Lo alarmante de esta propuesta es que es sintomática de las lanzadas por los sistemas políticos para solucionar los diversos problemas que afronta (sino, acercarse al debate de la gratuidad en la educación planteado por las organizaciones de estudiantes recientemente, o en Estados Unidos observar el fracaso del Super Committee para atacar el apremiante déficit fiscal). Se propone reducir el precio de la gasolina aproximadamente en un 20% pero ese recorte no viene de los impuestos que el Estado le cobra al ciudadano, por ejemplo la sobretasa que es del 18.5%. Seguramente Velasco y compañía lo piensan descontar de las abominables ganancias del sector privado. Este grupo de políticos, en su fanático populismo barato no tienen en cuenta factores tan sencillos y obvios como el hecho de que en este país se produce petróleo de baja calidad, pesado y semipesado por lo que la operación de refinado debe hacerse con alta tecnología, elemento con el que no se cuenta en abundancia. Por lo tanto, la energía y otros productos y subproductos derivados del petróleo colombiano, deben ser importados.
Y las cerezas en el postre (gratis). Para darle viabilidad a su truculenta proposición legislativa, se garantizan todos los recursos que se obtienen con los preciso actuales para las regiones y programas estatales y se desdeñan las potenciales consecuencias ambientales que el abaratamiento de la gasolina puede provocar. Nimiedades. Problemas de las generaciones futuras. ¡Bobadas!
No es la maldad de los capitalistas la que ha condenado a Colombia a contar con precios relativamente altos en sus combustibles. Es la incapacidad del Estado, y más importante, su sociedad, de realizar las grandes obras e inversiones necesarias para no encontrarse rezagados en la era tecnológica.
Velasco y Piraquive destilan populismo y facilismo. Deben ser dejados en evidencia.
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