miércoles, 14 de diciembre de 2011

Debates no álgidos

Ha causado revuelo la publicación de una carta de renuncia de un profesor de la Universidad Javeriana de Bogotá, Camilo Jiménez, debido a la incapacidad de los alumnos de sus últimos semestres para escribir un resumen claro y sin errores sobre un libro para la clase de edición de textos de no ficción.

Los alumnos han respondido, formadores de opinión se han pronunciado, han mediado también otros profesores y el resultado ha sido una especie de debate, no muy álgido por cierto, pero que es raro que tome tanta atención de los medios más influyentes de Colombia.

Sin ser experto, pero contando con algo de experiencia como profesor, SINEMBARGO puedo afirmar que antes que indilgar la razón del nefasto resultado señalado por Jiménez a una indiferencia pura y llana de unos estudiantes hacia la vida real debido a su empecinamiento en el uso de las nuevas tecnologías, considero que en buena parte, la explicación radica en la falta de dedicación de estos a resolver cualquiera que sea la prueba asignada. Es decir, es un problema de concentración o si se quiere, y aunque suene retrógrado, de disciplina.

Esta es una hipótesis, pero creo que hoy como hace una década o un siglo, los estudiantes, jóvenes que están en la mayoría de los casos pendientes de explorar las fascinantes oportunidades que les puede llegar a deparar la vida, necesitan para obtener buenos resultados en sus estudios, y hago referencia a que aprendan, a que exploten la curiosidad, no a las notas en sí, concentrar buena parte de su tiempo a ello. Leí hace muy poco en algún lado un nuevo aforismo, hijo de otro más antiguo y que decía algo así como que "para escribir bien, muy bien, se necesita un 3% de talento y un 97% de evitar dejarse distraer por internet".

¿Cómo, entonces, lograr que esa mayoría de alumnos se apliquen? Creo que todos sabemos hacia donde apunta la respuesta: hay que apretar las tuercas. Nuevamente, puede sonar retrógrado y anti-liberal, pero los alumnos como cualquier otro ciudadano o ser humano responde a estímulos. Para escribir bien, de manera aceptable, se necesita tiempo. Releer. Reescribir. Volver a releer y volver a reescribir. Pero normalmente, y eso no tiene nada de malo, uno como estudiante "necesita" dedicarse a otras cosas "mucho más" importantes.

SINEMBARGO lo ha visto. Múltiples veces. Un primer trabajo pésimo redactado, mal estructurado, ortografía para llorar y hasta horriblemente presentado. Sin sustancia y por supuesto sin forma. Nota: pésima. Y después de esto se presenta un segundo trabajo en el que la mejoría es ostensible. La clave, en las más de las veces radica en que se le dedicó mayor tiempo.

Esta solución quizás parezca demasiado simple pero una evidencia de que el análisis no está desviado, yace en la realidad que estamos presenciando hoy día en países como China, India y Corea del Sur. Los estudiantes y sus familias no sólo quieren mejor educación sino que quieren más. Encontramos como hechos normales jornadas estudiantiles extenuantes de más de 10 horas las cuales son prolongadas con cursos extracurriculares de tres o cinco horas más.

La dedicación de estos alumnos y de sus padres y abuelos, ya que no toda esa educación la provee de manera gratuita el Estado sino que las familias deben invertir en ella, se debe en gran parte a la alta disciplina. ¿Es un factor cultural? Sin duda. ¿Cómo se construyó dicha cultura? Si nos referimos a los trabajos de Michael Gladwell la respuesta para un país como Colombia es poco alentadora debido a que esa disciplina de dichas sociedades en buena parte fue construida durante el cultivo milenario del arroz, especialmente. Si, milenario. Entonces, ¿qué se puede hacer en Colombia y por ahí derecho en el resto de Latinoamérica? Siendo positivos y soñadores, podemos aspirar a que nuestros Estados y nuestras sociedades adquieran conciencia del enorme reto que significa para la región, el hecho que en Asia se está consolidando un enorme ejército disciplinado de trabajadores, altamente capacitados y se preguntará, ¿cómo verdaderamente se podrá competir con ellos?

Siendo algo negativos y tal vez realistas, podemos esperar que poco habrá de cambiar. Por ahora las prioridades se encuentran en proveer una educación gratuita, esencialmente porque esta es considerada como un derecho sagrado y que adicionalmente entrega significativos réditos políticos y por sobretodo electorales. Pero atreverse a abordar preguntas estratégicas como ¿qué tipo de trabajador calificado debemos preparar en nuestros países?, y ¿qué intereses deben ser lastimados en esa decisión?, son posibilidades que deben descartarse de antemano.

Por esta razón es que el debate no es álgido. Pareciera que se queda en la existencia de las redes sociales y en general de la internet. Como bien lo señalan algunos, esa observación pareciera dejar a un lado el hecho cierto de que cada generación tuvo sus grandes distracciones, que la anterior no dudo en anunciar, con su respectivo Camilo Jiménez, como causas para el fin de la Humanidad (¡ah! ¡Todo tiempo pasado fue mejor!) Hace 30 años, podría apostar y ganar, alguien debió haber renunciado en Colombia a su cátedra por razones muy similares. Alumnos poco comprometidos y nada curiosos, incapaces de redactar cualquier cosa. Pero la vida continuó y acá estamos.

Esa es la cuestión: acá estamos. Pero en Asia sí ha pasado algo y por acá, la mayoría, ni siquiera paramos bolas ni nos preguntamos cómo lo están haciendo allá. Así las cosas, en otros 30 años aparecerá otro profesor Jiménez haciendo la misma crítica con los mismos resultados.

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