viernes, 11 de noviembre de 2011

¿EUA debería dejar Taiwan a los Chinos?

Apareció en el día de ayer en el NYT una interesante pieza de opinión de Paul V. Kane titulada To Save Our Economy, Ditch Taiwan, en la que plantea una osada y/o demente (no necesariamente son excluyentes) propuesta para mejorar la actual situación fiscal de los Estados Unidos.

Según Kane, el presidente Obama debería iniciar serias conversaciones de alto nivel con los líderes chinos con el objetivo de plantear el fin de la relación especial entre los Estados Unidos y Taiwan, de la que se desprenden además de estrechas relaciones comerciales y económicas, serias garantías de seguridad para la isla frente al continente, a cambio de que el gobierno en Beijing "olvide" la deuda que posee a nombre del Tesoro estadounidense que alcanza a marcar 1,14 trillones (de los americanos) de dólares, que equivalen a casi el 10% del total de la deuda de Washington.

Además del efecto positivo en las finanzas norteamericanas provocadas por una sustancial reducción de la deuda, que es una de las más serias amenazas a su seguridad nacional (la máxima según el almirante Mike Mullen, retirado), sin tener que reducir el gasto gubernamental o aumentar los impuestos, Kane afirma que se eliminaría la posibilidad de un enfrentamiento directo y costoso entre los Estados Unidos y China por Taiwan, e incluso, lograrían que el gobierno comunista de la China adoptara posiciones más favorables a los intereses estadounidenses en escenarios como el iraní, sirio y norcoreano.

Finalmente, Kane respalda su propuesta indicando que la alianza entre Washington y Taipei es una que surgió durante y bajo la lógica de la altamente politizada y militarizada Guerra Fría y por lo tanto resulta anacrónica.

Aunque son pocas las veces en que uno se encuentra con propuestas tan audaces y provocativas, es interesante y preocupante observar el gran desprecio que Kane le tiene a la geopolítica y a la estrategia militar. Considera el autor de la pieza bajo estudio que hoy día los triunfadores y ganadores están determinados por el éxito comercial y empresarial y no por los instrumentos reales de fuego con que las naciones cuenten sobre la superficie o contorno.


Este raciocinio resulta ser el talón de Aquiles del análisis del artículo a juicio de este observador. Lo debilita aún más que la reducida importancia que se le da al golpe que este accionar significaría para las credenciales democráticas de los Estados Unidos, tan apreciadas por sus ciudadanos y sus dirigentes. O el no tener en consideración la reacción que otros aliados norteamericanos, como por ejemplo Israel en el Medio Oriente, India en el sur de Asia, Polonia en Europa oriental, e incluso, un país como Colombia en el Hemisferio Occidental, tendrían frente a este áspero y frío abandono de compromisos.

El siglo XXI, muy a pesar de los asombrosos adelantos técnicos, científicos y sociales de los que será testigo de excepción, no se diferenciará mucho a los siglos XVI, XVII o cualquier otro anterior, en lo que refiere a la geopolítica y a la estrategia militar. La propuesta de Kane no nos resulta desfasada. Abandonar a Taiwan podría ser una política tan revolucionaria como lo fue la apertura de la China continental o la enunciación de la Doctrina Truman y el Plan Marshall. Pero sustentar dicho movimiento telúrico en premisas tan optimistas como aquella que considera a la lucha geoestratégica entre naciones, o grupos de estas, reemplazada por la simple y pura lógica del mercado, resulta, como se mencionaba arriba, atemorizante.

Los ropajes y las herramientas utilizadas hoy podrán ser más evolucionadas y civilizadas, pero la lógica que dicta el juego son tan antigüas como el hombre mismo.


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