martes, 23 de agosto de 2011

Barack Richard Obama Nixon


Por: Alejandro Ramírez Restrepo

Después del triunfo republicano en las elecciones de mitaca en el último noviembre, se sugirió que contando con un clima económico y social poco favorable, el presidente Obama debía buscar anotarse un éxito en política exterior de gran estatura para poder afrontar con posibilidades serias su intento de reelección. Se ofrecían como posibles escenarios Corea del Norte e Irán. Los éxitos a obtener en estos dos lugares por parte del presidente norteamericano podían ser de carácter bélico o diplomático o incluso una refinada combinación de ambas opciones.

También se hizo efemérides de la presidencia de Richard Nixon y cómo, a pesar de contar con un ambiente desfavorable en lo social y económico y de continuar enfrascado en la Guerra de Vietnam, obtuvo una apabullante victoria frente al candidato del partido demócrata, el senador George McGovern de Dakota del Sur. Se argüía que dicha victoria (60% del voto popular y 49 estados del Colegio electoral) se debió en buena medida al éxito en política exterior que la historia habría de denominar la apertura de la China continental de 1972.

Diez meses después, es tiempo de adaptar el análisis a la situación actual. Mucha agua ha pasado bajo el puente. En diciembre de 2010 Mohammed Bouazizi, un vendedor ambulante tunecino se inmoló como protesta contra el regimen injusto y corrupto del presidente Zine El Abidine Ben Ali y surgió en pocas semanas lo que hoy todo el mundo reconoce como la primavera árabe. Pocos, en el Medio Oriente se han salvado de la ola de protestas y movimientos desobedientes y rebeldes que amparados bajo dicho término han surgido. Egipto, Siria, Bahrein y Libia han sido quizás los más sobresalientes, aunque de lejos no los únicos.

El primero de mayo último, fue dado de baja el forajido más perseguido en la historia de los Estados Unidos y de la humanidad. Osama Bin Laden terminó en el fondo del Océano Índico y le entregó, aunque por poco tiempo, 10 puntos más al mandatario norteamericano en las encuestas.

Observadores provenientes de todo el espectro político, casi de manera uniforme, califican en general la gestión de Obama en estos dos frentes como aceptable y apropiada. Esta noche, Karl Rove, el asesor político que llevó a George W. Bush desde Austin hasta la Casa Blanca, dijo en Fox News Network que calificaría la gestión de Obama en Libia con un B menos.

Debe tenerse en cuenta que estos analistas entregan casi sin disputa buenas notas en este frente, debido a que el electorado ahora se encuentra menos interesado en los asuntos de política exterior que en noviembre pasado e incluso que en noviembre de 2008 cuando Obama obtuvo la presidencia frente a John McCain y la crisis económica, aunque con mucha fuerza, a penas comenzaba.

El desempleo está por encima del 9%, el galón de gasolina supera los 4 dólares, durante los casi tres años de gobierno Obama la deuda norteamericana ha crecido más que en todos los ocho años del “manirroto” George Walker Bush y el default de la misma se esquivó por escasos milímetros.

Aún así, Obama todavía tiene muchas posibilidades de mantener la presidencia. No tanto porque falten 15 meses para el 6 de noviembre y “eso en política es una eternidad”. Aunque lo anterior es cierto, acá vamos a volver a recurrir al ejemplo que provee la experiencia presidencial del republicano Richard Nixon, que cada vez resulta ser más similar a la realidad que hoy día debe afrontar y que probablemente debará asumir en la hora cero de noviembre de 2012 Barack Hussein Obama.

En 1972 ya explicamos cuál era el ambiente de las elecciones. Crisis económica y social, estancamiento en una guerra impopular y algunos éxitos, no exentos de controversia, en política exterior. Adicional a esto y muy importante, debe sumarse que el candidato que los demócratas proveyeron para la contienda electoral, ha sido de lejos el más liberal de todos lo candidatos de ese partido en la historia norteamericana. George McGovern apoyaba la creación de un estado de bienestar “a la europea” en los Estados Unidos. Prometía la salida incondicional de su país de Vietnam, sin valorar intereses o condición estratégica alguna. Demasiado radical para el gusto del centro, la mayoría silenciosa, americana.

Obama, en 2012, buscará su reelección bajo unas condiciones económicas críticas; un cierto descontento social, siendo el más vocal el proveniente del movimiento del Tea Party pero que no llega a tener las dimensiones con que contaron los estudiantes y afroamericanos en el 72 (y que despreciaban a muerte a Nixon); tres guerras impopulares pero mal que bien, aceptablemente manejadas (para este 31 de diciembre salen la totalidad de las tropas de carácter ofensivo de Irak, en Afganistán se reduce el número de efectivos y en Libia se ha sacado a un dictador sin enviar soldados y arriesgar preciosas vidas norteamericanas). Y se dio de baja a Osama Bin Laden.

Para revertir su débil situación política actual, Obama va a continuar dependiendo principalmente de un éxito (contundente) en política exterior, porque es poco probable que salve la situación económica, bien porque no alcanza el tiempo para que las políticas adoptadas muestren éxitos o bien porque el bloque radical republicano en el Congreso impida sacar adelante políticas para ser adoptadas. Así las cosas, lo que terminaría pintando un cuadro muy similar al de 1972, sería que los republicanos nominen a un radical proveniente de la derecha.

¿Es esto viable?

Para preocupación de los republicanos de centro existe material humano suficiente que pueda cumplir con esa caracterización. Ron Paul, libertario, no por ello deja de ser radical, es decir alejado del centro político, en la última encuesta de Gallup pierde hoy por tan sólo dos puntos contra Obama. Michelle Bachmann pierde por sólo cuatro puntos. Rick Perry empata. El único que le gana es Mitt Romney que es vapuleado por el sector extremo de su partido por poseer “perturbadoras” similitudes con Obama (especialmente el RomneyCare u ObamneyCare implementado durante su gobernación en Massachussets).

Lo sorprendente de esta medición es que los candidatos alineados claramente con el Tea Party, con el radicalismo (Perry, Bachmann y Paul), se encuentran en las mismas condiciones que el candidato del centro, el de la mayoría silenciosa (Romney), gracias al error estadístico. Es decir, al día de hoy, no uno ni dos sino tres, resultan viables como adversarios de Obama.

Además, teniendo en cuenta que la prueba ácida para Romney va a ser el proceso de obtención del tiquete republicano, en donde se enfrentará a las bases del partido del elefante y en donde los elementos más partidistas y/o radicales se pueden organizar de mejor manera y sus números impactar considerablemente, debe confirmarse como no descabellado, sino totalmente viable que sea Perry, Bachmann e incluso, aunque poco probable, el propio Paul, quien termine enfrentándose a Obama en noviembre de 2012.

Hoy numerosos jóvenes, hispanos, jubilados e incluso afroamericanos se encuentran desenamorados de Obama. Pero ante la posibilidad de escoger entre su presidente y cualquiera de estas figuras que están fuertemente relacionadas con recortes a programas y subsidios, favorecimiento a las clases pudientes y endurecimiento de leyes, como las migratorias, terminarían volcándose a las urnas para ungir de nuevo a Obama como mandatario.

Algo similar a lo ocurrido en 1972.


La paradoja Obama (52)


Por: Alejandro Ramírez Restrepo

La política sí que sabe ser paradójica e irónica. En noviembre de 2008 el mundo asistió complacido y aliviado a la elección del demócrata Barack Obama como cuadragésimo cuarto presidente de los Estados Unidos. Después de la debacle de Bush 43, se recibía con gran esperanza a un nuevo líder que arribaba al poder con lemas como “Yes, We Can”, “Hope” y “Audacity of Hope”. Treinta y cuatro meses después, aunque nadie añora a Bush, una buena parte del electorado americano encuentra frustrante la era del joven afro americano organizador comunitario y alrededor del mundo ya no causa el mismo entusiasmo su figura, por lo menos no en las dimensiones de 2008 cuando podía llenar un foro completo en Berlín o, prácticamente, en cualquier parte del planeta. Hoy es un presidente impopular.

Pero ¿dónde reside la ironía en la historia del presidente Obama? En su campaña, el senador junior de Illinois, prometió acabar, o por lo menos reducir a su mínima expresión, la polarización política existente en ese momento en el país. Prometió también, y prácticamente esto fue lo que lo llevó al poder, llevar a cabo la reconstrucción, no de algún país perdido en el medio oriente, sino del suyo propio, los Estados Unidos, a través de la creación de millones de empleos, de un sistema universal de salud, hoy denominado Obamacare y enfrentar los abusos provenientes de los especuladores financieros responsables de la crisis de septiembre de 2008, así como domar los fastuosos déficits presupuestales en que la administración Bush sumergió al país.

En el frente externo, al mundo se le prometió un presidente multilateralista, respetuoso del derecho internacional y los derechos humanos (por ejemplo, vía cierre de la cárcel en Guantánamo), practicante asiduo del soft power y, lo más importante, retiraría las tropas americanas de Irak (la guerra estúpida) y con mayor paciencia de Afganistán (la guerra necesaria).

Es decir, el mundo esperanzado, el que pensaba con el deseo, esperaba un presidente activo y ambicioso en su agenda doméstica y más bien a un presidente con una política exterior “humilde” (por utilizar, con algo de sarna, un término utilizado por el propio George W. Bush, por allá en 2000 cuando también él era candidato y vendía ilusiones). Dicha humildad, debe apuntarse, yacía en buena parte a la inexperiencia del senador en los temas foráneos.

Hoy tenemos a un Barack Obama que para muchos ha fracasado por completo pero a juicio de esta tribuna no es así. No completamente. Lo que tenemos es un escenario paradójico; irónico.

El ambiente político está en uno de sus niveles más caldeados, por lo menos en varias décadas; el desempleo pasa del 9%, número altísimo para los estándares americanos; la gasolina está por las nubes; el obamacare se ha convertido en caballito de batalla de todos los republicanos y puede llegar a ser declarado inconstitucional por la Corte Suprema (ya han hecho lo propio varias cortes estatales); los déficits crónicos se mantienen y debido al bloqueo político existente en Washington parece que el asunto no se vaya a solucionar (así lo consideró S&P).

En política exterior se destaca la imposibilidad/incapacidad de cerrar Guantánamo; la profundización del envolvimiento americano en Afganistán y Pakistán; la existencia de un ambiente internacional en el que la hegemonía estadounidense es más algo del pasado que del futuro al verse seriamente amenazada por China, Rusia y otras potencias emergentes como la India y Brasil.

Y aún así, desde la perspectiva de la virtud histórica, encontramos que el primer (¿único?) término de Obama realmente puede destacarse en el área internacional, a pesar de todo. Sin dejar a un lado en sus discursos el excepcionalismo americano, se encuentra que su enfoque, el cual no está absento de errores, resulta ser pragmático y enfocado en los intereses reales de la nación norteamericana. Así las cosas, a pesar del gran lío fiscal y económico al interior de la nación, los Estados Unidos han logrado dar de baja a Osama Bin Laden; mantener a raya a China al concretar alianzas no despreciables en toda la cuenca del Pacífico y el Índico; participar limitadamente, pero parece ser contundentemente, en una intervención en el norte de África. Y ha buscado, sin obtener todos los resultados planteados, una política multilateral realista (compartiendo además de valores y metas, costos) con sus socios europeos.

Es decir, nos encontramos con un Obama acertado (rescatable) en política exterior y muy limitado (fracasado) en política doméstica. Se suponía que nos encontraríamos con un líder exitoso en materia interior y alguien más bien restringido allende las fronteras.

¡Vaya paradoja!

Este escenario nos puede ayudar a concluir dos ideas: 1) las elecciones libres, antes que ser una competencia seria y rigurosa, más parecen, sobre todo al ojo de la Historia, un reality show de muy baja calidad. Lo candidatos, debido a la rapidez de los medios de comunicación, especialmente la televisión y cualquier otro medio visual, deben emitir declaraciones cortas y llamativas que en el mayor de los casos no cuentan con profundidad y no resistirían un análisis serio. Y además deben tocar los corazones del electorado. Las mentes, poco o nada importan.

2) “El presidente de los Estados Unidos, el hombre más poderoso sobre la faz de la tierra”, es una de esas generalizaciones equivocadas de cabo a rabo. El mandatario americano, como cualquier otro mortal, es un esclavo de acontecimientos y tendencias poderosísimas que, por mucho, tan sólo puede ligeramente tocar; no influenciar, no modificar. Sólo tocar. Esto es algo que la gran parte del electorado ignora y es por ello que terminan decidiendo con el corazón (el deseo) y no la mente.

Para terminar y quizás dejarlo como el punto de inicio para otra entrada, quisiera indicar que el acontecimiento/tendencia poderosa que marca a la presidencia de Obama es la recesión económica de 2008. John McCain estaría en las mismas.

viernes, 19 de agosto de 2011

Filosofando ando (ó La séptima y el liderazgo, parte dos) (106)

Por: Alejandro Ramírez Restrepo

En la entrada anterior trataba de señalar porqué el liderazgo resulta tan complicado de volcar a grandes proyectos y obras en nuestro país, a propósito de la propuesta del corredor verde por la Carrera Séptima que la alcaldesa Clara López lanzó. Por supuesto, englobar este complejo asunto en menos de mil palabras resulta un desafío quijotesco, por lo tanto en este segundo capítulo deseo continuar reflexionando sobre el tema, sin aspirar a resolverlo definitiva o cercanamente.

Quisiera comenzar aclarando que, como rápidamente lo señalé en el escrito anterior, la visión que poseo sobre la política y el acontecer nacional no es apocalíptica, como sí la tienen muchas personas dentro de la opinión pública e incluso dentro de los mismos formadores de opinión (es un camino fácil). Al mismo tiempo debo señalar que mi visión se caracteriza por la opacidad y la tragedia. Trato de alejarme lo más posible a las esperanzas y a los sueños, a las grandes posibilidades y transformaciones, y más bien uso un enfoque conservador, o si se quiere negativo.

La experiencia, no tanto la propia sino la que he encontrado a través del estudio y el repaso del pasado, sea aquí en Colombia o en cualquier otro lugar del planeta, me indica que de las propuestas que buscan grandes cambios, que apuestan por la benevolencia del ser humano, y que incluso pueden ser bien intencionadas y justas, provocan más dolores de cabeza y frustraciones que cualquier otra propuesta más conservadora, limitada y menos soñadora.

Los líderes están para inspirar, por supuesto. Pero también están para ser responsables y para asignar, incluso, castigos “injustos”, es decir, seleccionar con sus políticas y sus decisiones quiénes van a ser ganadores y quiénes perdedores. En todos los sistemas políticos que han existido sobre la faz de la tierra, incluyendo el socialismo y la democracia capitalista, no todos los miembros de los grupos sociales logran obtener las mismas ganancias. De hecho, siempre hay grupos significativos de individuos que reciben pérdidas. Es una realidad irrebatible evidenciada a lo largo del tiempo.

Los líderes, podría argüirse, están precisamente para cambiar ese estado de cosas, injusto, por no decir corrupto y mundano. Pero el líder responsable, que seguramente será aquel que se encuentre más propenso a ser virtuoso y por lo tanto aprobado por la Historia, debe concebir la forma de cómo brindar las transformaciones sin provocar graves desequilibrios.

Inicialmente podría entenderse esta argumentación como una contradicción al discurso de la entrada anterior porque pareciera que se está apoyando a quienes impulsan, por ejemplo, obras de infraestructura acorde a nuestros presupuestos y arreglos institucionales y no aquellas que desafían hasta la imaginación (colombiana) más ansiosa. Pero no es así. La discusión no está orientada hacia allá.

Para los líderes resulta conveniente asumir sus roles comprendiendo las severas, diversas y realísimas limitaciones con que vienen sus influyentes cargos. Si no lo hacen, es una apuesta segura para el fracaso. Pero aceptar e identificar a las limitaciones, no se traduce en la imposibilidad de modificarlas, reducirlas o incluso desaparecerlas. De hecho, dicha aceptación e identificación, son las herramientas primordiales que permiten realizar cambios prácticos y ciertos.

Es bajo el anterior razonamiento que se señalaba en La séptima y el liderazgo, que este último, gracias a nuestras reglas de juego, formales e informales, e incluso, legales e ilegales, se encuentra peligrosamente difuminado entre numerosos jugadores llevándolo a un limbo en el cual resulta casi imposible que descolle una efectiva figura imbuida de liderazgo. La tarea, entonces, debería enfocarse, por lo menos en una buena parte, a llevar a cabo las transformaciones puntuales que son necesarias para que los ejecutivos en el poder público, puedan, valga la redundancia, ser ejecutivos (líderes).

Adelantar esa tarea transformacional sería una empresa que requeriría un magno costo político. Críticas calificadas cuestionarían el espíritu democrático y señalarían su carácter retrógrado. Otros, más terrenales y concretos, argumentarían cualquier cosa agradable a la tribuna, ya que su preocupación no iría más allá del temor a perder poder burocrático y presupuestal. El ejercicio transformacional pasaría de ser una bandera ondeante en lo alto a un trapo sucio y grasiento dejado en el piso.

Es allí donde está el detalle de la discusión. Es la democracia.

Los sistemas políticos en los que no hay mucho espacio para la discusión y el disenso, se puede encontrar un liderazgo abrumador que puede acometer con gran efectividad, no necesariamente eficiencia, grandes logros. Y sí, por supuesto, también grandes catástrofes.

Es por eso que, cuando nos tropezamos con proyectos vacíos de pasión y ambición, como el del corredor verde por la Carrera Séptima de Bogotá, no se debe en el fondo a la abundancia de corrupción ni a la falta de dinero, ni de tecnología, ni de individuos con ideas y liderazgo en potencia. La “culpa” reside más bien en que vivimos en un sistema democrático desarrollado y en desarrollo. Ese sistema es el que entrega los estímulos positivos y negativos para todos los actores dentro del mismo.

Esta puede ser una observación de Perogrullo, pero no por ello resulta evidente para la opinión pública (votantes y no votantes), para los formadores de opinión (analistas) y para los propios líderes del sistema.

Si usted tiene lo anterior en cuenta, podrá concluir que votar es importante y puede significar o no la diferencia, pero también podrá concluir que no es la panacea y no porque los candidatos y los funcionarios sean corruptos, sino porque el sistema no les permite hacer mucho. Cambiar el sistema, modificarlo sustancialmente, es una tarea enorme, llena de obstáculos inmensos y también riesgos espeluznantes. O a usted ¿no le importaría vivir en un sistema en el cual sus libertades sean recortadas o eliminadas? Una transformación bien intencionada puede terminar en una pesadilla implacable.

Como lo advertía desde las primeras líneas, antes que proveer soluciones, se deseaba hacer una reflexión. Algunas propuestas (cambios incrementales) vendrán luego.

miércoles, 17 de agosto de 2011

La séptima y el liderazgo (51)

Por: Alejandro Ramírez Restrepo.

Ahora la alcaldesa encargada del Distrito Capital, la doctora Clara López, ha anunciado como renovadora propuesta, erigir la Avenida Séptima como un corredor verde en el cual Transmilenio funcionaría impulsado por electricidad y además iría hasta la Calle 170 en el norte de la ciudad.

La propuesta es llamativa porque fue campaña del alcalde Samuel Moreno, antiguo jefe de la actual mandataria, montar en la significativa avenida bogotana, un Transmilenio ligero, que contrariaba los diseños de la alcaldía de Luis Eduardo Garzón, usando buses más livianos y extendiendo el proyecto sólo hasta la Calle 72 o incluso hasta la Avenida 100. Por supuesto, también resulta vistoso el énfasis ambientalmente amigable y moderno que se propone hoy.

Ahora bien, encontrándonos ya de manera oficial en la campaña política por el segundo cargo popular más importante del país, y quedándole menos de cinco meses de mandato a la propositiva administración, debe advertirse con toda claridad que la propuesta no es seria en lo más mínimo. Es una de esas maniobras que denominan como cortina de humo aquellos que se encuentran permanentemente en el ermitaño bando opositor al poder.

Pero, además de ser eso, una cortina de humo que busca no tanto tapar sino dejar al final una imagen un poco más agradable y moderna, del partido que se encuentra en el poder en la capital del país, esta propuesta permite dedicarnos a pensar sobre el liderazgo existente en Bogotá puntualmente, pero que también, las reflexiones acá planteadas, sirven para la totalidad de Colombia.

Las obras públicas y los monumentos son los testimonios más representativos de cualquier cultura. Reflejan el ego y la jactancia de los pueblos que las construyen pero también son un auténtico y veraz testimonio de las ambiciones y capacidades de estos. Por lo tanto, cuando se observa la infraestructura existente en la ciudad, de lejos, más importante y rica del país, le puede quedar a uno un sabor agradable al pensar que nuestra sociedad no recae en el espantoso pecado capital de la soberbia. Aunque también nos puede dejar un sabor amargo, triste y hasta nauseabundo, al ver nuestra limitadísima capacidad y, por sobre todo, ambición.

La propuesta de la Séptima como un eje ambiental, tal como la están planteando y tal como puede observarse en las maquetas virtuales a las que ya nos tienen acostumbrados, muestra la falta de creatividad y de aspiraciones de nuestros líderes. La Séptima para mí, a la vuelta de unos pocos años debería estar convertida en cualquiera de estas dos cosas: o en una superautopista elevada de dos pisos. Un carril va hacia el norte. El otro hacia el sur. Con sus respectivos accesos, sus rampas, su iluminación, señalización e incluso sus peajes. O, lo que más me gustaría, por lo menos hasta la Avenida 100, debería ser un gran parque permanente con kioscos, tienditas, puestos de frutas, árboles, ciclovías, teatrinos, et cétera, y por debajo de ese magnifico espacio ciudadano, existiría una superautopista subterránea.

Me dirán que ese tipo de superestructuras acá en este país tercermundista no se pueden realizar, entre otras cosas porque roban mucho y además “eso es muy difícil”. Otros incluso dirán que simplemente los costosos de semejantes proyectos son altísimos; ¡prohibitivos!

Es allí donde entra el liderazgo y se manifiesta la crisis que nos azota por falta de ese intangible. Es de mi parecer que existe corrupción en cualquier latitud o longitud, siendo de diferentes tipos y dimensiones, pero no es un mal exclusivo de este país. Lo que pasa es que sin importar que exista o no ese fenómeno las obras se realizan. Se proponen, se diseñan y se llevan a cabo.

En nuestra capital, la de todos los colombianos, no se puede ni siquiera pensar en hacer este tipo de obras, de magnifica, aunque no suficiente envergadura porque el liderazgo está esparcido en una multitud de organizaciones privadas y públicas. Y cuando el liderazgo se encuentra diseminado en varias cabezas o puestos, simplemente deja de existir.

Hoy, por hablar sólo de nuestra ciudad, el Procurador General tiene algo que decir y decidir en cualquier proyecto. Ni hablar de la Contralora General y mucho menos del despacho de la Contraloría Distrital. El Presidente de la República con su respectivo ministro del ramo también tienen mucho que decir y decidir. El Congreso de la Nación, con sus dos esplendorosas cámaras, por supuesto que tienen velas en ese entierro también. Y si el tema es ambiental, pues la CAR también. Periódicos, Cámaras de Comercio, juzgados, Altas Cortes y hasta universidades. Y a penas llegamos a los órganos ejecutivos de la ciudad, el Cabildo distrital y la Alcaldía Mayor. También allí los acreditados como funcionarios en esos organismos, querrán decir algo sobre el entuerto.

No es que no haya líderes en potencia. Ni siquiera que dentro del extenso ramillete de candidatos a ser alcalde de la ciudad no haya personas con meritorias credenciales de liderazgo. Lo que sucede es que el sistema político y social está diseñado para que una vez en el cargo que se supone es de máximo liderazgo, quien lo ocupe encuentre que su mayor activo, ese liderazgo, lo tiene compartido con numerosos actores. ¡Quiéralo o no!

El eje ambiental propuesto en la Séptima, tal como lo muestran las maquetas virtuales de la alcaldía, puede terminar siendo realidad. Pero esa no es una obra de magna ingeniería. No le hace ni cosquillas a cualquier pirámide de las muchas que hay alrededor del mundo. Ni tampoco a cualquier autopista seria, de esas que pululan por el mundo también.

¿Qué hacer? Complejo y largo. Y tema de reflexión, ni siquiera de propuesta, para una próxima columna.

Despreocupados, desconectados (33)



Por: Alejandro Ramírez Restrepo

El diario El Tiempo publicó en la edición del día de ayer (martes 16 de agosto de 2011) una entrevista realizada a la canciller de la República de Colombia, María Ángela Holguín, por parte del editor político en jefe de esa publicación Edulfo Peña.

La entrevista podrá haber satisfecho a la opinión en general e incluso a la misma cancillería, pero para una persona con gran curiosidad en los temas relacionados con la política exterior de Colombia y los asuntos internacionales en general, deja mucho que desear. No es que se critique el tono del enfrentamiento verbal: amigable y civilizado. No es que acá se esté exigiendo que estas entrevistas se asemejen a un interrogatorio de la Inquisición. Más bien lo que se quiere demandar es que quienes sean los responsables de adelantar estas labores periodísticas, tengan un mayor conocimiento del tema.

La entrevista, en definitiva, debido, quiero creer yo, al conocimiento limitado de don Edulfo en la materia, resulta ser sumamente superficial. Sirve, eso sí, para saber en qué está Colombia. Más o menos a qué se le apunta, especialmente en lo que refiere a la agenda comercial. Pero, excepto por los ya consabidos cuestionamientos sobre la relación con Venezuela, no se hacen preguntas que podríamos caracterizar como verdaderamente estratégicas. Es decir de fondo.

En términos generales, no se indaga por cuáles son los grandes problemas que en la actualidad debe enfrentar la cancillería. Ni de tipo institucional ni de tipo general. No se intenta averiguar cuáles son las amenazas que desde el órgano rector de la política exterior, son consideradas las más inmediatas y las más estratégicas para el Estado colombiano.

No se menciona ni por las curvas cómo ha sido el rol de Colombia en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas ni tampoco cómo van las propuestas hechas por el país, por su gobierno, acerca del crítico problema que enfrenta nuestro país fronterizo (no tanto que hermano) Haití.

A mi parecer, sin querer sonar apocalíptico, aunque sí algo trágico, esta entrevista publicada por el diario más influyente del país, más poderoso, refleja acertadamente el grado de (des)preocupación que la elite dirigente posee sobre los asuntos internacionales y la agenda exterior que debe y puede seguir el país. Definitivamente no es importante. El hecho que sea el editor político en jefe el encargado de realizar la entrevista me lleva a concluir una de dos cosas: o en El Tiempo no hay nadie de peso y/o conocimiento suficiente en el área “internacional” que pueda llevar a cabo esta tarea o simplemente entrevistar a la canciller no es tarea de la “internacional” porque ella cubre lo que pasa afuera del país.

Cualquiera de las dos alternativas muestra la desconexión entre la política exterior (valoración de su utilidad, su relevancia, su comprensión) y los más importantes formadores de opinión de la nación y de la sociedad y el Estado, casi como un todo. ¡Ojo! No es que los políticos no tengan nada que ver; que este tema sea exclusivo para los internacionalistas. Para nada, lo que pasa es que si la entrevista es sobre la agenda internacional pues que la haga el experto correspondiente. Si la entrevista es sobre la mecánica/juego político en los corrillos del poder alrededor de la cancillería y su política exterior, pues que la haga el experto en “política”.

Porque don Edulfo, por lo menos por lo que se puede apreciar de esta entrevista, sobre política exterior, pocón pocón.

lunes, 15 de agosto de 2011

Todo tiempo pasado fue mejor (29).



Por: Alejandro Ramírez Restrepo

Aunque uno no se quiera sumergir personalmente mucho en el mundo de los gadjets y de la Tecnología de la Información, IT por sus singlas en inglés, es casi imposible no terminar haciéndolo, aunque sea medianamente.

Para estar un tanto a la moda y no quedar como un zapato viejo y desactualizado en los círculos sociales en que uno se mueve, decidí adquirir un I-Phone en una tienda de esas denominadas de grandes superficies en los Estados Unidos. Lo hice con gran desidia y por ello sufrí un gran golpe. El equipo que escogí en una de esas largas y blancas góndolas en el supermecado, resultó no ser un I-Phone, sino un I-Pod.

¿Que cuál es la diferencia? Pues simplemente que aunque los dos aparatejos sirven prácticamente para lo mismo, bajar y escuchar música, escribir anotaciones, organizar el calendario de eventos, ver mapas, hacer, colgar y mirar videos, navegar por la web y jugar videojuegos, el que terminó siendo de mi propiedad no tiene la capacidad de hacer llamadas telefónicas. Razón principal de la adquisición del bien. ¡He ahí el detalle, maestro!

Ahora es una anécdota más pero siempre queda uno desconsolado por los golpes que le da a uno la tecnología por donde uno menos los espera. Comprar el I-Phone se suponía que era pan comido. Lo difícil iba a ser aprender a manejarlo apropiadamente. Pero ni siquiera.

Ayer leí en una publicación dominical que se anunciaba, así no más, la defunción del PC. “¡Dios mío!” me dije. “Y ahora, ¿quién podrá defendernos?”, sentencié con gran desesperanza. Casi verdaderamente irritado.

Resulta que el artículo va en contra del PC al decir que el futuro, por múltiples razones, pertenece a las tablets, a los I-Pads y demás aparatos similares, de los cuales por supuesto sólo tengo desconfianza y temor. Pero al final, en el último párrafo, de casi una docena, termina sentenciando el articulista que mentiras. "Quédense tranquilos". Al PC, a pesar de que sus números en ventas se encuentran en franco declive frente a los otros aparatejos, todavía le queda mucha tela por cortar, por bobadas como el que todavía son los únicos que pueden hacer operaciones para producir, editar y grabar videos y presentaciones con altísima calidad, manejar programas como Excel y Word y aceptar formatos como el CD.

Yo sin un PC me muero. A mí que los I-pad, I-pods y otras tabletas me las empaquen. Nada como estas rudimentarias y treinta añeras computadoras.

Y tampoco me malinterpreten. No es que me encuentre promoviendo un regreso a los tiempos en que los trabajos debían ser entregados a mano o si mucho en máquina de escribir y que la investigación rigurosa de cualquier tema debía hacerse en la biblioteca y hemeroteca. No, lo que pasa es que esta máquina, el PC, es para mí, me imagino, lo que fue para muchos escritores, como por ejemplo García Marquez, y no es que me esté comparando con él ni mucho menos, lo que representó la máquina de escribir. Un utensilio, sobrio, sencillo pero por sobretodo muy útil y humilde. Sin muchas ínfulas, por lo menos por estos días.

Yo me quedo, y espero quedarme toda la vida con mi PC. Con mi maquina de escribir del siglo XXI. Me gusta y no la cambio por nada.

domingo, 14 de agosto de 2011

Una temporada de ensueño.

Por: Alejandro Ramírez Restrepo.

Agosto 14 de 2011, Bogotá.

Pienso con el deseo. Por delante queda la disputa de más de una cincuentena de partidos; varias copas y títulos; múltiples viajes; quizás lesiones, expulsiones y otras ausencias; sufrir las inclemencias del verano y el invierno.

El deseo me indica que para nuestra fortuna estamos en camino de presenciar una de las más emocionantes y aturdidoras temporadas de fútbol, y del deporte en general, de toda la historia de la humanidad. El primer capítulo del primer libro, es decir el partido de ida de la Supercopa de España, primer galardón en disputa, ha dejado un sabor excitante para los admiradores del fútbol, con la venia de todos, el deporte más hermoso del mundo (no importa que la frase esté trillada; ella es perfecta).

Los número diez de cada equipo fueron los más destacados del partido por su desempeño. Cada uno marcó un gol pero ambos también mostraron, uno durante más momentos que el otro, bravura elegante, humor, creatividad, visión, anticipación, insolencia inteligente con la pelota, la amiga de los dos. Dejan entrever a través de su juego que esta temporada va a estar marcada por la búsqueda del juego colectivo. Por supuesto habrán partidos y momentos en donde lo que deberá sobresalir para triunfar será el coraje burdo, pero esto no quita que este primer capítulo marque el inicio de una temporada signada por el respeto profundo hacia el juego.

Apareció también el definidor. Villa fue criticado por muchos la temporada pasada por no estar finito. Tuvo largas rachas sin marcar goles, y lo que era más preocupante, largas rachas desperdiciando goles que antes no hubiese perdonado. Pero hoy, sin jugar demasiado, sin participar constantemente, marco de manera linda y experta.

También se vio a un Ronaldo con cabeza en el grupo. Por supuesto su instinto y todo su ser lo impulsan a ser la suya la más de las veces, pero hoy vimos a un crack más sereno y dispuesto a hacer el pase. No digamos tanto que se puso el uniforme de proletario, pero demostró disposición para sumergirse en la lógica colectiva, que anunciamos arriba, van a liderar en estos dos grandes clubes los número 10.

Y por último, como no, también aparecieron los testarudos. Los picapiedreros, que en estos equipos son fundamentales también. Hay partidos en que ellos son los que mandan la parada y definen (en todo el sentido de la palabra). Claro, los picapiedreros son elegantes, como el francés Abidal, también son burdos como Xavi Alonso, y por supuesto, el sublime Pepe.

Es sólo el comienzo. Y sí, pienso con el deseo, quizás el pecado más grande de un analista serio en cualquier tema, pero de eso se trata el fútbol, el deporte más hermoso sobre la faz de la tierra. Nos da alas, nos da licencias. Sumémosle un Bilbao alocado, un Atléti que parece que no llega pero llega, un Valencia con ínfulas, un Málaga organizado y serio y un usual Villarreal, y tengan por seguro que tendremos Una temporada de ensueño.