miércoles, 24 de octubre de 2012

Seriedad, por favor.


Como estamos en una democracia, no solo son bienvenidos sino necesarios, los pronunciamientos provengan de donde provengan y que busquen aportar ideas y soluciones a los distintos asuntos y problemas que nos afectan como país. Por lo mismo, como somos una democracia, no solo son bienvenidas sino necesarias, las críticas que se hagan a dichos pronunciamientos.

En razónpública.com, la revista digital de la Fundación Razón Pública, fundada y liderada por Hernando Gómez Buendía y buena parte de una gran camada de intelectuales colombianos, publicaron hace una semana una “[d]eclaración pública de centenares de artistas, profesores, investigadores, periodistas y líderes comunitarios que respaldan el proceso de paz que comienza”.

Siempre ha resultado desconcertante a los ojos de este comentarista que buena parte de los líderes intelectuales de este país, por no decir la abrumadora mayoría, pueden equivocarse tanto a la hora de apreciar un tema, además uno tan omnipresente en nuestra realidad y de tanta importancia.

Primero: “…proceso de paz que comienza”. Lo de Oslo no es ningún proceso de paz. Uno podría enredarse (prolongarse) bastante echando el cuento de que qué es esa cosa de la “paz”. Pero eso sería para otras numerosas entradas. Lo que se debe resaltar con insistencia es que lo de Oslo son unas negociaciones para dar fin al Conflicto Armado Interno colombiano. Con mayúsculas porque este es un término encuadrado en las categorías jurídicas desprendidas de los Convenios y Protocolos de Ginebra y que tienen por fin regular la guerra. Ni siquiera resolver los conflictos sino regularlos, teniendo como principios guías la búsqueda de la humanización de los mismos.

Esta aclaración es necesaria porque, que esto lo digan en “Muy Buenos Días” o en “Sweet” no pasa de ahí. Es desafortunado, por supuesto, que la opinión pública no tenga claro qué es lo que ocurre en el país en que viven, pero es perturbador que la intelligentsia tampoco.  

Segundo: después de dar apoyos, consejos y observaciones, en el último punto, nuestros abajo firmantes, como más de cien, no sé si dándose cuenta o no, se ponen del lado de las Farc. De la ilegalidad. “Una paz negociada implicará reformas substanciales que afronten” el desorden tan macho que tenemos hoy y desde hace rato. Como la agenda arranca con el tema rural, “desarrollo agrario integral”, a la luz del debate público, se debe abordar “el análisis de temas como la superación de la pobreza rural, la democratización de la propiedad de la tierra, la relación agricultura-minería, la reconversión de tierras dedicadas a la ganadería, la inversión extranjera, la reprimarización de la economía, las reservas campesinas, la seguridad alimentaria y la protección de los recursos naturales”.

Esto fue publicado cuatro días antes de que alias Iván Márquez sacara su discurso acusador en Oslo, el jueves pasado. No es nuevo, pero las coincidencias entre el discurso de este grupo armado ilegal y buena parte de los formadores de opinión, resulta por decir lo mínimo curioso. Justifican el accionar de las Farc. Como consecuencia lógica, las “reformas substanciales” deben ser abordadas en la agenda de negociación. Y por último, es más una inferencia propia pero considero no desatinada, se desechan los foros naturales y legales, que no legítimos quizás, pero legales al fin de cuentas, como el congreso e incluso los medios de comunicación, al encontrar óptima la presencia de las Farc en una mesa frente al Estado, para poder “analizar”, ergo resolver, los problemas señalados arriba.

Yo acá no vengo a pontificar. Me llama sí la atención el pragmatismo de estos intelectuales, por lo menos la mayoría de ellos, a la hora de enfrentar a los ilegales de las Farc, póngale usted los adjetivos adicionales que quiera, y la rectitud y radicalidad con que enfrentaron hace unos años a las, ilegales también, y póngale también los adjetivos que quiera, Autodefensas Unidas de Colombia. Para mí, eso no es solo falta de rigor intelectual y científico, si se le quiere dar mucha pompa al asunto de la ciencia política, sino también falta de seriedad y congruencia.

Para seguir discutiendo.      

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