viernes, 9 de noviembre de 2012

Menos opinión (intuición), más matemáticas



Las elecciones del pasado martes en los Estados Unidos dejaron ganadores y perdedores, más allá de los evidentes y contundentes resultados. Entre los perdedores, podría decirse que nos encontramos buena parte de los analistas de este tipo de eventos.

Ha sido resaltado en múltiples medios y comentarios que esta fue una elección marcada por los “nerds”, pero no los de las ciencias humanas, sino de las ciencias puras, como por ejemplo las matemáticas. Personajes como Nate Silver que con su blog 538 en el New York Times predijo los resultados en la totalidad de los 50 estados y que desde hace varias semanas atrás dio una probabilidad de triunfo para el presidente Obama superior al 70%, el fin de semana anterior la tasaba en un escalofriante 91%, deben llamara a la reflexión a quienes nos aventuramos a comentar sobre este tipo de competencias electorales, sin dar mayor uso a los números.

Igualmente es un llamado de atención para los medios y sus comentaristas. Quizás no va a ser tan necesario en el futuro contratar un pull de expertos con gran experiencia en la vida política, bien sea como protagonistas o analistas, para analizar y comentar estos eventos. “Sencillamente” se necesitará el acompañamiento de genios matemáticos capaces de crear modelos de predicción que sean alta y escalofriantemente exactos.

Las elecciones en Colombia en 2014 pueden ser un laboratorio interesante para ensayar estas metodologías. De alguna manera, estas aventuras democráticas que son consideradas no por pocos como fascinantes y emocionantes, irán a perder o reducir significativamente este aspecto, pero todo sea por la loable meta de obtener mayor objetividad y rigurosidad en las opiniones, logrando que sean menos intuitivas y por sobre todo, menos partidistas, que se realizan para tratar de orientar a la opinión pública.

En todo caso, no es que el análisis político tradicional se haya agotado, simplemente deberá adaptarse a unas nuevas realidades que conllevan el uso de nuevas y exactas herramientas.

Entonces, ¡a echar número!, queridos politologistas.

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