Hacía
ya un par de semanas quería hablar sobre las intervenciones de los políticos
ante la opinión pública. Gracias a las tecnologías de la comunicación las
presentaciones de los mandatarios y otros jugadores políticos son más que
comunes. Atrás, muy atrás, están los días en que los líderes nacionales eran
unas figuras lejanas y prácticamente intocables para la opinión pública.
Las
consecuencias de esto son amplias. Una de ellas, por ejemplo, es que muchos de
los analistas
políticos, a los cuales en este blog les hemos dedicado algunas líneas ya,
se concentran en estudiar las declaraciones y los discursos que estas
personalidades entregan, dándoles, de manera facilista, la categoría de
pronunciamientos definitivos. Es decir, se acercan a los comentarios como si fueran
la puerta de entrada a los pensamientos más secretos y concluyentes de quienes
los emiten. Un ejemplo muy cercano a nosotros es la ya legendaria frase de Juan
Manuel Santos, a principios de su gobierno, de que Chávez era su “nuevo mejor
amigo”.
Este
se ha convertido en el mantra de los anti-santistas, o más bien, de los
uribistas, para criticar al actual mandatario. Lo que convenientemente no se
recuerda es que esta frase la soltó el presidente a la salida de un evento en
México atosigado por numerosos micrófonos, cámaras y grabadoras. De pronto, lo
que fue una declaración desprevenida (un chiste, o un mal chiste) en medio de
una nube de mosquitos mediáticos, se convirtió en el centro oficial de la
política exterior colombiana frente a su vecino.
Claro
que estas son las reglas del juego de hoy. Acá no vamos a ser tan radicales
como para decir que los medios no deben perseguir hasta la saciedad a las
noticias y a los protagonistas de estas. Precisamente lo que queremos es
reconocer esta realidad, buena o mala, no nos importa calificarla,
sencillamente existe, pero sí deseamos darle contexto al tema. Sobre todo si
nos consideramos serios y rigurosos analistas de la coyuntura nacional e
internacional.
Así
las cosas, me permito hacer dos comentarios:
Uno:
mi querida canciller Holguín debe renunciar inmediatamente. Para SinEmbargo el trabajo por ella liderado
ha sido uno de los mejores, dentro de los ministros del actual gobierno, y dentro
de la historia del servicio exterior colombiano. Teniendo en cuenta sus
limitaciones, especialmente organizacionales y mentales, que nos son pocas ni
pequeñas, lideró una agenda regida por el interés nacional y el pragmatismo.
Buscó internacionalizar a este parroquial país, convirtiéndose en el blanco de ridículas
críticas, como aquellas que buscaban lograr su salida de la cancillería por
unos sobrecostos, supuestos sobrecostos, durante la Cumbre de Las Américas en
Cartagena. ¡Ah! Y también porque dizque el presidente Santos, aupado por esta mala
mujer, estaba viajando mucho y se alejaba de la realidad del país. ¡Puras
pamplinas!
Empero,
y aunque su responsabilidad en el desastre acontecido el día de ayer por el
fallo de la Corte Internacional de La Haya del laudo arbitral entre Nicaragua y
Colombia, yace casi que exclusivamente por ser la canciller de hoy, porque en
realidad este funesto resultado es producto de la pobrísima política del Estado
colombiano frente a San Andrés, el Caribe, sus fronteras y su política de
exteriores en general, que se funda ridícula y testarudamente, en la supuesta
nobleza del derecho internacional, la señora María Ángela Holguín debe
renunciar.
Nuestra
canciller se deslenguó con el fatídico comentario, ante los medios, en
entrevistas con ellos, de que “la CIJ falla salomónicamente”. Si el resultado
hubiera sido favorable a Colombia, es decir que la frontera entre Nicaragua y nuestro
país no se hubiera movido ni un ápice hacia el oriente del meridiano 82,
Holguín podría permanecer en el cargo y recordar el incidente como una triste y
superada experiencia. Pero esto no fue así, y como las formas son tan
importantes, sobre todo en la diplomacia y en la era de las comunicaciones, no
le queda otro camino que renunciar.
El
segundo comentario va sobre los pronunciamientos (pocos pronunciamientos) del
presidente Santos acerca del proceso de negociación de fin del Conflicto Armado
Interno con las Farc: tanto sus contradictores, como varios de quienes se
encuentran más cercanos a él, están comenzando a preguntarse por qué la
reticencia del mandatario y de su gobierno a pronunciarse sobre lo que pasa con
este trascendental proceso para el país.
Acá
hemos defendido en varios aspectos a Santos y volvemos a estar con él en este
proceder. Entre más calle, especialmente ante los medios y ante la opinión pública
en general, el presidente puede conservar una mejor posición negociadora. Como
ya lo hemos establecido, con el ejemplo del comentario de “mi nuevo mejor amigo”,
lo que se diga ante la prensa, se convierte en hecho político. Por lo tanto el
presidente no puede dar papaya, como
ya él lo ha hecho en otras oportunidades, la del “amigo” no ha sido la única, y
como otros de sus colaboradores, la canciller siendo hoy la más destacada,
también lo han hecho.
Entre
menos diga abiertamente, él y sus negociadores tendrán un rango más amplio de
opciones para escoger cuando estén sentados con sus contrapartes de las Farc.
Esta es una de las reglas más simples y lógicas de las negociaciones, pero en
medio de la histeria creada por las redes sociales y las tecnologías móviles,
se ha prácticamente olvidado. Ayer no más, el director de Noticias RCN, Rodrigo
Pardo, después de oír al aire el anuncio de alias Márquez de una tregua
unilateral de las Farc desde hoy 20 de noviembre hasta el 20 de enero próximo,
preguntó a su periodista en Cuba, casi que desesperado, que si las Farc iban a
hacer una rueda de prensa para explicar en detalle el tema.
Nuevamente,
acá entendemos cuál es la realidad de los medios. Ellos no están para ser
mesurados, pensantes o estratégicos. Deben buscar la noticia como hienas, y no
lo digo despectivamente. Pero el presidente y su grupo de trabajo sí están para
ser mesurados, pensantes y estratégicos. Por lo tanto, bienvenido el mutismo,
en este tema, del presidente. No es que sea anti-democrático. Sencillamente,
estos temas son demasiado críticos y no pueden ser manoseados constantemente
por la prensa y la opinión pública. Las masas son una cosa templada de manejar.
Ese manejo, que no es manipulación per se,
debe hacerse con mucha prudencia y mucha destreza.