"Yes, it’s true that in the hyperconnected world, in the age of Facebook and Twitter, the people are more empowered and a lot more innovation and ideas will come from the bottom up, not just the top down. That’s a good thing — in theory. But at the end of the day — whether you are a president, senator, mayor or on the steering committee of your local Occupy Wall Street — someone needs to meld those ideas into a vision of how to move forward, sculpt them into policies that can make a difference in peoples’ lives and then build a majority to deliver on them. Those are called leaders. Leaders shape polls. They don’t just read polls. And, today, across the globe and across all political systems, leaders are in dangerously short supply".
Aunque la columna no habla de Colombia sí da pié para analizar sobre la situación del gobierno de Juan Manuel Santos. Ya se cumplieron 15 meses, equivalentes a un poco más del 30% del total del periodo presidencial, desde su llegada a la Casa de Nariño. Se han sacado adelante agendas legislativas de destacada importancia histórica; se normalizaron las relaciones con los vecinos, cosa que no es de poca monta y se ha tratado de materializar un liderazgo regional. Se han dado de baja a los dos máximos líderes de las Farc así como se han asestado otros importantes golpes a esa misma guerrilla y a otras organizaciones criminales. Como atenuante debe considerarse que este gobierno tuvo que enfrentar los estragos del pasado invierno y debe contemplarse que el que está comenzando no será más magnánimo.
Pero algunos ya empiezan a señalar que el liderazgo, precisamente, se encuentra muy desdentado en este gobierno. Los proyectos de ley de tierras y víctimas fueron aplaudidos por la galería, pero otras como la de la reforma a la justicia, de impresionante importancia estratégica al construir y consolidar un Estado, y la de reforma de la educación superior, recibieron, desde distintas direcciones de la dilatada opinión pública, sólidos y gruesos ataques de diverso tipo.
Tierras y víctimas pasaron más que holgadamente en el Congreso. Justicia y educación pasan las duras y las maduras. La primera va a camino a convertirse en una colcha de retazos y en una "reformita". La segunda terminó hoy archivada y sujeta a un proceso en donde precisamente el liderazgo es el ausente porque todos quieren todo pero sacrificar o dar, poco o nada.
Es más que entendible que las burocracias dentro del sistema judicial quieran resguardar sus actuales prebendas e incluso obtener más del Estado y la sociedad, así como es lógico que los estudiantes y otras partes interesadas en el sector educativo, busquen satisfacer intereses tales como gratuidad en la educación, garantizar constitucionalmente presupuestos, et cétera.
Pero, tal como lo señala Friedman, es allí donde debe aparecer su majestad el liderazgo. Y este no tiene forma de hermanita de la caridad. Muchas veces, sobre todo en aquellas que es efectivo, tiene más cara de verdugo.
Juan Manuel Santos ganó en segunda vuelta con poco más de 9 millones de votos. Ha mantenido índices de popularidad superiores al 70%. Este es un capital político que no debe guardarse debajo del colchón sino que tiene que invertir, lo más sabiamente posible, para que las futuras generaciones puedan cosechar los frutos de dichas inversiones.
El consenso es una herramienta que debe utilizarse, pero a un gobierno no se le puede ir la vida haciendo consensos. Debe pisar callos. Debe incomodar a mucha gente. Y debe ser capaz de mostrarle a la opinión pública que las decisiones que se toman, por duras que sean ahora, tendrán frutos exquisitos más adelante.
Es por esta razón que la administración de Santos empieza a preocupar un tanto. Si la tribuna no le hace el feo, ella avanza. Sino, mejor recular. Eso no es gobernar ni mucho menos liderar.
Posdata: La Unión Nacional tiene su responsabilidad en esta crisis in crescendo de liderazgo. Definitivamente no hay cama pa' tanta gente.
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