miércoles, 17 de agosto de 2011

La séptima y el liderazgo (51)

Por: Alejandro Ramírez Restrepo.

Ahora la alcaldesa encargada del Distrito Capital, la doctora Clara López, ha anunciado como renovadora propuesta, erigir la Avenida Séptima como un corredor verde en el cual Transmilenio funcionaría impulsado por electricidad y además iría hasta la Calle 170 en el norte de la ciudad.

La propuesta es llamativa porque fue campaña del alcalde Samuel Moreno, antiguo jefe de la actual mandataria, montar en la significativa avenida bogotana, un Transmilenio ligero, que contrariaba los diseños de la alcaldía de Luis Eduardo Garzón, usando buses más livianos y extendiendo el proyecto sólo hasta la Calle 72 o incluso hasta la Avenida 100. Por supuesto, también resulta vistoso el énfasis ambientalmente amigable y moderno que se propone hoy.

Ahora bien, encontrándonos ya de manera oficial en la campaña política por el segundo cargo popular más importante del país, y quedándole menos de cinco meses de mandato a la propositiva administración, debe advertirse con toda claridad que la propuesta no es seria en lo más mínimo. Es una de esas maniobras que denominan como cortina de humo aquellos que se encuentran permanentemente en el ermitaño bando opositor al poder.

Pero, además de ser eso, una cortina de humo que busca no tanto tapar sino dejar al final una imagen un poco más agradable y moderna, del partido que se encuentra en el poder en la capital del país, esta propuesta permite dedicarnos a pensar sobre el liderazgo existente en Bogotá puntualmente, pero que también, las reflexiones acá planteadas, sirven para la totalidad de Colombia.

Las obras públicas y los monumentos son los testimonios más representativos de cualquier cultura. Reflejan el ego y la jactancia de los pueblos que las construyen pero también son un auténtico y veraz testimonio de las ambiciones y capacidades de estos. Por lo tanto, cuando se observa la infraestructura existente en la ciudad, de lejos, más importante y rica del país, le puede quedar a uno un sabor agradable al pensar que nuestra sociedad no recae en el espantoso pecado capital de la soberbia. Aunque también nos puede dejar un sabor amargo, triste y hasta nauseabundo, al ver nuestra limitadísima capacidad y, por sobre todo, ambición.

La propuesta de la Séptima como un eje ambiental, tal como la están planteando y tal como puede observarse en las maquetas virtuales a las que ya nos tienen acostumbrados, muestra la falta de creatividad y de aspiraciones de nuestros líderes. La Séptima para mí, a la vuelta de unos pocos años debería estar convertida en cualquiera de estas dos cosas: o en una superautopista elevada de dos pisos. Un carril va hacia el norte. El otro hacia el sur. Con sus respectivos accesos, sus rampas, su iluminación, señalización e incluso sus peajes. O, lo que más me gustaría, por lo menos hasta la Avenida 100, debería ser un gran parque permanente con kioscos, tienditas, puestos de frutas, árboles, ciclovías, teatrinos, et cétera, y por debajo de ese magnifico espacio ciudadano, existiría una superautopista subterránea.

Me dirán que ese tipo de superestructuras acá en este país tercermundista no se pueden realizar, entre otras cosas porque roban mucho y además “eso es muy difícil”. Otros incluso dirán que simplemente los costosos de semejantes proyectos son altísimos; ¡prohibitivos!

Es allí donde entra el liderazgo y se manifiesta la crisis que nos azota por falta de ese intangible. Es de mi parecer que existe corrupción en cualquier latitud o longitud, siendo de diferentes tipos y dimensiones, pero no es un mal exclusivo de este país. Lo que pasa es que sin importar que exista o no ese fenómeno las obras se realizan. Se proponen, se diseñan y se llevan a cabo.

En nuestra capital, la de todos los colombianos, no se puede ni siquiera pensar en hacer este tipo de obras, de magnifica, aunque no suficiente envergadura porque el liderazgo está esparcido en una multitud de organizaciones privadas y públicas. Y cuando el liderazgo se encuentra diseminado en varias cabezas o puestos, simplemente deja de existir.

Hoy, por hablar sólo de nuestra ciudad, el Procurador General tiene algo que decir y decidir en cualquier proyecto. Ni hablar de la Contralora General y mucho menos del despacho de la Contraloría Distrital. El Presidente de la República con su respectivo ministro del ramo también tienen mucho que decir y decidir. El Congreso de la Nación, con sus dos esplendorosas cámaras, por supuesto que tienen velas en ese entierro también. Y si el tema es ambiental, pues la CAR también. Periódicos, Cámaras de Comercio, juzgados, Altas Cortes y hasta universidades. Y a penas llegamos a los órganos ejecutivos de la ciudad, el Cabildo distrital y la Alcaldía Mayor. También allí los acreditados como funcionarios en esos organismos, querrán decir algo sobre el entuerto.

No es que no haya líderes en potencia. Ni siquiera que dentro del extenso ramillete de candidatos a ser alcalde de la ciudad no haya personas con meritorias credenciales de liderazgo. Lo que sucede es que el sistema político y social está diseñado para que una vez en el cargo que se supone es de máximo liderazgo, quien lo ocupe encuentre que su mayor activo, ese liderazgo, lo tiene compartido con numerosos actores. ¡Quiéralo o no!

El eje ambiental propuesto en la Séptima, tal como lo muestran las maquetas virtuales de la alcaldía, puede terminar siendo realidad. Pero esa no es una obra de magna ingeniería. No le hace ni cosquillas a cualquier pirámide de las muchas que hay alrededor del mundo. Ni tampoco a cualquier autopista seria, de esas que pululan por el mundo también.

¿Qué hacer? Complejo y largo. Y tema de reflexión, ni siquiera de propuesta, para una próxima columna.

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