sábado, 17 de abril de 2010

Hablemos de las presidenciales.

El 3o de mayo los colombianos estamos convocados para asistir a las urnas y elegir al presidente que reemplazará a Álvaro Uribe Vélez. Las últimas encuestas muestran que del pelotón de candidatos se han desprendido de manera contundente dos figuras. Juan Manuel Santos de la U y Antanas Mockus del Partido Verde. Nohemí Sanín, del Partido Conservador, está entre los dos fugados y el pelotón, pero si las tendencias se confirman y consolidan, ella se unirá a los últimos y se convertirá en un alfil más del ajedrez político nacional, tal como ya lo son figuras del tamaño de Gustavo Petro (PDA), Germán Vargas Lleras (CR) y Rafael Pardo (Liberal).

Esta introducción nos limita el análisis a los candidatos punteros. Así, quiero permitirme hablar sobre un tema que es álgido hoy día, pero que puede tomar mucha más temperatura. Ese tema es Venezuela.

Quienes favorecen a Juan Manuel Santos advierten como uno de los grandes puntos a su favor, la mano firme que tendría para manejar las relaciones con el problemático vecino que vive en el Palacio de Miraflores. Afirman que Santos cuando estaba fuera del gobierno Uribe y cuando estaba adentro como líder de la U y como Ministro de la Defensa, se mostró como un gallo fino de pelea al cual el teniente coronel no podía venir a ponerle los puntos en las íes sin más ni más. Del otro lado, los miembros de la formidable y todavía sorprendente Ola Verde, le endilgan a Mockus una capacidad de entendimiento con Chávez, no porque este comulgue con el ideario del presidente venezolano, ni más faltaba, sino porque su forma de comprender la vida y la administración pública es una que se caracteriza por buscar formas de entendimiento y acercamiento, siempre dentro de la legalidad y el respeto a los valores más sagrados, como el de la vida por ejemplo, y en el caso de las relaciones internacionales, el respeto y cumplimiento a la Ley internacional.

Debería agregar que esta misma argumentación es acomodada por los contrarios a cada uno de los candidatos para señalar que las caracterizaciones arriba indicadas, son precisamente graves falencias de estos. Es decir: Juan Manuel Santos es un maquiavélico y recalcitrante practicante de la realpolitk que con su forma de gobierno pendenciera va a mantener las tensiones con Venezuela que podrían desembocar, en el colmo de la locura y la irresponsabilidad, en una enfrentamiento armado, y Antanas Mockus es un hippie porta-girasoles con veleidades histriónicas que va a entregar el país a los desvaríos del chafarote de al lado con las terribles consecuencias que esto tendría para la seguridad de Colombia (léase Farc).

A mi parecer es necesario matizar los puntos de vista utilizados por cada uno de los bandos. Creo que un gobierno de Antanas Mockus, debido a su rectitud y a su inquebrantable respeto de la legalidad, al contrario de lo que piensan sus áulicos, llevaría a una gran tensión de las relaciones entre Colombia y Venezuela. ¿Podría Mockus, un político que se ha mostrado reacio a llegar a acuerdos cuando las vías de hecho y por supuesto la explícita violación de la Ley se presenta, llevar unas relaciones fluidas, cordiales y colaborativas con un jefe de Estado como lo es Hugo Chávez a quien no le atemoriza entablar lazos con organizaciones al margen de la Ley ni poner en marcha políticas descaradamente anti-colombianas?

Mientras que en el caso de Santos las cosas podrían tender hacia la distensión pragmática de las relaciones entre Bogotá y Caracas. ¿Cómo? Pues precisamente al ser Santos un “maquiavélico y recalcitrante practicante de la realpolitk”, le permitiría llegar a un acuerdo con Chávez. Cabría decir que seguramente éste sería lejano a ser perfecto y posiblemente no permanente. Sus antecedentes y las críticas de sus adversarios, así lo confirmarían. Ha estado en varios gobiernos de distintas tendencias políticas, ha sido promotor y crítico del despeje, adversario y defensor del mismo presidente Uribe (no tiene principios). Esos antecedentes y esas críticas, en el caso particular de Venezuela, pueden convertirse en herramientas muy útiles a la hora de administrar las relaciones con el país vecino.

Entonces es aquí cuando cabría preguntarse qué es lo que le conviene más a Colombia. ¿Un muro incorruptible, es decir unas relaciones tensas, o una veleta cambiante, es decir unas relaciones fluidas?

Los principios ó lo práctico. ¿Que entre el diablo y escoja?