viernes, 12 de octubre de 2012

¡Ser comentarista internacional es una comodidad!

A riesgo de volverme repetitivo, debo decir que definitivamente, hoy por hoy ser comentarista internacional Occidental, sí, con mayúscula porque no hago referencia a un lugar geográfico sino a uno mental, es lo mejor y más cómodo del mundo. Todo aquel que no razona bajo los mismos parametros de esa muy consolidada narrativa Occidental es, por decir lo mínimo, un féroz salvaje. Los Occidentales no se casan de pontificar que nos encontramos en la era de los Derechos Humanos y de la ley internacional, de la libertad y la democracia, del Twitter, el Facebook y no se cuantas otras redes sociales, de la economía del conocimiento. 

De ninguna manera, arguyen los hijos de Kant, Wilson y las Naciones Unidas, nos encontramos en una era tan siquiera cercana al Medioevo u otras épocas bárbaras caracterizadas por el uso bruto e indiscriminado de la fuerza, especialmente la militar. Así queda más o menos planteado en ésta crítica de Tom Engelhardt, Overwrought empire: The discrediting of U.S. military power.

En ella acusa al liderazgo reciente civil y militar de los Estados Unidos de usar de forma poco inteligente y sabia su fuerza militar al no aprender las lecciones de Irak y Afganistán de la última década e involucrarse en Libia y el norte de África en general, con equipos no tripulados como los ya populares drones, fuerzas especiales e incluso posibles desplegamientos de soldados en países como Irak (¿de nuevo? Sí, de nuevo). A favor de Engelhardt tenemos que las dimensiones que tomó la Guerra Global Contra el Terror, GGCT, especialmente por la intervención en Irak en 2003, han resultado a todas luces, por decir lo menos, inconvenientes. 

Sin embargo este tipo de análisis terminan siendo infructuosos porque ignoran realidades incontestables: que Estados Unidos es un imperio como los otros imperios que han existido sobre la faz de la tierra y por ello mismo, tan singular como cada uno de ellos; que este imperio aparece, se consolida y eventualmente también desaparecerá, en un mundo reglado por las constantes que moldean, han moldeado y moldearán, el comportamiento de los actores del juego internacional, llámense como se llamen, es decir, el reconocidísimo pero de alguna forma nebuloso en estos análisis, interés nacional de cada uno de los participantes.

Así vemos que hoy vivimos en una era bárbara, a pesar de los sofisticados avances en tecnología, bienestar social y derecho internacional. Estos elementos pueden ser usados para satisfacer el interés nacional de los involucrados, y por lo tanto determinan quiénes son ganadores y quiénes perdedores. De ninguna forma sirven para mitigar o regular los intereses nacionales de todos, como algunos creen o desean (v.gr. Engelhardt).

Él, Engelhardt, pide que los líderes norteamericanos dejen estas intervenciones y se pregunta ¿qué intereses pueden tener los Estados Unidos para intervenir militarmente en un país como Chad? La respuesta pueder ser tan desconcertante y confusa como la realidad misma: democracia, Derechos Humanos, justicia, recursos minerales, ejercicios militares y estratégicos realistas, proyección de poder, ambición personal e incluso, mi favorita, ninguno. 

La realidad NUNCA es perfecta así como las decisiones, y los consecuentes resultados de estas, que deben elaborar y tomar los dirigentes. Y a esto se le debe sumar la complejidad. No unicamente existen múltiples actores (intereses) a nivel global, sino al interior de cada uno de los actores globales, por lo tanto, intervenciones como las que denuncia nuestro invitado de hoy solo pueden llegar a tener algo de sentido cuando se trata de observar la totalidad del panorama.

Por eso arrancaba este comentario diciendo que "[a] riesgo de volverme repetitivo, debo decir que definitivamente, hoy por hoy ser comentarista internacional Occidental... es lo mejor y más cómodo del mundo." Y ni les hablo de lo de Occidental (por hoy) porque esto se alargaría más que una semana sin carne. 

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