdadera realidad nacional.

Este discurso es muy similar al que en los Estados Unidos desde mediados de los años 1980 viene impulsando con gran ímpetu la derecha de ese país, especialmente por medio de la cadena de noticias Fox News Network. Su argumento gira en torno al enunciado de Richard Nixon sobre la existencia de una mayoría silenciosa, conectada a la realidad nacional y mundial, en clara oposición a una muy beligerante y vociferante minoría liberal y progresista. Esto sucedía a finales de los años 1960 cuando la Guerra del Vietnam y la lucha por los derechos civiles en los Estados Unidos se encontraban en el epicentro del debate político.

Vietnam y la segregación racial han dejado de ser los temas centrales pero el debate sobre la gran mayoría de los temas de la vida nacional norteamericana, han girado fuertemente bajo esa lógica. Esto, desde el punto de vista de la derecha.

Como se puede desprender de la introducción de esta entrada, el debate en Colombia, desde el punto de vista del uribismo, contiene una lógica muy similar a la de la derecha norteamericana: un grave problema que debe enfrentar la sociedad de sus respectivos países consiste en el alejamiento de las élites, que son casi que por naturaleza progresistas y liberales, de las realidades del hombre de a pié.

Este debate es de gran preponderancia. Es de gran interés para los expertos en política, sociología y medios. Y es de permanente actualidad. SIN EMBARGO tiende a converger en las apreciaciones de los uribistas y los conservadores americanos pero quizás sin tanta pasión y de manera menos concluyente.

No obstante, muy de vez en cuando aparecen comentarios que aportan argumentos al punto de vista de la grosera desconexión de las élites. Para muestra un botón.

Publica el diario El Tiempo en la sección editorial de su edición dominical una columna de Peter Singer titulada ¿Se deben prohibir los cigarros? en donde entrega argumentos conducentes a una respuesta positiva hacia el interrogante que plantea.

Este filósofo australiano, profesor de la Universidad de Princeton, en donde por demás estudiaron y/o trabajaron personajes de talla y reconocimiento mundial como Woodrow Wilson, Albert Einstein y John Nash, y Humanista del año en Australia en 2004, nos dice que, entre sus razones se encuentra el carácter altamente adictivo de la nicotina que traen los cigarrillos, el altísimo número de muertes, 443 mil al año sólo en los Estados Unidos, que ha causado su consumo y el engaño a la opinión pública que han montado las principales tabacaleras al ponerse de acuerdo desde mediados del siglo pasado para mentir sobre las enfermedades y adicción que su producto conlleva.

Para Singer no son suficientes los 600 millones de dólares que la FDA (Agencia de Alimentos y Farmacéuticos por sus siglas en inglés) propone invertir en el siguiente lustro en campañas de prevención y concientización debido al componente altamente adictivo de los cigarrillos.

Tampoco es válido el argumento de que el cigarrillo no debe ser prohibido porque es una droga que sólo le hace daño a quién la usa. Ésto no es legítimo por el daño que provoca el humo de segunda mano, especialmente sobre los niños en las casa de los fumadores.

Podría argüirse que hasta este punto suena lógico e incluso necesario el enfoque prohibicionista de Singer. Pero es allí donde queda en evidencia la señalada desconexión con la realidad. Afirma el pensador que en el caso del cigarrillo no habría entuertos con los fenómenos de criminalidad que existen bajo la prohibición de otras drogas como la marihuana, coca y los opiáceos, entre otros, porque, oigase bien, "muchos fumadores quieren dejar el tabaco". ¡Descubrimiento sensacional! Como si a ningún adicto a la cocaína, la heroína, las drogas de diseño o el mismo alcohol, en la vida, se le hubiera pasado por la cabeza detener su vicio. ¡Vaya filosofo!

Por supuesto nuestro intelectual no hace la más mínima referencia a qué haría si alguien, yendo contra natura, por supuesto, se le ocurriera sembrar unas "maticas poquitas" de tabaco para venderlas a uno o varios abominables y viciosos fumadores. ¿Persecución estatal, encarcelación, todas las anteriores? ¿Considerara nuestro amigo que los nimios 600 millones de dólares de la FDA podrían más bien direccionarse al Departamento de Justicia o a la DEA para hacer cumplir esa prohibición?

Singer nos cuenta que fundamenta sus comentarios en el "próximo 'best-seller'" del historiador de las ciencias de Stanford, Robert Proctor, titulado "Golden Holocaust: Origins of the Cigarette Catastrophe and the Case for Abolition" y nos indica que "gran parte" de la investigación de Proctor proviene de "más de 70 millones de páginas de documentos" de la industria tabacalera.

Ese océano de manuscritos probablemente le impidió a Proctor y a su seguidor Singer ver más allá de lo evidente. Cualquier habitante de Colombia o México puede hablar, sin muchas estadísticas pero con sentido común, acerca de los resultados nefastos que dejan los ejercicios prohibicionistas sobre las drogas.

viernes, 18 de noviembre de 2011

Consideraciones sobre un viaje

Cuando Barack Obama se convirtió en el cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos, una buena parte del planeta respiró aliviada debido a que suponía que a la Casa Blanca llegaban aires propios de la Modernidad, el multilateralismo y el entendimiento global, culto y sensato. Los días en que George W. Bush y su banda de neo-conservadores azotaron al mundo con su visión egoísta, ignorante y despreciativa hacia las complejidades y diversidad del planeta llegaban a su epílogo.

Cuando el Air Force One aterrice este fin de semana en la Base Andrews, cerca a Washington, DC, trayendo al presidente de su gira por el Pacífico, Australia y el Sudeste Asiático, de la estupenda nave descenderá un mandatario que, más allá de su imagen, ha ido construyendo una política exterior signada por más elementos propios de la Realpolitik que del idealismo puro.

Reconociendo los límites del poder americano en el siglo XXI, después de las intervenciones de su país en Afganistán e Irak principalmente, el presidente de los Estados Unidos ha venido delineando un accionar político que busca hacer verdadero contrapeso a las ambiciones y aspiraciones globales de la China continental, construyendo una especie de cerrojo sobre ella y que, por lo que se puede desprender de declaraciones de altos funcionarios del país asiático, entre las que destacan las del Primer Ministro Wen Jiabao, genera serias preocupaciones, o por lo menos algunas molestias, en los círculos del poder chino.

Mientras Obama se preparaba para salir de Hawaii, de la serie de reuniones de la APEC (foro de Cooperación Económica del Asia-Pacífico), que presidió en su estado natal, hacia Australia, en el senado de los Estados Unidos el secretario de defensa, Leon Panetta, reconvenía al senador de Arizona, ex candidato presidencial republicano en 2008, John McCain, por pasar en alto la calidad de democracia soberana del Estado iraquí. La salida completa de las tropas norteamericanas, señalada para el 31 de diciembre de 2011, es producto del respeto de Washington hacia la independencia de Bagdad y el respeto de sus necesidades.

Más allá de este planteamiento legalista, los analistas pueden extraer el real efecto de dicha salida. La atención de los Estados Unidos ahora se dirigirá hacia regiones que poseen mayor peso estratégico, siendo una de las prioritarias, sino la más, el Asia-Pacífico. Un movimiento profundamente transformativo de la alta política internacional y la geoestrategia global.

En Australia anunció el uso de bases en territorio de este país; en Bali, Indonesia, donde se convertirá en el primer presidente estadounidense en atender la conferencia de países del Este Asiático, se reunió separadamente con el Primer Ministro de la India, Manmohan Singh y los presidentes de Indonesia, Susilo Bambang Yudhoyono, y Filipinas, Begnino S. Aquino, III. Además de los temas particulares de las agendas bilaterales, Obama y los líderes de estos países manifestaron en lenguaje abierto y sin ambivalencias de ningún tipo, lo positivo y necesario de contar con los Estados Unidos como actor dinámico y participativo en la región.

En términos diplomáticos el hecho anterior no es de poca monta debido a la íntegra competencia existente entre la China e India y a los más recientes desencuentros entre Beijing y los gobiernos de Manila y Jakarta, especialmente por la soberanía en las aguas del Mar de la China Meridional, ricas en hidrocarburos y otros bienes minerales.

El presidente Obama agregaría en su gira el anuncio de la visita de su secretaria de estado, Hillary Rodham Clinton a Myanmar, nación que hasta hace sólo unos meses se encontraba plenamente alineada a los intereses chinos. Ahora con la salida del poder, por lo menos nominalmente, de los militares y la liberación de la premio Nobel de la Paz, Daw Aung San Suu Kyi, los Estados Unidos se encuentran dispuestos a aliviar las relaciones entre los dos países, buscando el fin, en palabras de Obama, de "la persecución de los reformistas democráticos, la brutalidad mostrada en contra de las minorías y la concentración de poder en manos de unos pocos militares".

Por supuesto, las motivaciones obvias van más allá de las arriba enunciadas y pasan por la ubicación geográfica de Burma (como también es conocida esta nación) entre India y China, donde la segunda viene planeando desde hace varios años la construcción de un oleoducto estratégico que le permitiría transportar crudo proveniente desde el Golfo Pérsico directamente a la provincia interna de Yunnan, sin tener que pasar por el Estrecho de Malaca, y la existencia apreciable de petróleo y, especialmente, gas, además de otros minerales.

Como bien se puede observar, sin ser única prueba, la gira por la región del Océano Pacífico de Barack Obama señala que el mandatario que llegó al poder sobre una plataforma ideológica típica wilsoniana, distinguida por un celoso resguardo de premisas morales, humanistas y universales y el respeto incólume al derecho internacional, ha terminado intuyendo, identificando y, lo más valioso, actuando bajo premisas indudablemente más rústicas y menos nobles y altruistas que las del presidente Woodrow Wilson, como lo son el miedo (phobos), el interés propio (kerdos) e incluso el honor (doxa).

Estas tres últimas las encontramos constantemente guiando a los líderes virtuosos anteriores a Obama cuando sus sociedades debieron resistir los retos más sublimes. Hoy, cuando los Estados Unidos deben encarar múltiples y directos desafíos a su liderazgo y a sus intereses nacionales, la clave para lidiar con esta situación no yace en desconocer las realidades que se desprenden de los temores, intereses y el honor estadounidense, sino reconociéndolos y apropiándoselos para así obtener el resultado más apto.

La política de la administración Obama hacia China no será perfecta pero debe reconocerse que ha enfrentado este lance hacia los Estados Unidos sin romanticismos manidos ni desconocimiento de las limitaciones y fortalezas, tanto propias como ajenas. Esto puede ser decepcionante para muchos de los que lo eligieron y apoyaron porque tenían esperanzas idílicas de cambio en la política internacional. Pero en definitiva, debe afirmarse que el presenta accionar resulta ser responsable y sabio.

jueves, 17 de noviembre de 2011

A poner a las Farc en su sitio

Pregunta hoy Fernando Londoño en su columna Adiós a las Farc ¿por qué, después de haber dado de baja a Alfonso Cano, Colombia no reclama su victoria contundente sobre las Farc? Este válido cuestionamiento hace parte del debate que ha surgido después del golpe sufrido por esa organización guerrillera a manos del Estado colombiano y sus Fuerzas Armadas.

A poner a las Farc en su sitio

Pregunta hoy Fernando Londoño en su columna Adiós a las Farc ¿por qué, después de haber dado de baja a Alfonso Cano, Colombia no reclama su victoria contundente sobre las Farc? Este válido cuestionamiento hace parte del debate que ha surgido después del golpe sufrido por esa organización guerrillera a manos del Estado colombiano y sus Fuerzas Armadas.

Un debate que no es de poca monta. Algunos, una clara minoría como el columnista mencionado, consideran que la desaparición de Cano es equivalente a la desaparición de las Farc como guerrilla y como entidad política. Otros, la mayoría, augura un futuro sombrío para esta organización caracterizado por su descomposición ideológica y una profundización de sus rasgos criminales como el narcotráfico y otras actividades relacionadas con el crimen organizado y/o la delincuencia común, y sin embargo, para esta mayoría, la solución negociada del conflicto armado interno colombiano debe tener lugar prioritario en la agenda nacional.

Acá la mayoría se divide en un espectro que va desde aquellos que consideran que cualquier negociación debe girar exclusivamente en torno al sometimiento a la justicia y la desmovilización hasta quienes todavía contemplan a las Farc como interlocutor político válido para resolver querellas de naturaleza política, social, económica y cultural, debido a que la razón de la lucha de éstas es más que legítima y justificada.

Unos y otros, los que abogan por la inexistencia del grupo guerrillero hasta quienes señalan la justeza de su presencia, guiados por objetivos y argumentos diametralmente opuestos, por supuesto, se encuentran convencidos de que el fin de las Farc dará paso a una era de desarrollo, bienestar y paz en Colombia.

Luigi Barzini, hijo, periodista y escritor italiano advirtió alguna vez, quizás medio en broma, medio en serio, que "Italia ha sido crónicamente inestable desde el cuatro de septiembre del 476, día en que el último emperador romano, Rómulo Augústulo, fue depuesto por el líder germánico Odoacro". El comentario, algo cínico ciertamente, puede proveer una seria idea del futuro panorama colombiano después de la muerte de Cano e incluso después de desaparecidas las Farc, producto de cualquier vía que el lector prefiera.

La guerrilla de Marulanda, Arenas y compañía ha sido un azote para los colombianos en general y lo más seguro es que continuará siéndolo durante varios años, tal vez décadas más. No por eso este país se encuentra obligado a explicar sus problemas, sus logros, su misma existencia, alrededor de ella.

Continuando con el ejemplo de Italia, que no es el único que nos puede ayudar a comprender diafanamente lo marginal que es esa organización guerrillera en términos estratégicos para el futuro de este país, se podría apuntar, a manera de analogía, "que las Farc son a Colombia lo que la mafia es a Italia". 47 años de vida tiene esta organización subversiva y ha golpeado sistemáticamente en muchas de sus fibras al pueblo colombiano: asesinatos, secuestros, narcotráfico, robo, corrupción y más. Las primeras menciones a la mafia y sus mafiosos aparecen en Italia en diferentes ámbitos en la década de 1860 y desde allí ha dejado una estela muy similar: asesinatos, secuestros, narcotráfico, robo, corrupción y más. Aún así Italia, con graves y numerosos problemas, además de la mafia misma, es famosa por Ferrari, Prada, Benetton y el gigante industrial Fiat. Es visitada cada año por más de 4o millones de turistas. ¿No puede Colombia "replicar" en alguna medida esa experiencia? Si es así, ¿cuáles son los verdaderos obstáculos para acometer estos logros? ¿O son las Farc tan poderosas que logran eliminar estas posibilidades?

Por supuesto que las razones de la convulsionada vida italiana son significativamente distintas a las que determinan la inestabilidad colombiana. Pero comprender lo más pronto posible que las Farc no son la causa de las desdichas colombianas y por mucho llegarán a ser un síntoma terciario, termina ser esencial para poder abordar vigorosamente las distintas agendas estratégicas que todavía están pendientes para satisfacer los máximos intereses nacionales: construir y robustecer sistemas de educación y seguridad social universales, no asistencialistas y de máxima categoría; recolectar de manera impecable, justa y apropiada los impuestos y tributos; y continuar con el afianzamiento de la presencia del Estado colombiano en la totalidad de su geografía, tierra, mar y aire, asimismo en las fronteras.

Este punto último es de recalcar porque de la misma forma como advertimos que las Farc no fueron ni son la explicación de nuestros problemas, tampoco es la razón de ser, única o tan si quiera la número uno, de nuestras Fuerzas Armadas. Estratégicamente hablando el Estado colombiano cuenta con un serio déficit en lo que tiene que ver con el control de su territorio. Éste se hace con profesores, médicos, notarios y jueces pero ineludiblemente los primeros que deben llegar, y la seguridad posterior de los anteriores depende de estos, son los soldados y policías.

Por eso resultan errados los llamados de algunos comentaristas a que el país comience a reducir su gasto militar para dedicarlo a los estudiantes y a la población en general. Esa contradicción es falsa. A parte de Venezuela, los Estados que más se han empeñado en reforzar y modernizar con armamentos y doctrinas de punta sus Fuerzas Militares, son el Brasil y Chile. Lo uno no excluye lo otro. Es evidente, eso sí, que los estadistas responsables de tomar estas decisiones deben afrontar el reto de establecer cuál es la combinación acertada de estos componentes para cada una de sus sociedades.

Dejemos a un lado, pues, el "san benito" de las Farc. Fueron una amenaza poderosa más no la clave para las desgracias nacionales. Hoy son una perturbación grotesca, en unas regiones más que en otras, pero en términos generales es mínima su influencia. El Estado tiene la responsabilidad de continuar persiguiéndola y si se llegan abrir espacios de entendimiento, éstos deben forjarse bajo los lineamientos del Estado y la sociedad colombiana.

No cabe duda, este flagelo continuará por un considerable tiempo, haciendo responsables a los líderes nacionales de mostrar a la opinión pública sus verdaderas dimensiones, la forma cómo será manejado y presentar la real agenda para el futuro del país.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

Los líderes: verdugos, no monjas

Escribe Thomas Friedman sobre los graves desafíos que hoy están afrontando los sistemas políticos en India, Europa, los Estados Unidos e incluso la China. Los líderes de cada uno de estos países parecieran, según Friedman, encontrarse afligidos por las múltiples voces que hoy pululan desde los distintos espacios que conforma y usa la bastísima opinión pública del siglo XXI:
Aunque la columna no habla de Colombia sí da pié para analizar sobre la situación del gobierno de Juan Manuel Santos. Ya se cumplieron 15 meses, equivalentes a un poco más del 30% del total del periodo presidencial, desde su llegada a la Casa de Nariño. Se han sacado adelante agendas legislativas de destacada importancia histórica; se normalizaron las relaciones con los vecinos, cosa que no es de poca monta y se ha tratado de materializar un liderazgo regional. Se han dado de baja a los dos máximos líderes de las Farc así como se han asestado otros importantes golpes a esa misma guerrilla y a otras organizaciones criminales. Como atenuante debe considerarse que este gobierno tuvo que enfrentar los estragos del pasado invierno y debe contemplarse que el que está comenzando no será más magnánimo.

Pero algunos ya empiezan a señalar que el liderazgo, precisamente, se encuentra muy desdentado en este gobierno. Los proyectos de ley de tierras y víctimas fueron aplaudidos por la galería, pero otras como la de la reforma a la justicia, de impresionante importancia estratégica al construir y consolidar un Estado, y la de reforma de la educación superior, recibieron, desde distintas direcciones de la dilatada opinión pública, sólidos y gruesos ataques de diverso tipo.

Tierras y víctimas pasaron más que holgadamente en el Congreso. Justicia y educación pasan las duras y las maduras. La primera va a camino a convertirse en una colcha de retazos y en una "reformita". La segunda terminó hoy archivada y sujeta a un proceso en donde precisamente el liderazgo es el ausente porque todos quieren todo pero sacrificar o dar, poco o nada.

Es más que entendible que las burocracias dentro del sistema judicial quieran resguardar sus actuales prebendas e incluso obtener más del Estado y la sociedad, así como es lógico que los estudiantes y otras partes interesadas en el sector educativo, busquen satisfacer intereses tales como gratuidad en la educación, garantizar constitucionalmente presupuestos, et cétera.

Pero, tal como lo señala Friedman, es allí donde debe aparecer su majestad el liderazgo. Y este no tiene forma de hermanita de la caridad. Muchas veces, sobre todo en aquellas que es efectivo, tiene más cara de verdugo.

Juan Manuel Santos ganó en segunda vuelta con poco más de 9 millones de votos. Ha mantenido índices de popularidad superiores al 70%. Este es un capital político que no debe guardarse debajo del colchón sino que tiene que invertir, lo más sabiamente posible, para que las futuras generaciones puedan cosechar los frutos de dichas inversiones.

El consenso es una herramienta que debe utilizarse, pero a un gobierno no se le puede ir la vida haciendo consensos. Debe pisar callos. Debe incomodar a mucha gente. Y debe ser capaz de mostrarle a la opinión pública que las decisiones que se toman, por duras que sean ahora, tendrán frutos exquisitos más adelante.

Es por esta razón que la administración de Santos empieza a preocupar un tanto. Si la tribuna no le hace el feo, ella avanza. Sino, mejor recular. Eso no es gobernar ni mucho menos liderar.

Posdata: La Unión Nacional tiene su responsabilidad en esta crisis in crescendo de liderazgo. Definitivamente no hay cama pa' tanta gente.

Posibilidades de un nuevo enfoque contra las drogas

Salió este domingo el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, en The Observer, semanario hermano del mucho más conocido The Guardian (ambos ingleses) realizando una llamativa avanzada mediática previa a su visita al gobierno de Su Majestad la Reina Isabel II. Advierte el presidente colombiano que su viaje busca promocionar la inversión inglesa así como mostrar la nueva cara de su país. Los días en que Colombia era identificada como una nación en franco estado de descomposición política e institucional han dado paso a unos apreciables números positivos económicos y ha unos indicadores sobre seguridad ostensiblemente mejores a los de hace una década.

Aprovechó, de paso el presidente, para mover nuevamente el debate sobre el enfoque de la guerra mundial contra las drogas, diciendo:


Advirtiendo eso sí, que esta transformación debía ser producto de una coordinación global de políticas públicas debido a que:


Hecha la muy importante y pragmática advertencia, Santos se aventuró a hablar de manera concreta sobre cuáles podrían ser las modificaciones que el enfoque de la guerra contra las drogas podría sufrir y que serían bien recibidas por su administración, y otras como la de México, indicando que:


Como lo señalan en la pieza, el discurso del presidente en esta materia es llamativo. Habla francamente sobre la necesidad/posibilidad de cambiar el enfoque hacia la marihuana, algo que ha tomado mucha fuerza, especialmente en algunos de los estados de la Unión Americana como California, en donde en 2010 se realizó una votación, (ver Proposición 19) que buscaba legalizar varias actividades relacionadas con el cannabis pero perdió por 10 puntos porcentuales (45%-55%). Para las elecciones de 2012 es casi seguro que estas propuestas electorales se volverán a presentar y no sólo en California sino en otros estados de la Unión.

Pero más impactante aún resulta ser su llamado a la discusión por un tratamiento similar al de la marihuana para con la cocaína que es sin duda la droga más dañina para la institucionalidad colombiana.

A propósito de su entrevista con el mandatario colombiano, The Observer lanza en ese mismo fin de semana un severo editorial en contra de la clase dirigente inglesa titulado The war on drugs and the shameful silence of our politicians. Señala el semanario que en círculos privados los políticos más influyentes y experimentados dicen simpatizar con una nueva discusión sobre la legalización de las drogas:


Podría pensarse que es poco lo que queda en la política inglesa de las lecciones de valentía y por sobre todo liderazgo dejadas por Winston Churchill. Ahora bien, lo que quizás sucede es que la transformación del enfoque no será lograda por medio de los argumentos políticos, morales e incluso de salubridad pública, sino por las lógicas económicas que se están imponiendo durante estos días de crisis.

De un lado se encuentran las consideraciones fiscales. Cuando son ingentes los recursos que están siendo dedicados a perseguir, juzgar y encarcelar a cientos de miles de personas que no son más que simples consumidores o traficantes de poca monta como las tristemente célebres "mulas", que en la mayoría de los casos son personas que además de contar con exiguos recursos, poseen antecedentes de violencia inmaculados, lo que se logra es abrir un serio boquete en el heraldo público, y quizás más alarmante, una considerable destrucción de capital intelectual y humano, difícilmente recuperable.

Del otro, como lo señala The Observer en su editorial, ahora en Inglaterra, y más importante aún, en los Estados Unidos, los hombres de negocios están comenzando a preguntarse ¿por qué, en lo referente a las drogas sicotrópicas, no se puede darle paso a los capitalistas en vez de los carteles?

The Economist lleva 20 años casi de manera continua intentando poner el tema sobre la mesa. Hace seis años Forbes, la biblia de los negocios norteamericana, adquirió la misma tónica al publicar 500 nombres de empresarios que favorecían en una u otra forma la regulación del mercado de las drogas.

Concluye The Observer:


Esta deducción podrá ser cierta, pero a todas luces para SIN EMBARGO, no es la única variable que explica significativamente las resistencias existentes en los grandes centros de poder a una seria revisión y modificación del actual enfoque que se tiene hacia la lucha contra las drogas.

En Proposición 19: ¿doble moral estadounidense o algo más? se afirmaba que la estructura del sistema político estadounidense es la responsable de que el gobierno federal se comporte conservadoramente en algunos asuntos, uno de ellos el de las drogas como la marihuana y la cocaína, comparado con algunos de sus estados como el de California.

Como en el senado de la Unión todos los estados cuentan con dos sillas, sin importar su extensión territorial o demográfica, se tiene un escenario en el que los senadores que representan aproximadamente el 11% de la población total norteamericana, pueden detener cualquier tipo de legislación (especialmente las altamente controversiales que conllevan en su interior profundos debates entre lo urbano y lo rural, lo cosmopolita y lo provinciano, lo progresista y lo conservador), ya que para que esta sea exitosa se necesita la denominada supermayoría de 60 escaños de 100 existentes.

Es decir que cuando presenciemos un estado de cosas en el que nos encontremos seriamente atentos para cuando el dinero hable ("money talks"), existirá aún un formidable obstáculo para evadir, y este será la estructura del sistema político estadounidense que tiende a ser muy conservadora y rígida.

El intento del presidente Santos es loable y esperemos que no cándido. Es inteligente al señalar en su encuentro periodístico con The Observer, que:


Pero para que su ejercicio de comunicación no se quede sólo en eso, es preciso que tenga en cuenta las dificultades que se posan sobre la transformación en el enfoque hacia las drogas, tales como el tirante sistema político estadounidense y la tradicional irrelevancia colombiana, y por lo tanto de sus problemas, en el sistema mundial.

Para combatir esta última, además de reducir los índices de violencia, atraer inversión extranjera y mejorar la situación social y económica de los colombianos, la administración Santos debe fortalecer la política exterior nacional no sólo entregando visibilidad a los temas que interesan al país y a su gobierno, sino por sobre todo creando una estrategia compleja, aterrizada a la realidad e incluso inspiradora y valerosa.

SIN EMBARGO desea sospechar que Haití, Israel-Palestina, debate drogas y el renovado liderazgo regional hacen parte de dicha estrategia. Pronto se podrá analizar qué es lo que exactamente se traen entre manos Juan Manuel Santos y su canciller María Ángela Holguín.

viernes, 11 de noviembre de 2011

El XXI: ¿un siglo chino?

La opinión pública en general y buena parte de los formadores de opinión calificados alrededor del mundo así lo creen. El vibrante crecimiento de la economía china durante las dos últimas décadas permite concluir que sólo es cuestión de tiempo para que arrive el día en que los Estados Unidos dejarán de ser la potencia líder en el planeta, para ceder esa posición al dragón oriental.

No sería responsable descartar de un solo tajo esta posibilidad. Sin embargo "Roma no se hizo en un día" y el camino que deberá recorrer la China presenta destacados, sino formidables, obstáculos. David Gordon cita en el Washington Post a un tecnócrata asiático diciendo:


La anterior afirmación da pié a Gordon para indicar que los Estados Unidos deben aprovechar la situación que se viene presentando desde hace aproximadamente 18 meses, por la cual China, debido especialmente, según Gordon, al proceso de transición de poder dado al interior del gobierno chino, se ha destacado por su agresividad para con sus vecinos. Los roces, más que diplomáticos, con el Japón y los países ubicados en el área del Mar del Sur de China, se han multiplicado en este periodo, conllevando al razonamiento citado arriba por parte de los hacedores de políticas y tomadores de decisiones asiáticos.

Gordon materializa su propuesta estimulando al gobierno de su país no sólo a mantener y ampliar los acuerdos de carácter militar con las naciones de la zona, que va desde Australia y Nueva Zelanda, hasta el Japón y Corea del Sur, pasando por Singapur, Vietnam e incluso Taiwan, sino a acelerar la agenda de tratados comerciales y económicos. El más importante y que podría ser fundamental para hacer contrapeso efectivo a la ASEAN (claramente dominada por China), sería la Asociación Trans-Pacífica (TPP por sus siglas en inglés) en la cual se encuentran, además de los países anteriormente mencionados, Chile y Perú (alerta para Colombia: ¿nos conviene o no participar en ASEAN, en TPP o en las dos?).

David Gordon cierra su escrito (A trade opportunity Washington shouldn't pass up) dejando en claro que el énfasis del accionar americano debería ser el económico y que esta ventana de oportunidad está pronta a cerrarse, debido a que una vez termine el proceso de transición en el Politburó chino, el señor Xu, nuevo presidente, adoptará políticas más estables y llamativas para la región.

Sin Embargo se arriesga a disentir de las anteriores inferencias. Por supuesto, los Estados Unidos deben profundizar con ahínco las alianzas económicas y comerciales en la región, pero los temas militar y político deben ser asumidos como vértices de cualquier estrategia exitosa. Hoy los vientos tienden a ser más sensatos. Abyectos a la guerra. Pero, precisamente el mayor y continuo crecimiento de la China, seguramente provocará que estos cambien significativamente. Por ende, contar con un entramado sólido de acuerdos y alianzas militares, económicas y políticas en la región se convierten en una notable cuota inicial favorable para los intereses de los Estados Unidos.

Con lo anterior queda también apuntado que el comportamiento "agresivo" de Beijing no se explica exclusivamente por la transición. Es cierto que la visión china ha sido nublada por las competencias al interior de dicho proceso de transición, pero su explosivo crecimiento económico y militar es el que provoca, de manera casi automática, estos comportamientos políticos expansionistas y hasta soberbios.

El siglo XXI podrá llegar a ser uno dominado por la China, pero el camino que deberá recorrer no será uno marcado exclusiva, o significativamente por los aspectos económicos y comerciales. Aquellos interesados en atajar al dragón rojo, deberán estar totalmente conscientes de la importancia cardinal de las esferas militar y política.

¿EUA debería dejar Taiwan a los Chinos?

Apareció en el día de ayer en el NYT una interesante pieza de opinión de Paul V. Kane titulada To Save Our Economy, Ditch Taiwan, en la que plantea una osada y/o demente (no necesariamente son excluyentes) propuesta para mejorar la actual situación fiscal de los Estados Unidos.

Según Kane, el presidente Obama debería iniciar serias conversaciones de alto nivel con los líderes chinos con el objetivo de plantear el fin de la relación especial entre los Estados Unidos y Taiwan, de la que se desprenden además de estrechas relaciones comerciales y económicas, serias garantías de seguridad para la isla frente al continente, a cambio de que el gobierno en Beijing "olvide" la deuda que posee a nombre del Tesoro estadounidense que alcanza a marcar 1,14 trillones (de los americanos) de dólares, que equivalen a casi el 10% del total de la deuda de Washington.

Además del efecto positivo en las finanzas norteamericanas provocadas por una sustancial reducción de la deuda, que es una de las más serias amenazas a su seguridad nacional (la máxima según el almirante Mike Mullen, retirado), sin tener que reducir el gasto gubernamental o aumentar los impuestos, Kane afirma que se eliminaría la posibilidad de un enfrentamiento directo y costoso entre los Estados Unidos y China por Taiwan, e incluso, lograrían que el gobierno comunista de la China adoptara posiciones más favorables a los intereses estadounidenses en escenarios como el iraní, sirio y norcoreano.

Finalmente, Kane respalda su propuesta indicando que la alianza entre Washington y Taipei es una que surgió durante y bajo la lógica de la altamente politizada y militarizada Guerra Fría y por lo tanto resulta anacrónica.

Aunque son pocas las veces en que uno se encuentra con propuestas tan audaces y provocativas, es interesante y preocupante observar el gran desprecio que Kane le tiene a la geopolítica y a la estrategia militar. Considera el autor de la pieza bajo estudio que hoy día los triunfadores y ganadores están determinados por el éxito comercial y empresarial y no por los instrumentos reales de fuego con que las naciones cuenten sobre la superficie o contorno.


Este raciocinio resulta ser el talón de Aquiles del análisis del artículo a juicio de este observador. Lo debilita aún más que la reducida importancia que se le da al golpe que este accionar significaría para las credenciales democráticas de los Estados Unidos, tan apreciadas por sus ciudadanos y sus dirigentes. O el no tener en consideración la reacción que otros aliados norteamericanos, como por ejemplo Israel en el Medio Oriente, India en el sur de Asia, Polonia en Europa oriental, e incluso, un país como Colombia en el Hemisferio Occidental, tendrían frente a este áspero y frío abandono de compromisos.

El siglo XXI, muy a pesar de los asombrosos adelantos técnicos, científicos y sociales de los que será testigo de excepción, no se diferenciará mucho a los siglos XVI, XVII o cualquier otro anterior, en lo que refiere a la geopolítica y a la estrategia militar. La propuesta de Kane no nos resulta desfasada. Abandonar a Taiwan podría ser una política tan revolucionaria como lo fue la apertura de la China continental o la enunciación de la Doctrina Truman y el Plan Marshall. Pero sustentar dicho movimiento telúrico en premisas tan optimistas como aquella que considera a la lucha geoestratégica entre naciones, o grupos de estas, reemplazada por la simple y pura lógica del mercado, resulta, como se mencionaba arriba, atemorizante.

Los ropajes y las herramientas utilizadas hoy podrán ser más evolucionadas y civilizadas, pero la lógica que dicta el juego son tan antigüas como el hombre mismo.