viernes, 11 de noviembre de 2011

El XXI: ¿un siglo chino?

La opinión pública en general y buena parte de los formadores de opinión calificados alrededor del mundo así lo creen. El vibrante crecimiento de la economía china durante las dos últimas décadas permite concluir que sólo es cuestión de tiempo para que arrive el día en que los Estados Unidos dejarán de ser la potencia líder en el planeta, para ceder esa posición al dragón oriental.

No sería responsable descartar de un solo tajo esta posibilidad. Sin embargo "Roma no se hizo en un día" y el camino que deberá recorrer la China presenta destacados, sino formidables, obstáculos. David Gordon cita en el Washington Post a un tecnócrata asiático diciendo:


La anterior afirmación da pié a Gordon para indicar que los Estados Unidos deben aprovechar la situación que se viene presentando desde hace aproximadamente 18 meses, por la cual China, debido especialmente, según Gordon, al proceso de transición de poder dado al interior del gobierno chino, se ha destacado por su agresividad para con sus vecinos. Los roces, más que diplomáticos, con el Japón y los países ubicados en el área del Mar del Sur de China, se han multiplicado en este periodo, conllevando al razonamiento citado arriba por parte de los hacedores de políticas y tomadores de decisiones asiáticos.

Gordon materializa su propuesta estimulando al gobierno de su país no sólo a mantener y ampliar los acuerdos de carácter militar con las naciones de la zona, que va desde Australia y Nueva Zelanda, hasta el Japón y Corea del Sur, pasando por Singapur, Vietnam e incluso Taiwan, sino a acelerar la agenda de tratados comerciales y económicos. El más importante y que podría ser fundamental para hacer contrapeso efectivo a la ASEAN (claramente dominada por China), sería la Asociación Trans-Pacífica (TPP por sus siglas en inglés) en la cual se encuentran, además de los países anteriormente mencionados, Chile y Perú (alerta para Colombia: ¿nos conviene o no participar en ASEAN, en TPP o en las dos?).

David Gordon cierra su escrito (A trade opportunity Washington shouldn't pass up) dejando en claro que el énfasis del accionar americano debería ser el económico y que esta ventana de oportunidad está pronta a cerrarse, debido a que una vez termine el proceso de transición en el Politburó chino, el señor Xu, nuevo presidente, adoptará políticas más estables y llamativas para la región.

Sin Embargo se arriesga a disentir de las anteriores inferencias. Por supuesto, los Estados Unidos deben profundizar con ahínco las alianzas económicas y comerciales en la región, pero los temas militar y político deben ser asumidos como vértices de cualquier estrategia exitosa. Hoy los vientos tienden a ser más sensatos. Abyectos a la guerra. Pero, precisamente el mayor y continuo crecimiento de la China, seguramente provocará que estos cambien significativamente. Por ende, contar con un entramado sólido de acuerdos y alianzas militares, económicas y políticas en la región se convierten en una notable cuota inicial favorable para los intereses de los Estados Unidos.

Con lo anterior queda también apuntado que el comportamiento "agresivo" de Beijing no se explica exclusivamente por la transición. Es cierto que la visión china ha sido nublada por las competencias al interior de dicho proceso de transición, pero su explosivo crecimiento económico y militar es el que provoca, de manera casi automática, estos comportamientos políticos expansionistas y hasta soberbios.

El siglo XXI podrá llegar a ser uno dominado por la China, pero el camino que deberá recorrer no será uno marcado exclusiva, o significativamente por los aspectos económicos y comerciales. Aquellos interesados en atajar al dragón rojo, deberán estar totalmente conscientes de la importancia cardinal de las esferas militar y política.

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