Patos que no son patos (o sobre los enredos colombianos alrededor de su “conflicto”)
Escribe
el defensor del pueblo, el señor Jorge Otálora, al ministro de la defensa, el
señor Juan Carlos Pinzón, que las Bacrim, bandas criminales, deben ser
denominadas como grupos armados ilegales, es decir, deben ser cobijadas por las
reglas que rigen al Conflicto Armado Interno, CAI, colombiano.
Este
es un debate que ha retomado el defensor del pueblo y enhorabuena. Básicamente
lo que este funcionario le dice al ministro es que las Bacrim son elementos más
que delincuenciales debido a que “cuentan con una organización armada, con
mandos jerárquicos, con capacidad para reclutar y entrenar a los miembros… con
la habilidad para coordinar operaciones de tipo militar y ejercer control sobre
un territorio”. Estas son características que el Derecho Internacional
Humanitario reconoce como propios de una parte en los conflictos armados.
Otálora
busca que con este reconocimiento las Fuerzas Militares comiencen a fustigar y
atacar a estas organizaciones, ya que hasta el día de hoy, esta responsabilidad
recae de manera exclusiva en la órbita de la Policía Nacional, y debido a la real
capacidad de fuego de las Bacrim, esta institución se queda, por decir lo
menos, corta para enfrentarlas.
Según
el diario El Tiempo, Otálora agrega en su comunicado de 30 páginas para el
ministro, como quien no quiere embarrarla, que este reconocimiento de ninguna
manera significaría que estas bandas criminales entrarían “a ser parte de los
actores del conflicto armado colombiano”. ¿Cómo así?
Hacen
como patos, caminan como patos, ¿pero no son patos?
Yo
quiero creer que un señor como Otálora, ex vicefiscal general y prestante
abogado penalista, que no internacionalista, percibe la crasa contradicción que
surge de sus declaraciones. Lo que sí sé, es que en Colombia en general existe
una magna confusión acerca del tema que nos trasnocha y nos retiene, como es el
del “conflicto”.
Lo
pongo en comillas porque acá trabajamos con, no una definición sino dos. Una,
que es la más usada, común y aceptada, y la ponemos en minúsculas: acá lo que
hay es un conflicto interno que es armado y que es político, social y
económico. Tirios y troyanos hablan de él. Lo tenemos tan metido debajo de la
piel que aquellos que dicen que no existe, a cada rato de alguna forma lo
terminan reconociendo. El caso emblemático es el del señor Uribe Vélez, que se
gastó su gobierno negando la existencia de este conflicto pero al mismo tiempo con
su discurso negacionista enviaba el mensaje de que con las Farc comienza y se
acaba la vida en Colombia.
“La
culebra hay que matarla... todavía está viva” nos advertía, todavía lo hace,
con gran insistencia. Uno sí tiene que llegar a preguntarse, si es posible que
una cosa tan omnipresente en la vida y objetivos de un país no tenga alcances
profundos en sus esferas políticas, sociales y económicas.
La
segunda definición, es sin duda la minoritaria y es la del Conflicto Armado
Interno, CAI, la cual es una categoría jurídica creada por mecanismos legales como
el Protocolo Adicional II a los Convenios de Ginebra, del año 1977. Esta busca
regular, óigase bien, regular, no dar fin, no explicar, no justificar, sino
simplemente regular los conflictos armados. Pero, no sé si por nuestra vena santanderista, de alguna forma esto lo
convertimos no solo en la esencia de nuestro “conflicto”, sino también de
nuestra vida política y social y económica.
Acá
nos tenemos que dejar de pendejadas, o más claro, de vainas. ¿Existe CAI? Sí.
¿Las Farc y Bacrim hacen parte de ese CAI? Sí. ¿Existe conflicto o conflictos
sociales, políticos y económicos? Sí, ¿en dónde no? Cómo existe CAI y conflicto,
¿hay que negociar con las Farc? Uno preferiría que no, pero por nuestro enredo
conceptual, acá nos gusta hacerlo. Es como tratar de impedir que un macaco
detenga permanente sus actividades onanistas al aire libre. Es sencillamente
imposible. Cómo existe CAI y conflicto, ¿hay que negociar con Bacrim? ¡Dios
santo!, esperemos no llegar a ese exabrupto y no confundir que siendo estas
efectivamente partes del CAI, no tienen nada que decir con sus armas en la
forma como construimos y regimos nuestra democracia.
Es
solo un pequeño debate.
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