martes, 20 de noviembre de 2012

Niños: en boca cerrada no entran moscos


Hacía ya un par de semanas quería hablar sobre las intervenciones de los políticos ante la opinión pública. Gracias a las tecnologías de la comunicación las presentaciones de los mandatarios y otros jugadores políticos son más que comunes. Atrás, muy atrás, están los días en que los líderes nacionales eran unas figuras lejanas y prácticamente intocables para la opinión pública.

Las consecuencias de esto son amplias. Una de ellas, por ejemplo, es que muchos de los analistas políticos, a los cuales en este blog les hemos dedicado algunas líneas ya, se concentran en estudiar las declaraciones y los discursos que estas personalidades entregan, dándoles, de manera facilista, la categoría de pronunciamientos definitivos. Es decir, se acercan a los comentarios como si fueran la puerta de entrada a los pensamientos más secretos y concluyentes de quienes los emiten. Un ejemplo muy cercano a nosotros es la ya legendaria frase de Juan Manuel Santos, a principios de su gobierno, de que Chávez era su “nuevo mejor amigo”.

Este se ha convertido en el mantra de los anti-santistas, o más bien, de los uribistas, para criticar al actual mandatario. Lo que convenientemente no se recuerda es que esta frase la soltó el presidente a la salida de un evento en México atosigado por numerosos micrófonos, cámaras y grabadoras. De pronto, lo que fue una declaración desprevenida (un chiste, o un mal chiste) en medio de una nube de mosquitos mediáticos, se convirtió en el centro oficial de la política exterior colombiana frente a su vecino.

Claro que estas son las reglas del juego de hoy. Acá no vamos a ser tan radicales como para decir que los medios no deben perseguir hasta la saciedad a las noticias y a los protagonistas de estas. Precisamente lo que queremos es reconocer esta realidad, buena o mala, no nos importa calificarla, sencillamente existe, pero sí deseamos darle contexto al tema. Sobre todo si nos consideramos serios y rigurosos analistas de la coyuntura nacional e internacional.

Así las cosas, me permito hacer dos comentarios:

Uno: mi querida canciller Holguín debe renunciar inmediatamente. Para SinEmbargo el trabajo por ella liderado ha sido uno de los mejores, dentro de los ministros del actual gobierno, y dentro de la historia del servicio exterior colombiano. Teniendo en cuenta sus limitaciones, especialmente organizacionales y mentales, que nos son pocas ni pequeñas, lideró una agenda regida por el interés nacional y el pragmatismo. Buscó internacionalizar a este parroquial país, convirtiéndose en el blanco de ridículas críticas, como aquellas que buscaban lograr su salida de la cancillería por unos sobrecostos, supuestos sobrecostos, durante la Cumbre de Las Américas en Cartagena. ¡Ah! Y también porque dizque el presidente Santos, aupado por esta mala mujer, estaba viajando mucho y se alejaba de la realidad del país. ¡Puras pamplinas!

Empero, y aunque su responsabilidad en el desastre acontecido el día de ayer por el fallo de la Corte Internacional de La Haya del laudo arbitral entre Nicaragua y Colombia, yace casi que exclusivamente por ser la canciller de hoy, porque en realidad este funesto resultado es producto de la pobrísima política del Estado colombiano frente a San Andrés, el Caribe, sus fronteras y su política de exteriores en general, que se funda ridícula y testarudamente, en la supuesta nobleza del derecho internacional, la señora María Ángela Holguín debe renunciar.  

Nuestra canciller se deslenguó con el fatídico comentario, ante los medios, en entrevistas con ellos, de que “la CIJ falla salomónicamente”. Si el resultado hubiera sido favorable a Colombia, es decir que la frontera entre Nicaragua y nuestro país no se hubiera movido ni un ápice hacia el oriente del meridiano 82, Holguín podría permanecer en el cargo y recordar el incidente como una triste y superada experiencia. Pero esto no fue así, y como las formas son tan importantes, sobre todo en la diplomacia y en la era de las comunicaciones, no le queda otro camino que renunciar.

El segundo comentario va sobre los pronunciamientos (pocos pronunciamientos) del presidente Santos acerca del proceso de negociación de fin del Conflicto Armado Interno con las Farc: tanto sus contradictores, como varios de quienes se encuentran más cercanos a él, están comenzando a preguntarse por qué la reticencia del mandatario y de su gobierno a pronunciarse sobre lo que pasa con este trascendental proceso para el país.

Acá hemos defendido en varios aspectos a Santos y volvemos a estar con él en este proceder. Entre más calle, especialmente ante los medios y ante la opinión pública en general, el presidente puede conservar una mejor posición negociadora. Como ya lo hemos establecido, con el ejemplo del comentario de “mi nuevo mejor amigo”, lo que se diga ante la prensa, se convierte en hecho político. Por lo tanto el presidente no puede dar papaya, como ya él lo ha hecho en otras oportunidades, la del “amigo” no ha sido la única, y como otros de sus colaboradores, la canciller siendo hoy la más destacada, también lo han hecho.

Entre menos diga abiertamente, él y sus negociadores tendrán un rango más amplio de opciones para escoger cuando estén sentados con sus contrapartes de las Farc. Esta es una de las reglas más simples y lógicas de las negociaciones, pero en medio de la histeria creada por las redes sociales y las tecnologías móviles, se ha prácticamente olvidado. Ayer no más, el director de Noticias RCN, Rodrigo Pardo, después de oír al aire el anuncio de alias Márquez de una tregua unilateral de las Farc desde hoy 20 de noviembre hasta el 20 de enero próximo, preguntó a su periodista en Cuba, casi que desesperado, que si las Farc iban a hacer una rueda de prensa para explicar en detalle el tema.

Nuevamente, acá entendemos cuál es la realidad de los medios. Ellos no están para ser mesurados, pensantes o estratégicos. Deben buscar la noticia como hienas, y no lo digo despectivamente. Pero el presidente y su grupo de trabajo sí están para ser mesurados, pensantes y estratégicos. Por lo tanto, bienvenido el mutismo, en este tema, del presidente. No es que sea anti-democrático. Sencillamente, estos temas son demasiado críticos y no pueden ser manoseados constantemente por la prensa y la opinión pública. Las masas son una cosa templada de manejar. Ese manejo, que no es manipulación per se, debe hacerse con mucha prudencia y mucha destreza. 

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